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jueves, 28 de julio de 2022

Siempre nos quedará el tufo.

Hace tiempo que ya hablamos de limones, y esta semana retomamos uno bastante agrio. Se trata del llamado Test del limón, una comprobación que consta de tres partes y que el Tribunal Supremo estadounidense había estado utilizando para decidir si una ley infringía la denominada Cláusula de Establecimiento de la Primera Enmienda, la cual dice que "el Congreso no creará ninguna ley en relación al establecimiento de una religión ni prohibirá el libre ejercicio de la misma".

Cortesía USDA ARS.

La prueba del limón consta de tres partes: 

  • Una ley debe tener carácter secular
  • La intención primordial no puede favorecer ni obstaculizar ninguna religión
  • El gobierno no puede verse excesivamente envuelto en cuestiones religiosas.

El test salió del caso Lemon contra Kurtzman, de 1971, cuando el Tribunal Supremo tuvo que dirimir si el gobierno podía destinar fondos para los colegios privados de carácter religioso. Dos estados, Pensilvania y Rhode Island, aprobaron estatutos que contemplaban ayudas económicas destinadas a las escuelas privadas, muchas de ellas, de espíritu religioso. Estas subvenciones irían destinadas a la compra de libros de texto, material didáctico para impartir asignaturas sin color religioso y para animar los salarios de los profesores de estos centros. Pero el Supremo, por aquel entonces su presidente era Warren Burger, determinó que el Test no cumplía con el último requisito: el tufo religioso del gobierno se hacía notar.

Y ahora, desde que nos enteramos gracias a la devoción de Peggy Nienaber, vicepresidenta de Liberty Counsel, una organización de corte evangélica de que "reza en el interior de la sede del Tribunal Supremo con sus Señorías", (se desconoce si lo hace con el Supremo al conjunto o solo con algunos de sus miembros), y de que sus cinco fervientes Señorías católicas de dedo republicano, Roberts, Thomas, Alito, Kavanaugh y Barrett odian al cítrico, (lo estrujaron de lo lindo cuando vieron con buenos ojos las reivindicaciones de Kennedy, un entrenador de fútbol que tenía por costumbre, después de cada partido, arrodillarse en el campo de juego para lanzar sus plegarias motivadoras a sus muchachos), parece que el tufo está más reconcentrado. 

domingo, 6 de marzo de 2022

Al ritmo del Convoy.

Hace unos días que tenemos la versión estadounidense del Convoy de la libertad canadiense dando vueltas por Washington D. C. Salieron a las 9:30 de esta mañana (aquí todavía es domingo) hacia la autovía de circunvalación. Camiones y pesos ligeros dieron sus dos vueltas correspondientes y se volvieron a Hagerston, lugar del que salieron. Han dicho que, mañana lunes, vuelven a darse otro paseillo a protestar por la emergencia nacional y las restricciones que estableciera el por entonces presidente Trump por la pandemia y, de paso, a pedir que el Congreso investigue la responsabilidad gubernamental. Así, hasta que los escuchen. De momento, estarán una semana defendiendo en la carretera la Primera Enmienda, la libertad de expresión.  

Cortesía de  USDA ARS

El convoy estadounidense se llama People’s Convoy, el Convoy del pueblo, y salió del sur de California hace una semana. Unos ocho kilómetros de no vacunados en sus vehículos. Y la gasolina y el diésel por las nubes...

Aquí va canción de los 70 que, seguramente, conoceremos. Esta pieza titulada, como era de esperar, Convoy, ya comenzó a sonar con los camioneros antivacunas del Canadá y me parece que va a estar retumbando unos cuantos días.