Dusolina Giannini |
Kathy McCord fue una de esas maravillas musicales que, desgraciadamente, nunca lograron el merecido reconocimiento que se les debía. Quizás la mala gestión de un mánager, poca difusión de la casa de discos o tal vez la imperturbable y antojadiza naturaleza de la suerte se la negaron. Porque a Kathy McCord no le faltaba nada. Uno pudiera pensar que fueron la ausencia de belleza y juventud las que le dieron la espalda, pero no era el caso. Tampoco le faltaba simpatía, y, según su hermano Billy Vera, también cantante, iba sobrada de una cualidad que está muy de moda: la empatía.
McCord, además de ser una fantástica compositora, tenía una voz maravillosa, cristalina, a lo Karen Carpenter. El estilo de Dusty Springfield, Joni Mitchell o Aretha Franklin coloreaban el suyo, aunque tampoco desdeñaba los ecos de la música de Frankie Lymon o Fats Domino, y, por supuesto, los esperados Bob Dylan y los Beatles también le sirvieron de inspiración. Años después, se hace difícil no reconocer su estela en el poeta Jeff Buckley.
Tal era su devoción que se pasó cinco años en Woodstock, conviviendo con artistas como Levon Helm y Richard Manuel, del grupo the Band, igualmente atraídos por las posibilidades musicales del famoso festival. De hecho, durante un tiempo McCord fue novia de Michael Lang, uno de sus fundadores.
Desgraciadamente solo hizo dos álbumes. El primero lo grabó con diecisiete años en 1969. Y no fue hasta el 2010 cuando, gracias a su hermano, McCord pudo ver, aunque solo fuera por poco tiempo, un resurgir en el interés por su música. Su último álbum, titulado New Jersey to Woodstock (Nueva Jersey a Woodstock), es un recopilatorio que, además del primer álbum, incluye dos canciones que grabó en 1968, aparecidas con la discográfica Rainy Day Records. Dieciséis pistas más, las que grabó entre 1972 y 1979, su época en Woodstock, forman el segundo CD de esta joya.
Aquí la dejo desde Nueva Jersey, con su etéreo Love Flow.
No hay comentarios:
Publicar un comentario