El cerdo siempre es el invitado más deseado de la mesa americana. Ciento quince millones de cabezas anuales sacrificadas con una industria que trae más de 20000 millones de dólares así lo atestiguan. Estados Unidos ya guarreó por uno con el Reino Unido allá por 1859. Por aquel entonces no hizo falta verter ni una sola gota de sangre humana ni animal para solventar el conflicto, pero en la cruzada de esta administración presidencial parece que algunas de las consignas son que el cerdo, y la plantilla que trabaja en estas factorías, no paren de sangrar.
Y digo esto porque El Departamento de Agricultura ha decidido que al cerdo no se lo mire tanto. No contento con esto, a los propietarios de la industria porcina se les permitirá inspeccionar la calidad de sus gorrinos.
Los trabajadores también se verán afectados, pues, lógicamente, al pasar menos animales por el ojo de los inspectores del Departamento, el matadero se moverá con mayor celeridad. Si ahora de la cinta transportadora salían una media de 977 a la hora para mover más de 100 kilos de animal, el récord con las moderneces que ya nos tienen preparadas asciende a 1295 por hora. La velocidad a veces se paga. Con carne del asalariado. Los riesgos de la modernización. Menos controles y lo que digo, más carne.
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