El 22 de abril acabamos de celebrar el Día de la Tierra, y, para recordarla, nos vamos a las Adirondack, a unas cuatro horas de Manhattan y a dos de Montreal. Zona verde protegida en el estado de Nueva York, y que es bastante grandecita, tiene unos seis millones de acres, más de 24000 km², dimensiones cercanas a las del estado de Vermont.
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Cortesía ARS USDA |
Para que nos hagamos idea de su tamaño. Para igualarlo, tendríamos que llamar al Oso Yogui para que nos trajera cinco parques: el Yellowstone, el Yosemite, el Glacier, el Gran Cañón y el Great Smoky. En caso de que alguien se pregunte si las Catskill, también en Nueva York, están en las Adirondack, la respuesta es no.
¿Y qué podemos encontrar en las Adirondack? Obviamente la lista es larga. Pero, si nos quedamos con algo, es con su hoja caduca. El parquecito es uno de los parques caducifolios más grandes del mundo.
Allanar el camino para convertir a las Adirondack en parque nacional no ha sido fácil. Sobre todo, porque la propiedad privada se da dentro del parque. Desde 1971, fecha en la que se creó la APA, agencia estatal para la defensa y protección de dicha zona, la resistencia de algunos propietarios, en especial aquellos que disfrutaban de su espléndido silencio en su segunda o tercera o novena casita de campo, se lo ha puesto difícil al gobierno. Seguramente los motores de los coches y las basuras de los excursionistas algo tendrían que ver. Otros visitantes de temporada, como los cazadores, tampoco hicieron ojitos a la protección gubernamental, pues, en los parques nacionales, les está prohibido cazar, Y no olvidemos a los constructores. A ellos creo que tampoco les convenció mucho la idea.
Fue gracias a Nelson Rockefeller, sí, de los Rockefellers, gobernador de Nueva York, y a los esfuerzos de su hermano predilecto, el pequeño Laurance, cuando los visitantes conseguimos que las Adirondack fueran de gestión pública y pudiéramos ver y respirar, aunque fuera de lejos, la soledad de esas casitas de campo con garaje para meter la barca motora que también esputarían digo yo, su gasolina.
Aquí dejo una ganga de unos seis millones de dólares junto al Lake Placid, lago Plácido,