
Su hijo Franklin, parece que esto de dar sermones y hacer de consultor también se hereda, es un peso pesado de esta administración. Graham padre, con su poderoso estilo dramático, populista y puritano, tuvo una gloriosa recepción entre la población blanca de clase media. Parece que su talón de Aquiles siempre fue justificar y creer a su compañero de pateos en el campo de golf, otro encantador de serpientes, un tal Nixon, al que Billy Graham consideraba un hombre de lo más ético y moral. Nixon, no sé si agradecido por su lealtad, entre rezo y rezo le confiaba no solo sus tribulaciones espirituales sino que también le descargaba sus preocupaciones políticas, asuntillos tales como la elección del vicepresidente o el problema Vietnam. Graham al final dio su brazo a torcer y acabó reconociendo que Nixon se la había doblado. Por cierto, y ya que estamos, ¿Graham hijo llegará a la misma conclusión con el actual presidente?
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