Ahora que las nieves parece que se van acercando, me he acordado de las sillas de Boston. Esas que algunos ponen delante de su casa para reservarse el sitio que, con primor, se han excavado en una calle pública. Pensaba, erróneamente, que, a los pitsburgueses, los rigores del invierno no les alteraría el afán de posesión, pero he comprobado que, en esto del tema de las sillas, esta ciudad ha subido el listón. Y es que los pitsburgueses no solo sacan la silla en invierno sino que, por lo visto, en el verano algunos tampoco la meten en casa. Para esos, la silla pitsburguesa es prácticamente mobiliario urbano, y los ayuntamientos les deja hacer a estos artistas porque, como es costumbre...
Por si fuera poco, una imprenta no ha perdido comba y se dedica a vender las official parking Pittsburgh chairs, las sillas pitsburguesas autorizadas para el aparcamiento, que cuentan con un diseño gráfico que así las avala. En el respaldo un No aparcar y en las posaderas, una señal de prohibido aparcar acordonada por dos No mover. Para ver el diseño (Minuto 2:39).
Está claro que los negocios en Estados Unidos salen de las piedras. Y de la nieve.
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