La expresión se sacó de la serie para denostar a cualquiera que gustara de música blandengue, más adecuada para mecer las preocupaciones de uno al amor de su yate. Así dicho, parece que solo los pudientes le dan a este género, pero lo cierto es que, los que nos hemos criado en la nostalgia de finales de los 70 y los 80, tiramos del Yacht rock. Y aquí va una ola grande: el Thriller de Michael Jackson también se considera música de yate. El grupo Supertramp. También es yate. Chistopher Cross, con su Sailing y su huida a Méjico. Yatísimo. Phil Collins. Sí. También él. La lista es larga. Es a los Beach Boys a los que se les atribuye el origen de este gusto por el yate.

El auge del sentimiento yatero se lo debemos a una persona que comenzó en el mundo de la farándula y que acabó de presidente, aunque fue con Nixon, los Vietnams y los Waterazos, cuando la música de yate despegó de las olas. La crítica social del What's Going On que Marvin Gaye lanzara en 1971 agobiaba a unos cuantos músicos que se dedicaron a explorar el arte de la evasión de la realidad. Este género, que es difícil de definir, tiene altas dosis de R&B, hace hincapié en la melodía, siente apego por el piano electrónico y las grabaciones se hacen preferiblemente en Los Ángeles, en los mejores estudios y con los mejores profesionales.
Algunos dicen que la música de yate está volviendo a resurgir. Por lo visto se utiliza como un antídoto contra Trump. ¿Funcionará?
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