Hoy, 15 de marzo, se conmemoran setenta años del fallecimiento de uno de los seguidores más fieles del inimitable Poe: Howard Phillips Lovecraft.
Al igual que su maestro, tuvo una vida corta. Como al bostoniano, (Lovecraft era de Rhode Island), parece que los problemas mentales también le perseguían. Los climas de la Nueva Inglaterra no deben ayudar mucho en lo que se refiere a la salud mental. En cambio, sí que dan para fantasmas, monstruos y seres míticos, como su famoso Cthulhu. Que se lo digan a Stephen King, su vástago, que vive en Maine.
Lovecraft, como a Poe, le sobraba inteligencia. Era muy versado en Astronomía, aunque las Matemáticas se le resistían. Lector y escritor ávido, su epistolario es ingente, conocía la obra de dos grandes pesimistas: Spengler y Nietzsche. Con este material, claro, no le quedaba otra que pensar que, con el progreso y el avance de la ciencia y la tecnología, el hombre no sobreviviría.
Como a muchos escritores de la época, se le ha tachado de racista y de tratar a las mujeres en sus obras con poca humanidad. Y es cierto. Pero también hay que decir que Lovecraft practicaba una xenofobia selectiva y extraña. Lógicamente los de descendencia inglesa eran los elegidos, seguidos de los hispanos y los judíos, mientras que los afroamericanos, los católicos irlandeses y los inmigrantes alemanes se llevaban la peor parte.
Lovecraft, no solo creó criaturas imaginarias, también universidades. Sí. La Universidad de Miskatonic, supuestamente en Arkham, una ciudad ficticia en Massachusetts. Y es que en las universidades es harto probable encontrar este tipo de criaturas.