América nos ha dado muchas cosas buenas, como los montaditos de mantequilla de cacahuete, pero también nos ha dado otras vergüenzas, como al horror terrollífico. El animal conocido como el "trol de las patentes". Desde una oficina que muy probablemente estará situada en Marshall, una localidad de unas 20000 almas censadas en el estado del Llanero Solitario, un oficinista fantasma, ya que la oficina está vacía, reparte notificaciones a troche y moche con advertencias como esta. O 25000 dolaritos del ala más derechos por tu invento, o a lo tribunales. Casualmente, los requerimientos suelen hacerse desde Marshall, una ciudad que por lo que se ve es bastante acogedora para el trollismo, según indican los datos, ya que 1 de cada 4 casos relacionados con el asunto patente en este país se dirime en sus tribunales.
Estos trolles normalmente no torpedean a un Apple o un Google, ya que su plantilla de abogados les dejaría para el arrastre. La táctica es sacar dinero al de poca monta, puesto que no vive con el abogado al cuello. Estos trollebuses, coleccionistas de patentes, patentan de todo. Botones que sirven para agrandar una imagen, subrayar, poner en negrita o abrir una ventana. Lo que sea. Su desparpajo es tal, que también han llegado a patentar un método para calentar el pan aplicándole calor. La tostadora, vamos, a menos que el patentoso se vaya todas las mañanas al desierto y frote dos palitos para hacerse el desayuno.
Estos coleccionistas saben que los inventores, que en muchas ocasiones no tienen intención de comercializar el producto de la patente sino servirse de ella para sacar adelante sus creaciones, inevitablemente tienen que pasar por las manos trolleras. Y no solo eso. Si el invento sale al mercado, los usuarios automáticamente se convierten en bocado de cardenal para sus trollerías. Un chollo que a nuestro presidente seguro que le encoge la mirada con reprobación.
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