El cambio climático ya está aquí.
Que cómo lo sé. Porque he visto al señor del furgón de los helados dándose un par de vueltas al vecindario al soniquete de It's a Small World, (canción Disney), a la espera de que los niños lo vieran cuando el autobús les dejara al cuidado de sus benefactores.
He dicho furgón porque las heladerías también van sobre ruedas. Y es que con los precios de la gasolina, por lo que se paga en España por un litro aquí casi dan cuatro, y eso sin contar con el subidón que nos ha metido en el cuerpo el gobernador Christie, que, lógicamente, ha repercutido en los bolsillos de los que tienen menos y necesitan, igual que los ricos, un medio de locomoción, es posible hacerse con una heladería móvil.
El surtido de helados no es muy variado, los típicos sabores de vainilla y chocolate. Ni que decir tiene que no hay opciones veganas. Nueva Jersey es bastante quesera, lechera y carnicera. En San Francisco estoy convencida de que las heladerías sobre ruedas exclusivamente veganas hacen el agosto. He aquí una idea empresarial, por si alguien se siente con espíritu emprendedor y le apetece echarse a la aventura... y a la carretera.
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