The Evening World, Jun 1, 1922. |
Durante unos años, en concreto en la década de los treinta, fue la empresa minorista más grande del mundo, una especie de Wal-Mart o McDonald de nuestros días. Dedicada casi en exclusivo a la venta de productos perecederos, también vendía licor, a ella se debe, por ejemplo, la creación del concepto de autoservicio. Pero hace ya más de un año, que, acogiéndose por segunda vez al Capítulo 11, se ha declarado en quiebra.
El Capítulo 11, básicamente, es un escudo contra acreedores y otros deudores que obliga a que las instituciones federales intervengan, sobre todo, en lo concerniente al plan de pensiones de los que se jubilaron.
Reticencia o incapacidad para adaptarse a las demandas de los tiempos, exigencias de los sindicatos, presión de otras cadenas o bien una combinación de todas estas es lo que la ha sacado del mercado. Aunque su ocaso ya comenzara en los años 50, fue parcheándolo con la adquisición de competidores, técnica que, a la vista está, les ha dejado fuera de combate. Gracias a que A&P no era muy dada a la contratación y a que muchos de los trabajadores han sido traspasados a un nuevo propietario el daño ha sido controlado.
La verdad es que pocas veces pisé suelo A&P, y las veces que me aventuré, siempre lo encontré bastante desangelado. Pero se podía comprar sin los típicos empujones a los que estamos acostumbrados en las grandes superficies. Supongo que, la falta de mercancía y sus elevados precios no llamarían mucho la atención de los compradores.
Pero su desaparición no deja de dar morriña, sobre todo cuando las fauces de lo que se queda parecen aún más despiadadas. Creo que, para calmarla, me pondré a leer A&P, un relato del inimitable John Updike, que, lógicamente, transcurre en una tienda de esta cadena. Y no, no revelaré el final.
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