Huelga decir lo tedioso que resulta responder a las numerosas preguntas, enrevesadísimas todas; cada año presentan nuevas variantes diseñadas para despistar al contribuyente. Y no exagero la complejidad de esta maquinaria pesada. Para hacernos una idea: mi esposo es doctor en neurociencia, y digo yo que si dice que comprender la naturaleza del cerebro es infinitamente más fácil, debe ser por algo. Es cierto que podría evitarse los quebraderos de cabeza llevando las declaraciones a un contable, porque aquí, los funcionarios de la agencia tributaria no te las hacen. Acabarían agotados. Aquí hay que soltar la mosca. Es cierto que en algunos sitios, normalmente bibliotecas, cuentan con voluntarios a los que no les importa echar una mano, pero su conocimiento es limitado. También se puede conseguir ayuda a través de las entidades estatales, pero sus funcionarios solo responderán las dudas del contribuyente. La tercera vía, aunque también cuesta, es comprarse el programa informático correspondiente, que, por supuesto, varía en precios y depende de la complejidad de la declaración.
Pero soltar la mosca tampoco es garantía. En un estudio reciente se ha comprobado que los contables solo atinaban en un 33 % de los casos. Es decir, 2 de cada 3 declaraciones que los contables hicieron, estaban mal. Y no es nada barato. De hecho, las grandes compañías que se dedican a elaborar declaraciones y los dueños de los establecimientos de coches usados, cuentan con una reputación atroz en este país. Conclusión: mejor que las haga uno, si puede y si sabe.
No sé si existen cursillos sobre cómo entrarles a las declaraciones, seguro que si lo googleo me salen a punta de pala, el espíritu americano nunca deja pasar la ocasión de ganar dinero. El proceso de su elaboración lo asemejo a los videojuegos, con distintos niveles de complejidad.
Os pongo mi caso. Recientemente nos mudamos a otro estado. Locura. No solo hemos tenido que hacer las de rigor, sino que también hemos tenido que añadir al combinado la declaración del estado al que nos hemos mudado. Y las preguntas… Tienen particular obcecación con los pescadores y los ferroviarios. Cada dos por tres saltaba una en la que se los tenía como protagonistas. ¿Los considerarán trabajadores de alto riesgo y, a su entender, merecedores de una bonificación? O, tal vez, ¿pertenezcan al grupo de los que hay que castigar? Misterios sin resolver…
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