Como ya se huele, aunque se está haciendo de rogar, por lo menos aquí en Pittsburgh, la primavera, hoy una entrega sobre los cerezos en flor (sakura) de Washington. Todo se debe al empeño de la viajera, fotógrafa, escritora (suya es la primera guía de viajes a Alaska) y periodista Eliza Scidmore, que, con un hermano trabajando en el consulado estadounidense en Japón, se lía la manta a la cabeza, y, en 1885, con 28 años, decide ir a visitarlo. Inmediatamente, queda cautivada por la sublime belleza del espectáculo. En cuanto llega a América, se pone a remover Roma con Santiago para que, el Parque Potomac, se cubra de cerezos. No será hasta el 27 de marzo de 1912 cuando, por fin, la primera dama, la esposa del presidente Taft, gran amante y conocedora de la cultura y tradiciones asiáticas, (había pasado bastante tiempo en Filipinas ya que su esposo estuvo destinado allí), plante en el parque, junto a la esposa del embajador japonés, la señora Iwa Chinda, los dos primeros cerezos junto a la Cuenca Tidal.
Fue gracias al editor Gilbert H. Grosvenor y a David Fairchild, botánico del Departamento de Agricultura y yerno de Alexander Graham Bell, cofundador de la National Geographic Society, (Eliza trabajó como reportera para la National Geographic. Charles McCarry, su editor, decía de ella que fue la mejor periodista que tuvo la revista), cuando la idea finalmente cuajó. A Japón llegaron las intenciones de los americanos y, en un gesto de amistad, el alcalde de Tokyo donó 3000 cerezos. De los originales, aún quedan unos cuantos.
Aquí unas fotografías fantásticas para soñar sakuras.
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