Corría 1990 cuando Harper Lee escribió a su amiga, Doris Leapard, contándole su aventura en el Taj Mahal, uno de los casinos de Donald Trump en Atlantic City, Nueva Jersey. “El peor castigo que Dios hubiera podido diseñar para el pecador es obligarlo a que su espíritu resida eternamente en el Taj Mahal de Trump en Atlantic City”, le decía en la misiva.
Años después, el Taj Mahal, con 106 violaciones tributarias en su primer año y medio de vida, según un informe de Hacienda, continúa alojando pecadores. Por lo visto el casino tenía la obligación de facilitarle al fisco los datos personales de todos aquellos viciosos que salieran del casino con más de 10000 dólares en las alforjas en un solo día, pero por una cosa o por otra, al casino se le pasaba enviar esta información. Quizás el hecho de que muchos de los clientes que venían a dejarse o llevarse la pasta fueran rusos mafiosos afincados en Brooklyn, según investigadores federales, tuviera algo que ver.
El Rey de la deuda, mote con el que se ha calificado Trump, para evitar la quiebra del casino al poco tiempo de su inauguración, vendió un 50% de las acciones a precio de saldo y dejó a casi todos sus proveedores con el culo al aire.
En el único Trump casino en el que no se encontraron irregularidades tributarias fue en el Trump Plaza, también en Atlantic City. Para febrero está prevista la demolición de esta plaza, un casino y el hotel. Un fantasma que se cae a cachos, porque los vientos no hacen más que morderle el cemento. El complejo, que ahora pertenece al multimillonario Carl Icahn, se lo quitó de encima el presidente en el 2009.
Menos mal que no hay mal que por bien no venga y la demolición se va a subastar. Virtualmente. Se dará opción a apretar el botón que derribe estos mostruos mediante puja. Los beneficios irán a parar al Club de niños y niñas de Atlantic City. El alcalde Small cree que pueden sacar un millón de dólares de los catorce aproximadamente que cuesta tirar abajo solo el hotel. Pero, el terrenito, claro, me imagino que seguirá en manos de Icahn, que, en cuanto quede limpio, supongo procederá a levantar su complejo particular.
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