Y de una reina, a otra. Esta vez sobre el escenario. Viola Spolin, creadora del arte de la improvisación. Esta chicagüense de origen ruso, hizo del juego teatral su vida profesional. De Jacob Levy Moreno le llega el psicodrama, aunque su verdadera maestra fue Neva Boyd. Con ella desarrolló la conciencia de que el teatro y el juego eran fuerzas capaces de integrar a la comunidad de inmigrantes en la nueva cultura en la que estaban inmersos.
En 1934, divorciada y con hijos, monta una especie de comuna, la Educational Playroom, con otras mujeres en situación familiar parecida, y en la que, como era de esperar, el teatro nunca faltó. La aventura en común se acaba en 1937, seguramente por la incapacidad de las madres de sostener el oneroso alquiler. Durante los años de la Depresión fueron vecinas del señor Oscar Mayer, el de las salchichas, pero imagino que en cuanto se recuperaran los precios no tuvieron más remedio que desalojar la casa.
Por mediación de Boyd y a través de la Works Projects Administration (institución creada bajo el New Deal), Spolin consiguió un empleo para trabajar con niños e inmigrantes en barrios de bajos ingresos. Y de allí a San Francisco, tras su segundo esposo, destinado en las Aleutianas durante la Segunda Guerra Mundial. Cuando el conflicto finaliza se instalan en Los Ángeles, donde Viola crea en Hollywood la Compañía de Jóvenes Actores. De nuevo separada, regresa a Chicago para seguir con sus talleres. A principios de los 60, su obra Improvisation for the Theater (Improvisación para el teatro) se publica. Y de vuelta a Los Ángeles en 1966. Y más talleres. Así hasta principios de los 90, cuando la salud se lo puso difícil. Su hijo, Paul Sills, siguió los pasos teatrales que abriera su madre. El arte de la la improvisación.
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