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jueves, 6 de julio de 2017

Glory, glory, hallelujah!

Si la semana pasada hablábamos de John Brown, para muchos el primer terrorista estadounidense, esta semana continuamos con la ventolera patriótica. Esta vez de manos de la que es considerada, la Great American Mother (la Gran Madre Americana), Julia Ward Howe (1819-1910).


Aunque procedía de una familia adinerada, la vida decimonónica no se lo puso nada fácil. A su esposo, el doctor Samuel Gridley Howe, licenciado por la Universidad de Harvard, veinte años mayor que la artista y director de la Escuela Perkins de Boston para personas con discapacidades visuales, no le iba que la mujer se dedicara a buscar su liberación en la pluma. Fue ya casi al final de su vida, cuando se dio cuenta de que nunca podría parar los esfuerzos de Julia, por aquellos años ya más interesada en los derechos de la mujer y las cuestiones sociales que en la escritura. 

Aunque poeta, ensayista y autora de libros de viajes a Ward Howe principalmente se la recuerda por entregar las letras del The Battle Hymn of the Republic (El Himno de la Batalla de la República). Para refrescarnos la memoria adjunto una versión con la voz de un magnífico: Johnny Cash.

El Himno, también conocido por Mine Eyes Have Seen the Glory (Mis ojos han visto la gloria), fue escrito en 1861 y publicado al año siguiente. La pieza utiliza la melodía de la canción John Brown's Body (El cuerpo de John Brown), una marcha anónima de carácter religioso sobre el abolicionista John Brown que pareció surgir durante el Segundo Gran Despertar o Segundo Gran Avivamiento (1790–1840) cristiano. 

Se dice que fue el afán de purgar la obscenidad y la irreverencia de la letra primigenia lo que motivó al teólogo James Freeman Clarke, amigo de la autora, a proponerle una reescritura de las letras. Otros dicen que fue la propia Julia la que oyó canturrear John Brown's Body a las tropas de la Unión en una visita que hizo a un campamento militar en la zona del río Potomac, cerca de Washington D.C durante la Guerra de Secesión, y decidió ponerse manos a la obra. Fuere lo que fuere no cabe duda de que las ascuas del viejo John Brown aún no se han extinguido. Sin ir más lejos, Steinbeck tomó uno de los versos de la autora, aunque esta a su vez se basara en el Apocalipsis, para crear, probablemente, su obra más famosa. Las uvas de la ira. 

jueves, 29 de junio de 2017

El primer terrorista estadounidense

Uno de los asuntos en el que los estadounidenses no logran ponerse de acuerdo es en decidir si John Brown fue un terrorista, el primero que dio esta tierra. Hasta la fecha, y eso que han pasado desde que lo ajusticiaron en 1859 en Charles Town, en la actual Virginia Occidental, unos cuantos añitos, seguimos con las mismas. Y parece que va para largo.

Son muchos los calificativos que a este abolicionista nacido en 1800 en Torrington, Connecticut, se le tienen reservados: demente, mesiánico, mártir, terrorista, por nombrar unos cuantos. ¿Y qué hizo para granjearse tanta visceralidad? 

Reclamar, por medio de la violencia, la abolición de la esclavitud. No le importaba arriesgar su vida y la de sus hijos si con ello alcanzaba dicho propósito. En 1859 dirigió un ataque en Harpers Ferry contra el arsenal federal para incitar la insurrección de los esclavos, aunque en Kansas, ya tuvo ocasión de dirigir ataques y coordinar asesinatos de algunos terratenientes esclavistas.

Decir que John Brown era blanco y celoso calvinista. Seguramente a muchos blancos, además de parecerles incomprensible que apoyara una causa que ni le iba ni le venía, la violencia contra los suyos para legitimar los derechos de unos esclavos tampoco es que les hiciera mucha gracia.
  
Brown no consiguió su objetivo, incluso se llevó por delante la vida de un trabajador negro. Eso sí. Muchos coinciden en señalar a Brown como la mecha que hizo prender la Guerra de Secesión y no la elección de Lincoln. Por cierto que, entre los asistentes a su ejecución pública, se encontraba John Wilkes Booth, tristemente recordado por asesinar al presidente.