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miércoles, 28 de septiembre de 2016

El punto muerto del Tribunal Supremo

En febrero murió Antonin Scalia, uno de los nueve jueces que forman el Tribunal Supremo de Estados Unidos. Los otros miembros son el presidente del Tribunal Supremo, John G. Roberts, y los jueces Anthony M. Kennedy, Ruth Bader Ginsburg, Sonia Sotomayor, Stephen G. Breyer, Samuel A. Alito, Jr., Elena Kagan y Clarence Thomas.

Tras un tiempo prudencial, el presidente nominó, porque es responsabilidad competente del presidente proponer miembros para esta institución que, entre otras cosas, se encarga de cuestiones como el aborto o el matrimonio entre personas del mismo sexo, al magistrado Merrick Brian Garland para ocupar la silla. Pero, a estas alturas, sigue vacía. Y no es porque Obama no haya tocado a las puertas del Senado para que tome una decisión, sino que, su decisión, simplemente, es esperar a que lleguen y pasen las elecciones, para así poder actuar en consecuencia. Obama necesita el consentimiento del Senado para proceder a la designación del cargo pero el Senado, de mayoría republicana y con el senador Mitch McConnell a la cabeza, se niega a ello aduciendo que "hay que dar una oportunidad al que salga elegido".

Con esta estrategia la sección republicana intenta bloquear un posible predominio demócrata. No olvidemos que, en estos momentos, la Corte Suprema está ocupada por cuatro jueces que fueron elegidos por presidentes demócratas (Bill Clinton y Obama), mientras que los presidentes republicanos (Ronald Reagan y George W. Bush) seleccionaron a los otros cuatro. El fallecido también fue propuesto por Reagan. Un quinto podría inclinar la balanza hacia uno u otro lado. Si Trump saliera elegido, tanto que se llevan los republicanos, y en caso de que fuera Clinton, McConnell cree que podría convencerla para que nominara a alguien de ideología más moderada, aunque también corre el riesgo de que Clinton no solo rechace su propuesta sino que se radicalice. De hecho, Clinton ha anunciado que si llega a la Casa Blanca, dará prioridad a jueces comprometidos con el derecho al aborto.

Aunque Obama puede actuar sin el consentimiento del Senado, ha dicho que no lo hará. Es natural que no quiera despedirse con ese amargor, aunque más cierto es, que tampoco quiera mermar las oportunidades de su partido eligiendo a Garland. Obama es consciente de que esta decisión podría traerle acusaciones de tiranía con tintes fascistoides, haciéndole perder credibilidad y apoyo en las urnas.

Ya han pasado más de 190 días desde que Obama propusiera a Garland y el Senado sigue en sus trece. Este cerco, ¿saldrá reflejado en las urnas? Y el Tribunal, ¿retendrá su credibilidad?

Curiosidad: para los amantes del cine en abril HBO sacó una película titulada Confirmation. Está basada en las acusaciones de acoso sexual que Anita Hill hizo contra Clarence Thomas, uno de los magistrados. Por cierto, ¿Carlos Dívar también tendrá película?

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