
El resultado de dicha convención: el sedán desaparece. Solo queda el Toyota Corolla que todavía vende. El que no quiera Corolla, y dado que los precios de la gasolina están tirados, a subirse a un SUV, una especie de deportivo y utilitario. Y si se prefiere algo de mayor altura, una furgoneta de caja abierta, que también está en todo su esplendor.
En cuanto a los trabajadores de las factorías donde se fabrican los utilitarios, a largarlos, que con las que queden ya se apañarán los magnates de dicha industria. Ahora toca recoger los beneficios de la histeria pública.
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