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viernes, 16 de febrero de 2024

Kit de inglés 378: fly off the handle.

Esta semana nos vamos por los aires con fly off the handle, literalmente "volar fuera del mango", y que podríamos traducir por perder los estribos. 

Pronunciación voladera: "fláiofde jándel" y la buena aquí con el profe.

Esta expresión tan visual (solo hay que imaginarse el hacha descabezada en mitad del esfuerzo del leñador) sale del mango del escritor, político y jurista canadiense, Thomas Chandler Haliburton, que, en 1834, la incluye en su obra The Attaché: or, Sam Slick in England. El agregado o Sam Slick en Inglaterra.

Esta era la frase:

He flies off the handle for nothing.

Se pone hecho una furia por nada. 

Una curiosidad. A Thomas C. Haliburton se le consideraba el Dickens de su época. Por cierto que, de Canadá, también salió un deporte creado por los nativos americanos y que aquí dejo.

domingo, 24 de septiembre de 2023

1500 colonizadores, 17 barcos y ¿cuántos cerdos?

Si la semana pasada hablábamos del comercio ilegal de plantas y animales, esta volvemos con el cerdo, en especial el de la isla de Ossawa, en el estado de Georgia. Dice la historia que, a instancias de la reina Isabel, Colón cargó, en su segundo viaje a las Américas, precisamente tal día como hoy, un 25 de septiembre pero de 1493, unos cuantos animales: caballos, cabras, vacas, ovejas y gochos. Ocho ejemplares procedentes de la Gomera, a 70 maravedís la pieza, nos cuenta fraile Bartolomé de las Casas. Aunque es a Hernando de Soto, y no a Colón, al que se considera el padre de esta industria cárnica en el país, al traer y soltar en su expedición de 1539 a la Florida, trece especímenes puercosos que se fueron multiplicando como copos de nieve en invierno bostoniano.  

A mediados del siglo XIX, el cerdo campea a sus anchas (Dickens nos lo dejó escrito en sus American Notes de 1842) y se pone precio a la cabeza del jugoso animal. A dólar la pieza en el Pittsburgh de 1851. Un dineral. En 1818, Elisha Mills ya tenía funcionando la primera planta de procesado porcino en Puercópolis, en inglés Porkopolis, el bonito sobrenombre con el que se conocía a la ciudad de Cincinnati, líder en la producción de esta carne hasta la década de los años 60 del mismo siglo. Con la entrada en 1887 de vagones de tren refrigerados mediante una mezcla de sal y hielo, Cincinatti pierde el título de Puercópolis. Swift & Co. son los primeros en usar esta mezcla. Habrá que esperarse hasta 1947 a que aparezca el sistema de refrigeración mecánica. 

Hoy por hoy, el estado de Iowa es el Puercópolis de hace unos siglos, siendo el mayor productor porcino de los Estados Unidos. Iowa ya no solo viste el cinturón del maíz y se ha abierto las carnes para ceñirse el cinturón porcino. Unos treinta y tres millones de cerdos le pasan por la cinta transportadora al año. Aproximadamente ciento veinte millones al año sacrificados, cifra que da al país, tras China y la Unión Europea, el tercer puesto en la producción porcina. La variedad del cerdo blanco es la que más abunda.

miércoles, 5 de octubre de 2022

Harte, ¿destacado en? Segunda entrega.

loc.gov

Segunda entrega...

En los años 60 del siglo XIX ya tenemos a Harte relativamente acomodado, casado y con hijos a los que luego abandonaría, para centrarse en cuerpo y alma en su gran amada, la literatura. En mayo de 1864 fundó, junto a Twain, Charles Warren Stoddard, Charles Henry Webb y Prentice Mulford la revista literaria semanal Californian, que tuvo una vida breve pero intensa. Cuando despareció la revista, encontró empleo como editor en otra, la Overland Monthly, y es aquí donde publicará, en 1868, su primera historia y, probablemente, su mejor pieza: The Luck of Roaring Camp, calificada por algunos de indecente, valoración que, sin duda, contribuyó a darle mayor reconocimiento literario, aunque, a cambio, tuviera que quedarse sin la jefatura del departamento de Literatura en la Universidad de California, plaza a la que se había presentado y que conseguiría dos años después. 

También fue secretario del superintendente de la Casa de la Moneda de San Francisco, por eso tuvo que dejar el trabajo de editor, no daba abasto, aunque no dejó de hacer las reseñas literarias por las que era admirado y reconocido en las dos costas americanas y allende los mares, en Inglaterra. Harte también era aficionado a la poesía, y, para su desgracia, se le conoce por un poema que ahora chirriaría bastante, no ya tanto por su calidad, sino por el estereotipo de la persona asiática que nos presenta. Recordemos que San Francisco fue un núcleo preferente para la llegada de la inmigración china y Harte, como artista, la recoge con su pincelada. "The Heathen Chinee", también conocido por "Plain Language from Truthful James", de 1870, era el título del poema en cuestión.   

En 1871 lo deja todo, y se va de tour por América, a dar conferencias y promocionar sus obras y, aunque las conferencias eran rentables, Harte estaba rodeado de agentes que le sangraban en comisiones, y que, prácticamente, lo dejaron a él y a su familia en la miseria. Asique puso rumbo a Alemania a tomar posesión de su oficina consular. Hizo parada en Inglaterra para visitar la tumba del difunto Dickens, el cual, por cierto, había leído su obra y la apreciaba, y, de paso, saludar a Joaquin Miller, amigo y poeta que conoció en California. Poco tiempo después de su comisión en Crefeld lo trasladaron a Glasgow, lo que le facilitó el volverse a subir a la tarima para dar más conferencias, recordemos que el público inglés era gran admirador suyo, esta vez sin agentes que lo desangraran, con lo que, entre el puesto de funcionario y las conferencias, sus arcas engrosaron sustancialmente, aunque, cinco años después de su nombramiento se quedará sin la golosa plaza. Supuestamente lo retiró del circuito el presidente Cleveland. Algunos dicen que fue por una historia que leyó en el periódico Sun y que no debió de gustarle demasiado. El caso es que Harte se mudó a su querida Londres para no regresar nunca a su, igualmente, bien amada América.      

martes, 4 de octubre de 2022

Harte, ¿destacado en ...?

La prospección áurea que hicimos la semana pasada en el Kit de inglés me ha traído a la memoria a Francis Bret Harte, escritor desplazado. Harte nació en la capital del estado de Nueva York, Albany, pero se forjó, literariamente hablando, en California. Allí permaneció unos cuantos años, hasta que, comido por las deudas, aceptó un puesto de cónsul en Crefeld, Alemania, apadrinado por que su colega literario William Dean Howells, también cónsul, pero en Venecia. Y eso, a pesar de la mala prensa con la que le regó Mark Twain, breado y cansado de tener que socorrer a su supuesto amigo con préstamos constantes que Harte parece ser que nunca le agradeció, y que, peor aún, nunca quiso devolverle. 

loc.gov

A Harte, hijo de un profesor universitario especialista en Literatura Griega, muchos lo consideran el maestro y creador del relato que mejor supo captar la fiebre del oro en California. Y lo hizo con gracia, humor y delicadeza, aunque a veces, con su regionalismo, se le pueda tachar de sensiblero. Gran lector de los clásicos, Smollett, Goldsmith, Cervantes, Las Noches de Arabia, pero, sobre todo, de Dickens, su frágil estado de salud le obligó a que se educacara en casa, marchó a San Francisco en 1856, cuando solo contaba diecisiete años, aún con la imagen del padre que perdió a los once, titilándole en las pupilas. 

Y con los buscadores de oro se marchó. En los chamizos de Tuolumne County pasó tiempo buscando pepitas, que, para suerte nuestra, se materializaron en preciosas piezas literarias. Los cuentos de los argonautas o Brown de Calaveras son algunas de esas perlas. Decir que a Twain, por aquel entonces periodista del Morning Call de San Francisco, le llegaron noticias de las Calaveras después, cuando los hermanos Gillis, anfitriones de jugadores, mineros y hombres de vidas sombrías, le invitaron a que pasara el invierno de 1864 en su cabina. Al año siguiente, Twain nos dejó su propia versión en The Celebrated Jumping Frog of Calaveras County, historia que escuchó en un salón de boca de un tal Ben Coon y que lo catapultaría a la fama. 

Después de las prospecciones, Harte se colocó en la diligencia de la Adams Express Company, y, como en las películas del oeste, con el rifle cargado entre las piernas. Ocho meses después, lo tenemos de aprendiz de farmacéutico, pero casi envenena a un paciente con un preparado y tuvo que poner pies en polvorosa. De ahí, pasó al manejo de una imprenta, luego a profesor de escuela, y vuelta a San Francisco, pues, las familias de los alumnos que lo contrataron no podían seguir pagándole el jornal. Y, casualidades de la vida. Entró en el periódico Golden Era buscando colocación en la imprenta, y allí que se da de bruces con el que luego sería su odiado benefactor, Mark Twain. 

El jueves, segunda entrega...

domingo, 23 de diciembre de 2018

¿Quién trajo el pavo?

Y ya que se respira el ambiente navideño, una de celebraciones. La América de mediados del siglo diecinueve, cuando en las mesas de la clase media no podía faltar el pavo bañado en una salsa marrón hecha con la sustancia del animal. Tampoco se echaba en falta el famoso relleno, básicamente unas migas de pan con especias, patatas, y un pudding de ciruela. Pero la presencia del pavo y demás guarniciones no las puso en la mesa ningún americano, sino que fuera Charles Dickens el que, con su Cuento de Navidad, allá por 1843, los impusiera. Un pavo y no un ganso era el pájaro a desplumar. Fue en Nueva Inglaterra donde la historia de Ebenezer Scrooge y la familia Cratchit debió calar más hondo, quizás por la presencia de Dickens en esta zona el año anterior.

A Christmas joke with a point to it

Tras la Guerra de Secesión, el pobre pavo comenzó a usarse como aglutinante para reconstruir la maltrecha sociedad estadounidense. Había que encontrar una zona neutral en cada casa. Qué mejor que una tradición inglesa que llevarse a la boca. El pavo también prestó servicios con la llegada de inmigrantes, recordándoles que la americanidad estaba en sus adentros. 

Hoy por hoy, muchos no saben que hacer con el pavo, y las mesas, sobre todo las más acomodadas, lo han embuchado en la festividad de Acción de Gracias, tratando de diferenciarse de las mesas con menor despliegue culinario con presupuesto más ajustado. Pero para el tradicional, el pavo y el pastel de ciruela, de rigor.

lunes, 27 de febrero de 2017

¿Quién odia a los abogados?

Otro golpe de suerte para las letras. Al Ve y pon un centinela de Harper Lee y al I'd Die For You: And Other Lost Stories de Fitzgerald tenemos que añadir The Life and Adventures of Jack Engle, una novela perdida de Walt Whitman que estaba oculta en los archivos del Sunday Dispatch, un periódico de Nueva York. La revista Quaterly Review nos ofrece el documento.

En esta obra de corte autobiográfico, escrita en 1852 a lo Charles Dickens, Whitman arremete contra los abogados, sin duda, una de las profesiones más odiadas en Estados Unidos. Por lo visto, su padre fue víctima de las argucias de uno. Y, lo que son las cosas, al propio Walt tampoco es que le fuera muy bien con ellos.

El descubridor de The Life and Adventures of Jack Engle, Zachary Turpin, un estudiante de postgrado de la Universidad de Houston, no considera el hallazgo la mejor obra de Whitman, pero dice que es de una "belleza extraña" y que anticipa a Thomas Pynchon.

Un must read (imperdible) para los amantes de Dickens, Pynchon y de este Gran Americano (con permiso de Twain). Y para los que desprecian a los abogados, por descontado.