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jueves, 26 de septiembre de 2024

Al día

Hace unos días hablábamos de la propaganda republicana electoral y de su originalidad. Comentaba la perseverancia del partido, que tengo el buzón que echa fuego. Y hablando de fuego. En Tempe, Arizona, el 23 de septiembre la oficina de la candidata demócrata, tiroteada. Afortunadamente no ha habido que lamentar daños personales. Por lo visto esta misma oficina la semana antes también fue asaltada. 

Más. A la candidata verde, Jill Stein, la han sacado de la papeleta de candidatos en el estado de Nevada, y eso que iba representada por un letrado que había defendido a Trump en causas anteriores. Por lo visto en este estado la diferencia de votos entre Harris y Trump es nimia. Lógicamente la presencia de Stein podría alterar los resultados, en especial los demócratas. 

Otro. En la carretera también tenemos al equipo Trump. Tulsi Gabbard y el jovencito Kennedy, al que también le ha salido escándalo faldero por una relación fotográfica con una periodista del New York Magazine, abrieron telón en Las Vegas. 


Otro. Ayer Harris volvió a Pittsburgh, aquí parece que se decidirá el futuro del país, para hablar de economía y sus planes para invertir en nuevas tecnologías, sobre todo en inteligencia artificial y blockchain. Recordemos que Pittsburgh es la ciudad del acero. La pervivencia de este producto se respira en toda la zona. Incluso el equipo de fútbol americano le rinde honores. 

Y en Pittsburgh seguimos sin recibir las papeletas electorales para emitir el voto por correo, y eso que la carta con el voto dentro tiene que llegar a la oficina electoral pertinente antes del 5 de noviembre, esto es, el día de las elecciones. Por fin el Partido Demócrata ha contactado con sus vecinos. En mi caso lo hizo a través de dos fotocopias en blanco y negro. Mejor dicho, tres, una hoja a dos caras. Recibí la entrega precisamente al día siguiente de publicar esta entrada, en la que mencionaba la inexistencia de propaganda electoral de este partido.

Colgaba la ropa en el tendedero cuando una mujer menuda y rubia llamó a la contrapuerta. Conocía nuestros nombres. Me preguntó si íbamos a votar por correo y pareció quedar satisfecha con la respuesta. Le comenté que era la primera persona del Partido Demócrata en dejar propaganda electoral. Respondió a este comentario diciéndome que ella pertenecía al AFL-CIO, la Federación Estadounidense del Trabajo y Congreso de Organizaciones Industriales, la federación de sindicatos más grande de Estados Unidos. La Federación apoya, para el Senado de Estados Unidos, a Bob Casey, y, para el Senado estatal, a Nick Pisciottano. Desde esta visita no ha habido más propaganda electoral ni fotocopias de este partido, apelando al dicho de "a buen entendedor", y, de paso, aportando un tanto al beneficio ambiental.     

El partido verde de Jill Stein y el libertario de Chase Oliver sí aparecerán en las papeletas de Pensilvania. 

lunes, 5 de diciembre de 2016

Stein: Recuento2016


Jill Stein, la candidata del Partido Verde, sigue adelante en su campaña para demostrar la transparencia del proceso electoral, pero Trump no la deja. Sus abogados se están movilizando para pararle los pies. En su cuenta de Twitter el 27 de noviembre Trump nos dejó esto:
Serious voter fraud in Virginia, New Hampshire and California - so why isn't the media reporting on this? Serious bias - big problem! (Grave fraude electoral en Virginia, Nuevo Hampshire y California, ¿Por qué los medios no informan de esto? Muchos prejuicios. Un problema muy grave.  
Y está en su derecho ¿y en la obligación? de reclamar si es consciente de que en estos estados ha existido el fraude electoral. Pero, lógicamente, no le renta. En su lugar, se ha sentado a esperar, sabiendo que la pataleta se llevaría por delante el dos por uno: demócratas y verdes. De la riada, solo se queda con la condición de víctima.

Trump se estará frotando las manos. La diversión, garantizada. Como lo es el odio que está logrando cargar entre sus votantes hacia ese dos por uno que apenas puede tenerse en pie.

Stein ha sido capaz de recaudar, hasta la fecha, casi 7 millones de dólares en donaciones particulares para el recuento en Michigan, Wisconsin y Pensilvania, pero ha tenido que abandonar en este último estado y elevar su causa a nivel federal porque, con la fianza que le pedían, un millón de los siete, pronto se veía pelada.

Pero los dineros de los contribuyentes se van a ver afectados porque pagar las insidiosas costas de los abogados, las labores de rastreo de la maquinaria electoral y la mano de obra implicada son un saco sin fondo.

El lunes Stein presentará la demanda. También el lunes, a los pies de la Trump Tower, se concentrará para defender sus demandas y dar una conferencia de prensa.

Lo mismo Trump, como parte de su distracción, se baja a saludarla y a darle las gracias.

domingo, 27 de noviembre de 2016

Huesos del pavo, ¿atragantados?

Como era de esperar, Wisconsin va a proceder al recuento. Su primer recuento de votos presidenciales desde que se formó como estado. Lo que me ha dejado un poco perpleja es que la petición haya venido de la mano de Jill Stein, la candidata del Partido Verde, aunque, bien pensado, si Clinton quería lavarse las manos en este asunto es lo mejor que le podía pasar, independientemente de que los escoldos de una posible investigación en su contra puedan volver a reavivarse.

Me temo que el enjuague se va a quedar a medias, porque Marc Elias, el abogado de la campaña electoral de Clinton, ha declarado que "como no encontramos pruebas de piratería o intentos externos de alterar el voto electrónico, no pensamos usar esta opción. Pero ya que se ha iniciado el recuento en Wisconsin es nuestra intención participar para asegurar que el proceso transcurre de una manera justa para las partes involucradas".

No dudo de los buenos propósitos de Stein cuando habla de "Crear un sistema en el que todos podamos confiar", y quizás esté en lo cierto de que solo así podrán disiparse las dudas sobre la transparencia del proceso electoral, aunque disipar los nubarrones sea a precio de californio. Pero este ir al rebufo de los demócratas da que pensar.

Y digo yo que, para evitar ese dar que pensar, el presidente entrante, ¿no podría unirse a los esfuerzos del recuento? Al fin y al cabo fue él el que declaró que si perdía las elecciones podría no acatar el resultado.

Ojito con esos huesos.

martes, 23 de agosto de 2016

Me presento o no me presento.

Seguramente que, por los medios de comunicación, tendemos a pensar que en las elecciones estadounidenses solo existe sota o caballo, Clinton y Trump: pues no. De hecho, la lista es larga. Siempre y cuando se las apañen para recabar un número de firmas que, sí, lo han adivinado, varía según estado, cortesía jeffersoniana, cualquiera puede presentar su candidatura a la presidencia. Así, tenemos a Joseph "Joe Exotic" Maldonado, el cual se autodefine como un hombre común para todos, o a Brian Briggs, amante de la música, nos confiesa, o a Samm Tittle, ciudadana, emprendedora y defensora del mismo trato para todos. Sin ir más lejos, en mi post del 10 de agosto mencioné el salto de un nuevo candidato, Evan McMullin, a la arena política.

Pero siempre se puede hacer el más difícil todavía, admitiendo candidaturas espontáneas. ¿Sabían que en las papeletas, si no aparece el nombre del candidato que queremos que nos represente, podemos incluirlo? Bastará con escribir su nombre y apellido (en Estados Unidos solo se lleva uno). Por supuesto, la normativa que regula la inclusión espontánea de un candidato difiere de estado a estado, y solo cuarenta y tres permiten esta modalidad, pero aún así, una candidatura escrita, respaldada en las elecciones, técnicamente podría ganar unas elecciones.

Con esta mano ancha hay algunos que se toman el proceso electoral en plan jocoso, añadiendo nombres de superhéroes o de otros guerreros de carne y hueso como Chuck Norris a la papeleta. Nuestro odiado vecino también puede ir en el lote. En el estado de Georgia, por ejemplo, se recogieron unos 4000 votos proponiendo a Charles Darwin como candidato.

Pero también existen partidos más potentes, manzanas de la discordia, a los que los grandes suelen achacar su derrota. Parece que esa es la cruz que lleva a cuestas el Partido Verde desde las disputadas elecciones del 2000 y que dieron la victoria a Bush por un escaso margen. A Ralph Nader, el representante de los Verdes por aquel entonces, se le señaló como el culpable de aquella hecatombe. 

Hoy, la imputada es Jill Stein, la portavoz de dicho partido. Y todo apunta a que los republicanos la adoran. No creo que sea por su impresionante currículum. Doctora especialista en medicina interna, estudió en Harvard, dejó aparcada la medicina para dedicarse a la política tras veinticinco años de práctica. Desencantada con la decisión demócrata del estado de Massachusetts, estado en el que operaba ella, de desestimar la Clean Elections Law (Ley de Transparencia en las Elecciones), por la que se pretendía reducir el poder de las subvenciones procedentes de potentados, Stein decidió marcharse. No fue hasta las elecciones del 2012 cuando se presentó como candidata repitiendo en el 2016. 

Tampoco creo que la pasión republicana se deba a sus visiones sobre el cambio climático, más cercanas, quiero suponer, a las de los demócratas que a las del Viejo Gran Partido (al Partido Republicano también se lo conoce por las siglas GOP, Grand Old Party). Seguro que tampoco es porque el copiloto de Stein, Ajamu Baraka, defensor de los derechos humanos, con inclinaciones izquierdistas y, en cierta manera, muy Trump, ni tiene pelos ni se muerde la lengua, les vuelva locos. Qué puede ser entonces. Estrategia. Parece que, algunos de los republicanos que no comulgan con los designios autorizados, van a votar por Stein, en un nuevo intento por dividir el voto demócrata. Hay que tener en cuenta que, para un partido de exiguos recursos, la financiación estatal para permanecer en la carrera presidencial es vital. Un 5% de los votos garantizarían su presencia en las elecciones del 2020, y, quizás, en la espera, germinaría el embrión de un nuevo candidato republicano capaz de recuperar a esos disidentes. Stein, por supuesto, es consciente de ello, pero no le importa llevar la cruz si con ello consigue asegurar la representación de sus ideales.

Aunque, pensándolo bien y visto lo visto, lo mismo era capaz de apañárselas con el boca a boca, ¿no les parece? Y ustedes, ¿permitirían las candidaturas espontáneas?