lunes, 15 de julio de 2019

Adicción a Lucia

Reconozco tener una adicción a Lucia Berlin. Hace unos años que leí su Manual para mujeres de la limpieza y, desde entonces, voy tras ella. Esta vez la encuentro con Welcome Home (Bienvenido a casa). Se trata de postales autobiográficas que Lucia Berlin dejara inacabadas pero que uno de sus hijos, Jeff Berlin, ha rescatado para el lector.

La escritora concibió más de veinte capítulos atrapados en treinta y tres hogares en casi tres décadas (1936-65), pero Jeff Berlin, supongo que por cuestiones de espacio y de privacidad, ha hecho una purga considerable. Las instantáneas son retazos de vida aderezados con fotografías y misivas, casi todas destinadas a Helen y Ed Dorn, poeta y mentor de Lucia. A la memoria de ellos, Jeff Berlin ha dedicado el libro.

Los pensamientos de Lucia, vertiginosos, nos clavan sus esquirlas de humor e ingenuidad. Para lograr su diabólico plan, la escritora recurre a todo tipo de triquiñuelas: palabras malsonantes, interjecciones, frases ensalzadas a través de la mayúscula, párrafos tomados por el lirismo:


the datura bloomed in a profusion of white flowers that hung heavy clumsily until night, when the moonlight or starlight gave the petals an opalescent shimmer of silver and the plant's intoxicating scent wafted everywhere in the house (p.61).  

La datura reventaba en una exuberancia de flores blancas que colgaban, pesadas y torpes, hasta el anochecer, cuando la luz de la luna o la de las estrellas impregnaban sus pétalos con un resplandor de plata opalescente y el perfume embriagador de la planta barría la casa por doquier.     


 O la desesperación y que la hacen tan humana: 

She must have seen them racing canoes, heard their laughter echoing above the water. She must have seen us talking with friends in our beautiful garden, lying on the beach. She must have seen Buddy and me kiss, must have seen us happy. How could she send that box? (p. 65).

Debió verlos echando una carrera en sus canoas, oír sus risas, un eco sobre las aguas. Debió vernos mientras hablábamos con amigos en nuestro precioso jardín, tumbados en la playa. Debió vernos, a Buddy y a mí, besándonos, debió ver nuestra felicidad. ¿Cómo pudo ella mandar esa caja? (Berlin se refiere a una caja con drogas que, una tal Peggy, le enviara a Buddy, su último esposo, mientras vivían en Jalisco. Buddy estaba intentando dejarlas y Lucia la culpa de su recaída). 

En los apuntes de Berlin, también vemos la duda y los cambios de opinión propios de la naturaleza humana. A ratos, la oímos despotricar contra Méjico, y otras veces no dice que admira a sus gentes, aunque regresa a Estados Unidos porque no puede dar a luz a un niño en la jungla, en un país tan repulsivo e INTIMIDANTE para ellos (p.150). 

Veintinueve años de pantagruélico apetito por conocer, escribir, tal vez huir. Por vivir, en una palabra. 

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