Y ya que el lunes nos entreteníamos con las agudezas del
niño pijo agitador,
Gore Vidal, hoy le calzamos su némesis, el niño pijo biempensante
William Frank Buckley Jr. Católico y extremadamente instruido, sabía perfectamente el español y el francés, disfrutaba por igual navegando un velero que tocando el clavecín. En 1955 funda la revista
The National Review, con la que logrará, entre otras cosas, unificar a libertarios, republicanos y anticomunistas. Ronald Reagan fue uno de sus más fieles lectores.
Ninguna de las némesis que tuvo Vidal, casi siempre personajes con un ego a su altura, quizás Norman Mailer fuera la más destacada aunque también tuvo encontronazos con Truman Capote o con el mismísimo Bobby Kennedy, al que no podía ver por intereses políticos, ya que Vidal, al igual que Buckley Jr., metió la cabeza en el foro político y los dos salieron escaldados, pudo compararse en fuerza y esplendor a la figura de Buckley Jr.
Se conocieron en 1962, pero no fue hasta 1968 cuando su
tempestuoso matrimonio se consumó ante las cámaras. La ocasión les vino cuando la cadena ABC, con la audiencia por los suelos, contrata a la pareja para hacer de comentaristas políticos para seguir las convenciones en las que se nomina al candidato presidencial de cada partido. Diez debates y nada mal pagados, 10000 dólares la pieza para cada uno, gran desembolso para ABC pero, no cabe duda, dinero muy bien invertido. El público estaba encandilado con los dardos envenenados que se enviaban sus vitriólicas lenguas. El elitista Buckley, que no podía soportar la
depravación moral del ateo Vidal, se lo hacía saber con un lenguaje rimbombante y sentencioso que la prosa augusta no hubiera desdeñado.
Myra Breckinridge, novela de Vidal que salió ese mismo año,
le resultaba particularmente insidiosa.
Vidal, por su parte, se complacía despertando la animosidad del adversario con calificativos
más europeos, llamándolo, entre otras flores,
la María Antonieta de la derecha. Fue en el noveno debate cuando Vidal, al salir de una confrontación verbal con Buckley que a punto estuvo de terminar en agresión física, (el acaloramiento se produjo por las divergencias suscitadas por el modo en el que la policía había actuado contra unos manifestantes que ondearon la bandera del Viet Cong en Chicago), finalmente lo aceptó: más que pensador, era actor. Y lo mismo sucedía con Buckley. De hecho así se lo hizo saber al acabar el programa.
Les hemos dado lo que querían.
A Buckley, la aceptación de este descubrimiento le sentó a cuerno quemado, que, sin lugar a dudas, prefería mantener su reputación de luminaria intelectual antes que la de matón, (a Vidal lo llamó ante las cámaras homosexual y lo amenazó con darle un puñetazo que le dejaría la cara plastificada, para gloria de Vidal que había logrado sacarlo de sus casillas), y, aunque Buckley intentara después disculparse por su comportamiento, nunca pudo quitarse de encima la espina. En cambio, a Vidal, el reconocimiento de su vena dramática no le sentó mal, porque, en la vejez, aunque siempre que podía omitía el nombre de Buckley, admitió echarlo de menos.
Para los interesados, el documental
Best of Enemies, (
El mejor de los enemigos, 2015), de los directores Morgan Neville y Robert Gordon nos da una buena idea de su fogosa relación. Y para los más guasones,
aquí, dos genios de la comedia, Robin Williams y Eddie Murphy, en
Saturday Night Life. Williams haciendo de Buckley, y Murphy de invitado en su programa
Firing Line.