Antes del reconocimiento que le granjeó su sueño, Adams ya contaba con cierto prestigio en el mundo de las letras al ganar el Pulitzer en 1927 por el primer volumen de su trilogía sobre la historia de Nueva Inglaterra.
Según Adams, el sueño no consistía únicamente en poseer coches y mejores salarios, sino que también era un vehículo para conseguir que cada hombre y cada mujer desarrollara su máximo potencial como persona y lo pudiera manifestar ante los demás, independientemente de su posición y nacimiento.
En su Épica, Adams, conocedor del parqué y espectador de la Gran Depresión, se queja de que el dinero y las posesiones materiales ganaron terreno en los años 20 del pasado siglo y que las virtudes de índole espiritual y moral se han olvidado.
Solo el optimismo podrá salvarnos, declara Adams. De momento, y tal como se presentan las cosas, parece que el optimismo sigue siendo tirar de cartera. Ahí lo tienes, Greta Thunberg. Aún nos quedan unos cuantos años más de podredumbre espiritual.