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martes, 16 de abril de 2024

Francis Scott Key y el himno nacional.

Hoy, una entrada sobre Francis Scott Key, cuarto fiscal de Distrito de Columbia, poeta y pariente de otro Francis Scott Key, también escritor, Francis Scott Key Fitzgerald. Últimamente el nombre del abogado escritor está en boca de todos por el trágico accidente en el puente de Baltimore que lleva su nombre.

Dicen que, como poeta, Francis Scott Key no destacaba. Sin embargo, tuvo la proeza, y la originalidad, de dar en la fibra sensible del corazón americano creando las estrofas del himno nacional estadounidense. The Star-Spangled Banner (La bandera tachonada de estrellas).  

Parece ser que la inspiración para crear el himno le vino durante la guerra anglo-estadounidense, en concreto la madrugada del 14 de septiembre de 1814, a bordo de un barco de rescate que había sido interceptado por fuerzas enemigas. A lo lejos, el bombardeo del fuerte McHenry, lugar que, hasta hace unos días, ocupaba el puente con su nombre. Fue la visión de la bandera ondeando en el fortín el detonante creativo. Mencionar que la bandera la cosió, con ayuda de su hija Caroline, Mary Pickersgill, una viuda de Baltimore. El pendón tenía unas dimensiones considerables, quince barras, cada una de dos pies de ancho, y quince estrellas blancas, de ahí que tuvieran que dar las puntadas en el suelo de una fábrica de cerveza. El cobro de la bandera ascendió a $405.90 de la época. Ya en tierra, ese mismo día Francis Scott Key escribió las cuatro estrofas en un bar de Baltimore. En cuanto las terminó, corrió a enseñárselas al juez Joseph H. Nicholson, su cuñado, que es el que se encargó de publicarlas.  

Las críticas del himno nacional han venido por distintos flancos: tenores de reconocido prestigio se quejaron de que las notas eran demasiado altas y que era imposible cantarlo. Concursos para dar con un nuevo himno no faltaron. Esta rebelión ya se dejaba notar en plena guerra de Secesión, en 1917 o en 1929. En la convocatoria de ese año, el prestigioso poeta Edwin Markham se hizo con el premio, pero quedándose sin aprobación popular. También el poema America the Beautiful, América la bella, de la profesora y escritora Katharine Lee Bates, poema al que se le puso música en 1904, se sometió a la aprobación popular. Pero nada. Otros se quejaban de que la melodía era demasiado británica, el mal contra el que, precisamente, combatieron. La tonadilla bebe de To Anacreon in Heaven, A Anacreón en los cielos, la canción oficial de la Sociedad anacreóntica, un club de música de Londres. Para empeorar las cosas, el himno sonaba como canción de taberna, de esas que los asiduos suelen entonar con jarra de cerveza en mano. Fue durante la Ley Seca, lógicamente, cuando más atención se prestó a este argumento. Del ámbito espiritual llovieron críticas argumentando que, el himno, era una arrogante apología de la violencia. Los que denostaban la letra se quejaban de que esta era imposibles de recordar. Fuese como fuese, el himno, a pesar de no gustarle a unos cuantos, consiguió hacerse hueco en la mesa presidencial para que Hoover, un 3 de marzo de 1931, ratificase su eterna permanencia.