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domingo, 28 de julio de 2024

Hilar, devanar, doblar

Mientras la vicepresidenta se decide entre el gobernador de Pensilvania, Josh Shapiro, y el senador Edward Kelly, de Arizona, esposo, por cierto, de Gabrielle Giffords, la congresista demócrata que fuera víctima de un atentado en el 2011 en el que casi pierde la vida, vamos a darnos un respiro artístico con Dora Wheeler, hija de la renombrada Candance Wheeler, y a la que muchos consideran la primera diseñadora de interiores. 

Después de que su madre rompiera su relación profesional con el mago de los vidrios, Louis Comfort Tiffany, Dora (1856-1940) y su madre abrieron una empresa en 1883 dedicada al diseño textil. Por cierto, que dicha empresa cuenta con el honor de ser uno de los primeros negocios que se pusieron a funcionar en Estados Unidos con plantilla únicamente integrada por mujeres.

Para conocer a Dora, podemos irnos hasta el Museo de Cleveland. Allí nos saluda, sentada en la mecedora que tiene en su ático-estudio en Nueva York, con vestido azul hasta los tobillos y ojos bien abiertos que parecen estar llamando al que la contempla. William Merritt Chase es el pintor. Dora fue su primera alumna neoyorquina después de regresar de Europa. Es un jueves de 1882. Dora está esperando a que lleguen sus invitados para tomar el té. Detrás del inmenso jarrón sobre la mesa, se extiende un precioso tapiz amarillo con toques florales que cubre toda la pared. 

Dora comenzó a vivir entre algodones. Su padre, el señor Thomas Mason Wheeler, se dedicaba a los  negocios navieros en el puerto de Nueva York. Era un hombre de mentalidad progresista, lo que contribuyó a que tanto la madre como la hija pudieran desarrollar sus habilidades artísticas. En Nueva York asistió a una escuela cuáquera, aunque algunos años estuvo escolarizada en Alemania y en Suiza.  

Además de ser muy hábil en el manejo textil, también dominaba la ilustración de libros y los retratos. En 1886 estuvo en casa de un tal Mark Twain, gran amigo suyo, para retratarlo a él y a su querida familia. Twain no fue el único que posó para ella. También lo hicieron otros grandes, como Harriet Beecher Stowe o Walt Whitman. Su obra textil, Penélope deshaciendo su trabajo de noche, de 1886 y que está en el Museo Metropolitano de Nueva York, es bastante conocida, aunque fue su mural colgado en el Pabellón de la Mujer de la Exposición Mundial Colombina que se celebró en Chicago en 1893, la obra por la que, probablemente, alcanzara mayor reconocimiento, tal vez por su destino trágico, ya que en 1911, alojada en el edificio del capitolio de Nueva York, en Albany, quedó destruida en un incendio.

En cuanto a su vida personal. En 1859 casó con el abogado Boudinot Keith el cual fallecería en 1925. Dos hijos tuvieron juntos. Un hijo, Elisha, que también iba para artista pero que, desgraciadamente, se lo llevó la infame batalla del Somme, en la Primera Guerra Mundial. Y una hija, Lois, madre de Henry L. Stimson, secretario de guerra  con el presidente Taft, y de estado con Hoover, Franklin D. Roosevelt y Truman. 

A reengancharnos con sus maravillos hilos.