domingo, 4 de abril de 2021

A la carretera con el Pony Express.

Y esta semana nos echamos a la carretera a lomos de caballo con el aniversario del Pony Express. Un 3 de abril de 1860, mucho antes de que llegara la Madre de todas las rutas, antes de que Eisenhower abriera el Interstate Highway System, el Sistema de carreteras nacionales, e incluso antes de que llegara la Lincoln Highway, la primera carretera que uniría el país de costa a costa y cuyo trazado comenzó a usarse en 1913, existió el Pony Express. Aunque no por mucho tiempo, ya que el telégrafo de la Western Union enseguida le comió el terreno al caballo que, en unos diez días, lógicamente con caballos cubriendo distintos tramos, se hacían unas 1800 millas. Los primeros viajecitos a todo galope salieron al mismo tiempo de dos lugares: de St. Joseph, en Misuri, y de Sacramento, California. Uno hacia el este y el otro hacia el oeste. El que partió con el correo hacia el oeste llegó dos días antes que el que iba en la otra dirección. No sé si un viento en contra u otras complicaciones afectarían al que llegó más tarde.   

Y diez días por aquellos tiempos era todo un récord ya que el correo de Nueva York a la otra costa viajaba en barco, trayecto que se cubría en un mes. La otra opción era la diligencia, que podía tardar una semana menos pero también demorarse meses, ya que nunca se sabía lo que los caminos deparaban. La diligencia de la época era otra Express, la Butterfield Express. 

La Compañía Pony Express era propiedad de William H. Russell, William Bradford Waddell y de Alexander Majors. La ruta contaba con casi doscientas paradas para repostar y cambiar de montura. Misuri, Kansas, Nebraska, Wyoming, Colorado, Utah, Nevada y California eran los estados en los que operaba el Pony. Los jinetes se llevaban unos 25 dólares por semana y el peso del envío normalmente no superaba las veinte libras. El jinete también tenía que ser ligero, no se admitían a aquellos que pesaran más de 125 libras, menos de 57 kg. Y solían ser muy jovencitos. De 14 a 20 años. Por cierto que un tal William “Buffalo Bill” Cody (1846-1917), decía que, con 14 años, ya iba a lomos del Pony, afirmación que nunca ha quedado demostrada pero que, años más tarde, explotaría en sus espectáculos sobre el Lejano Oeste. En honor a la verdad, hay que decir que sí existe evidencia de que Buffalo Bill trabajó para la Compañía, aunque no sabemos de qué. 

Ahora con el rodaje: cambio de jinete cada 75-100 millas. El caballo se reemplazaba entre las 10 y las 15 millas.

Y el precio. Cinco dólares por cada media onza, precio nada asequible, de ahí que el remitente medio se abstuviera de usar los servicios equinos. 

Y un par de anécdotas: el récord del Pony está en siete días y diecisiete horas, tiempo que se tardó en ir de Nebraska a California, en marzo de 1861, con el discurso inaugural de Abraham Lincoln en la bolsa, que, por cierto, se llama mochila. 



Y aquí va la otra: los jinetes tenían que jurar, ante Dios, que no beberían en el trabajo, no se enzarzarían en peleas y se abstendrían de usar lenguaje soez. Por lo visto la mayoría de los jinetes no se atuvo a dicho juramento ya que las bebidas espirituosas estaban disponibles en estas casetas de postas. 

Aunque la vida del Pony desde luego fue corta, no cabe duda de que dejó una huella indeleble en el espírito solitario del llanero americano. 

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