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domingo, 17 de enero de 2021

De derribos y complejos.

Corría 1990 cuando Harper Lee escribió a su amiga, Doris Leapard, contándole su aventura en el Taj Mahal, uno de los casinos de Donald Trump en Atlantic City, Nueva Jersey. El peor castigo que Dios hubiera podido diseñar para el pecador es obligarlo a que su espíritu resida eternamente en el Taj Mahal de Trump en Atlantic City”, le decía en la misiva. 

Años después, el Taj Mahal, con 106 violaciones tributarias en su primer año y medio de vida, según un informe de Hacienda, continúa alojando pecadores. Por lo visto el casino tenía la obligación de facilitarle al fisco los datos personales de todos aquellos viciosos que salieran del casino con más de 10000 dólares en las alforjas en un solo día, pero por una cosa o por otra, al casino se le pasaba enviar esta información. Quizás el hecho de que muchos de los clientes que venían a dejarse o llevarse la pasta fueran rusos mafiosos afincados en Brooklyn, según investigadores federales, tuviera algo que ver. 

El Rey de la deuda, mote con el que se ha calificado Trump, para evitar la quiebra del casino al poco tiempo de su inauguración, vendió un 50% de las acciones a precio de saldo y dejó a casi todos sus proveedores con el culo al aire. 

En el único Trump casino en el que no se encontraron irregularidades tributarias fue en el Trump Plaza, también en Atlantic City. Para febrero está prevista la demolición de esta plaza, un casino y el hotel. Un fantasma que se cae a cachos, porque los vientos no hacen más que morderle el cemento. El complejo, que ahora pertenece al multimillonario Carl Icahn, se lo quitó de encima el presidente en el 2009.  

Menos mal que no hay mal que por bien no venga y la demolición se va a subastar. Virtualmente. Se dará opción a apretar el botón que derribe estos mostruos mediante puja. Los beneficios irán a parar al Club de niños y niñas de Atlantic City. El alcalde Small cree que pueden sacar un millón de dólares de los catorce aproximadamente que cuesta tirar abajo solo el hotel. Pero, el terrenito, claro, me imagino que seguirá en manos de Icahn, que, en cuanto quede limpio, supongo procederá a levantar su complejo particular. 

lunes, 27 de febrero de 2017

¿Quién odia a los abogados?

Otro golpe de suerte para las letras. Al Ve y pon un centinela de Harper Lee y al I'd Die For You: And Other Lost Stories de Fitzgerald tenemos que añadir The Life and Adventures of Jack Engle, una novela perdida de Walt Whitman que estaba oculta en los archivos del Sunday Dispatch, un periódico de Nueva York. La revista Quaterly Review nos ofrece el documento.

En esta obra de corte autobiográfico, escrita en 1852 a lo Charles Dickens, Whitman arremete contra los abogados, sin duda, una de las profesiones más odiadas en Estados Unidos. Por lo visto, su padre fue víctima de las argucias de uno. Y, lo que son las cosas, al propio Walt tampoco es que le fuera muy bien con ellos.

El descubridor de The Life and Adventures of Jack Engle, Zachary Turpin, un estudiante de postgrado de la Universidad de Houston, no considera el hallazgo la mejor obra de Whitman, pero dice que es de una "belleza extraña" y que anticipa a Thomas Pynchon.

Un must read (imperdible) para los amantes de Dickens, Pynchon y de este Gran Americano (con permiso de Twain). Y para los que desprecian a los abogados, por descontado.

lunes, 12 de septiembre de 2016

Autores recuperan manuscritos

De vez en cuando, el mundo de las letras se viste de enhorabuena con la aparición de un manuscrito. Por ejemplo, me viene a la cabeza la alegría que debió sentir la nieta del señor Gluck, al levantar, en 1991, la tapa del baúl que, lógicamente dormía en el ático, y que custodiaba la primera mitad de Las aventuras de Huckleberry Finn (Adventures of Huckleberry Finn), obra de Mark Twain. Sesenta años fueron los que tuvieron que pasar para el glorioso rescate. 

Con Go Set a Watchman (Ve y pon un centinela) de Harper Lee, publicada el pasado año, solo pasaron cincuenta y ocho para que el borrador de lo que fuera Matar a un ruiseñor (To Kill a Mockingbird) saliera a la luz. Con el libro de Beatrix Potter, The Tale off Kitty-in-Boots que salió la semana pasada, tuvimos que esperar bastante más, ciento dos años, mientras que el de Scott Fitzgerald, cuyo lanzamiento está previsto para abril del 2017, con ochenta, se encuentra a caballo.

Las circunstancias en las que joyas como estas desaparecieron en su día son prácticamente imposibles de rastrear. Del señor Gluck, bibliotecario de la Young Men's Association de Búfalo, sabemos que le llegó un paquete desde Hartford, Connecticut, residencia de Mark Twain. Probablemente no lo almacenó pensando en su encuadernación. Pero la muerte le sobrevino dejando al manuscrito a merced de otras voluntades.

En el caso de Beatrix Potter, la escritora, ilustradora y científica de nacionalidad inglesa, es inevitable pensar que el estallido de la Primera Guerra Mundial tuviera algo que ver con la desaparición del manuscrito, pero también parece ser que su matrimonio y su enfermedad compartían culpabilidad.

Con Harper Lee, más cercana a nosotros en el tiempo, resulta mucho más fácil seguirle la pista al manuscrito, aunque este ha dado mucho que hablar, sobre todo por el oportunismo de HarperCollins, sello editorial propiedad del magnate Rupert Murdoch que lo ha publicado. Y es que muchos se preguntan si, Alice, Lee no hacía nada sin consultar antes con su hermana, hubiera dado el visto bueno a dicha publicación. Lee, enferma y recluida en un centro de atención, no pudo oponerse a la voluntad del sello, que esperó unos tres meses a contar desde el fallecimiento de la hermana a que saliera el anecdotario-borrador de la autora.

A Fitzgerald, el creador de El gran Gatsby, (The Great Gatsby), parece que fueron los tiempos y sus problemas con el alcohol los que lo arrollaron, no la soberbia calidad de sus escritos. Acostumbrado a contar historias de las flappers, alocadas de la edad del jazz, Hollywood comenzó a verlo casi como un fósil. Además, sus problemas con el alcohol le afilaron la causticidad, convirtiéndolo en un apestado. Aunque algunas de las historias que envió en Los tumultuosos treinta fueron aceptadas, Fitzgerald las mandaba directamente a las revistas a pesar de tener agente literario, debido, probablemente a la negativa de este a seguir apoyándolo económicamente, Fitzgerald se oponía a revisarlas, y eso que, desesperadamente, necesitaba el dinero.

Las historias aquí recogidas, se han agrupado bajo el título I'd Die for you, literalmente Moriría por ti, aunque desconozco si la traducción se va a respetar en español. Parece que el título en inglés se fraguó en Asheville, en Carolina del Norte, ciudad en la que Fitzgerald se recuperaba de tuberculosis y de su adicción, mientras Zelda, su esposa, otra gran artista, pintora y escritora, estaba hospitalizada en la unidad de psiquiatría de Highland Hospital. Fitzgerald murió en 1940, ocho años antes de que la sección del hospital en la que se encontraba Zelda, fuera presa de las llamas. Con este caldo de cultivo parece inevitable que el cinismo, la desilusión y la muerte fueran los reyes de estas magníficas historias que, no lo duden, leeré en cuanto salgan.