Al paso que lleva la burra, dentro de poco tendremos que restaurar las clínicas para combatir los rumores, como esas que el presidente Roosevelt abrió durante la Segunda Guerra Mundial para evitar el bajón moral del tropel americano. Las clínicas, dependientes de la Oficina de Información de Guerra, filtraban bulos como estos:
- Que una bomba llenita de gérmenes de peste bubónica se lanzó en Oregón.
- Que las mujeres del cuerpo voluntario del servicio de emergencia, en inglés WAVES, eran propiedad de los oficiales y que estos podían hacer con ellas lo que les viniese en gana.
- O que el pelo de una mujer empleada en una fábrica de munición, tras hacerse una permanente en la peluquería, estalló en llamas.
Gordon Allport y Robert Knapp, profesores de Psicología en Harvard, fueron los directores de la primera clínica de desinformación y que fue establecida en Boston. En un principio se pensó en abrir veintiocho clínicas más, todas en universidades. Estas funcionarían con una plantilla voluntaria de profesores y estudiantes. Sin embargo, el proyecto no cuajó, demasiada información en manos civiles, decidió el gobierno, y Robert Knapp tuvo que buscarse otras alianzas. La encontró en el periódico el
Boston Herald. En sus páginas, cada domingo, saldría la falsedad de la semana a desbancar. Bajo el bulo, también aparecía publicada la explicación correcta.
Y sí. Kamala Harris es americana. Aunque algunos se nieguen a creerlo y vuelvan a las andadas con el vergonzoso
birtherismo.
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