Ahora que casi tenemos el Día de Acción de Gracias encima, un salto a la América del siglo XVII para recordar que el pavo probablemente brilló por su ausencia en la mesa de los colonos. Lo que seguramente no faltó fue el alcohol. Y es que muchas de las señoras que llegaron a esta Nueva Tierra eran duchas en la elaboración de bebidas espirituosas.
No sabemos si entre las damas del Mayflower hubo maestra en estas artes, pero en 1621, al año siguiente de llegar el barco, la Virginia Tobacco Company se trajo a unas cuantas expertas en la materia. Algunas portaban cartas de recomendación atestiguando sus habilidades en la cocina, sabían elaborar mantequillas y quesos y, además del fogón, dominaban la rueca, la aguja y, por si no bastara, la fermentación.
Lógicamente la Virginia Tobacco Company quería mantener a sus trabajadores contentos y al pie del cañón. Lo que tuviera que venir mejor que los pillara con una botella de alcohol en la mano que con un vaso de agua. Con el té y el café a precios de escándalo, al peón solo le quedaban dos opciones. Leche o agua. A tener en cuenta que no todos tenían vaca para sacar leche y que las aguas del Chesapeake, en Virginia, estaban bastante contaminadas. De hecho, se molestaron en colgar un cartelito advirtiendo al sediento que "el que la bebiera del tirón que esperara la visita de la Mujer con la guadaña".
En definitiva, la América de estos años, probablemente alcoholizada. Y ahora, obesizada.