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lunes, 6 de junio de 2022

¿Clark Gable y dónuts?

loc.gov

Inevitable que abramos la semana con la historia del dónut. Parece ser que, en la colonia holandesa de Nueva Ámsterdam, la actual Manhattan, ya se estilaban, y recibían el nombre de "pasteles grasientos". 

Fue a mediados del siglo XIX, cuando, a la madre de un capitán de barco de Nueva Inglaterra, la señora Elizabeth Gregory, se le ocurrió hacer el dónut con nuez moscada, canela y piel de limón para que su hijo y la tripulación evitaran el escorbuto. En el centro, un puñado de frutos secos, de ahí que lo llamara "masa de frutos secos", en inglés "doughnuts". En cuanto al agujero del centro, el hijo de la señora Gregory, nuestro capitán, reclama su invención. 

Pero no fue hasta la Primera Guerra Mundial cuando el dónut se hace más fuerte. Más de 250 voluntarias de la Salvation Army (Ejército de Salvación) se desplazaron a Francia para dar de comer a sus hombres. Y una de las recetas que rescataron fue la del dónuts. Por lo visto, en un casco de guerra eran capaces de freír hasta siete de una tacada. 

En 1938, para honrar la figura de estas voluntarias, las llamadas "chicas del dónut" y, de paso, sacar dinero, a la Salvation Army, organización religiosa cuyos miembros solemos ver en invierno a las puertas de los centros comerciales tocando una campanilla para que los transeúntes les den un donativo, se le ocurrió poner en práctica una festividad pastelera anual que luego se convertiría en el Día Nacional del Dónut. Decir que el actor Clark Gable también contribuyó a la popularidad de la rosquilla gracias a la comedia romática de 1934, Sucedió una noche. Hay una escena en la que el periodista, interpretado por Gable, le enseña a la consentida heredera, (Claudette Colbert), cómo mojar un dónut correctamente. 

Ahí lo dejo...

miércoles, 15 de marzo de 2017

Mes de la Mujer: Nellie Bly

Abrimos la serie dedicada al Mes de la Herencia Femenina.

Mucho antes de que llegara Hildi Johnson o de que Johnny Barrett entrara en su Corredor sin retorno, estuvo Nellie Bly, o mejor dicho, Elizabeth Jane Cochran, reconocida como el mejor reportero estadounidense de todos los tiempos. De ella nace el periodismo de investigación, aunque le costó ponerlo en marcha, porque, como era de esperar, muchos, esgrimiendo su condición de fémina, tiraban de zancadilla, pues solo las locas se atrevían a salirse del circuito casero. 

Menos mal que vio un artículo titulado What Girls Are Good For (Para lo que sirven las chicaspublicado en el Pittsburgh Dispatch en el que se trataban las labores a las que las mujeres debían entregarse. El articulito la enfureció tanto que mandó su respuesta bajo el pseudónimo de la Pequeña Huerfanita (The Little Orphan Girl). 

El editor George Madden que, afortunadamente, tenía dos luces, pronto se dio cuenta de la valía de la joven, aunque eso sí, la obligó a que se cambiara el nombre porque en primer lugar las mujeres no trabajaban, pero ya que se había echado la manta a la cabeza, tenía que escribir bajo pseudónimo. 

Comenzó con artículos normalmente dedicados a los aspectos de la vida femenina. Moda, jardinería y cotilleos, sobre todo. Pero Nellie, una mujer de acción y de fuerte conciencia social comenzó a cansarse de estas limitaciones. La crítica empezó a despuntar en sus artículos. Asuntos de cierta gravedad, como el divorcio o las condiciones laborales de las mujeres rozaron su pluma. 

Se granjeó muchos admiradores pero, como suele pasar, la voz de los detractores es más estridente, así que cuando los afectados amenazaron con retirar los anuncios publicitarios del periódico si Nellie seguía empeñada en perseguirlos con su pluma, volvió a la sección de jardinería. Ese día cumplió con el artículo asignado, pero lo acompañó de la carta de renuncia. 

Después la vemos en México unos meses. La crítica que le hizo al por entonces presidente, Porfirio Díaz, sobre el encarcelamiento de un periodista, la obligó a salir disparada del país. 

De regreso a Estados Unidos se instala en Nueva York, donde, tras varios meses de infructuosos intentos para encontrar trabajo, por fin consigue que John Cockeril, el editor jefe del periódico de Joseph Pulitzer, The New World, la contrate. 

Y no comienza precisamente en la sección de jardinería, sino que la envían con una identidad falsa, práctica que hoy en día no está permitida, por cierto, a cubrir las condiciones de una institución mental. En los diez días que estuvo le sobró para denunciar la penosa situación en la que se encontraban las internas. La denuncia social no quedó aquí. También era el látigo de esos persuasores profesionales, los famosos lobbies.

En 1889, digo yo que aburrida del escritorio, se echó al mundo a ver si podía batir el récord de los 80 días de Julio Verne. Le sobraron casi ocho. A su paso por Francia, Verne, lógicamente, la estaba esperando. 



Con la fama bajo el brazo y otro despido, The World se negó a darle un tanto por ciento de los beneficios aunque luego volviera a trabajar para ellos, Nellie se echó a la carretera para dar conferencias y hablar de su libro. 

La Primera Guerra Mundial da con ella en Austria, mientras visitaba a una amiga, lo que, casualmente, da pie a que nuestra heroína se convierta, por si era poco, en la primera corresponsal de guerra estadounidense. 

Si esto no es legado...