No es que Frederick Law Olmsted hiciera su recorrido solo por Massachusetts, pero el retorno al estado me han traído su persona a la memoria.
Olmsted (1822-1903) fue un arquitecto paisajista. Mejor dicho, fue el arquitecto paisajista estadounidense. Para nombrar las contribuciones en las que participó necesitaríamos tirar de folio, pero ya con solo nombrar Central Park, la Exposición Universal de Chicago de 1983, los terrenos del Capitolio o el Emerald Necklace, una red de parques conectados entre sí en Boston, nos podemos hacer una idea de la magnitud y repercusión de su obra.
Aunque nació en Connecticut y era experto en tierras californianas, fue en Massachusetts donde sus proyectos tuvieron mayor acogida. Olmsted no llegó a la idea de que, para que el género humano conservara su bondad, la belleza pastoral de la naturaleza debía ser compartida e integrada de manera natural en la vida de todos los hombres y mujeres, independientemente de su condición económica o social, esclavos incluidos, de buenas a primeras. Para descubrirlo tuvo que seguir una carrera en periodismo, sazonada con una buena dosis de investigación en la economía procedente de la esclavitud. De sus observaciones salieron tres libros con las contribuciones que publicó en el New York Times sobre sus viajes por el sur de Estados Unidos y que suponen un importante documento social sobre la época previa a la Guerra de Secesión. También de un viaje que hizo a Inglaterra años antes, en 1850, para embeberse de la obra del diseñador Joseph Paxton, especialmente de su Birkenhead Park, el primer parque en el mundo que fuera subvencionado con fondos públicos, es deudor.
Muy recomendado desempolvar sus libros.
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