Ferdinand the bull, el toro bueno que se negaba a que lo "toreasen", pertenece a las memorables, a esas que son capaces de iluminarnos en la penumbra de los tiempos, y que conviene revivir constantemente.
El toro Ferdinando, un libro infantil que sin duda traspasa edades, fue publicado en medio de la Guerra Civil Española, pero Franco, consciente del daño que este clásico podía hacer al espíritu español, decidió prohibirlo. Mientras escribo estas líneas, me acabo de dar cuenta de que, precisamente hoy, se conmemoran ochenta años del golpe de estado franquista.
Ferdinand es un pacifista, un precursor de los hippies, casi un budista, que solo busca la felicidad en la contemplación. Ni que decir tiene que esta pasividad ha sido vilipendiada con comentarios que ponen en duda la hombría del animal o ven una apología a la indolencia y cobardía.
Desconocemos si Munro Leaf, el creador de The Story of Ferdinand (La historia de Ferdinand), únicamente quería reflejar el conflicto bélico español o si, por el contrario, España era un pretexto para alertar de la violencia desatada en Europa. Lo que sí es cierto es que su ilustrador, Robert Lawson, se inspiró en Ronda para describir las vicisitudes de Ferdinand. Fuese lo que fuese, el caso es que el autor fue acusado por distintos medios, incluso estadounidenses, de corromper a la juventud americana. Ni que decir tiene que a Hitler también le repugnaba dicha lectura, ordenando su quema inmediata.
Sabia y afortunada Alemania. El tiempo le derritió el odio. Pero Ferdinand, el pacifista, desde luego que tuvo algo ver. El mismo libro que Hitler ordenara quemar, se usó como antídoto en cuanto acabó el conflicto. Los niños alemanes llevaban bajo el brazo una copia, muchas de ellas gratuitas, entregadas por los americanos en un intento de pacificación. Y funcionó.
Pero aún quedan muchos, sin libro.
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