He aquí uno de los causantes de que las mujeres americanas se buscaran las mañas para alistarse en las filas de la Unión o de la Confederación. Un Bill Gates de la época, (no lo digo por el dinero, aunque parece que no le faltaba, sino porque también le dio calabazas a Harvard), fue el primer editor del periódico Boston Daily Globe. Maturin Murray Ballou. Experto en libros de viaje, con su novela Fanny Campbell, the Female Pirate Captain: A Tale of the Revolution (Fanny Campbell, la Capitana Pirata: Una Historia de la Revolucion) bien se puede decir que revolucionó las entrañas de algunas lectoras, animándolas a servir a la causa. Quizás algunas de ellas tuvieran en mente a las Agustinas de Aragón o a las Juanas de Arco de épocas anteriores, pero sin lugar a dudas, esta pirata lanzada por amor a surcar los mares en 1844 tuvo mucho que ver con el arrojo de unas cuantas soldados poco tiempo después.
El libro se vendió tan bien que, a su estela, se montaron otras lineas con éxito parejo. Como el Scrimshaw. Famosas y valiosas obras de arte que utilizan marfil, dientes o huesos para grabar, pintar o esculpir figuras. Los balleneros estadounidenses del siglo XVIII, entre ballena y ballena mataban las horas hundiendo las manos en las mandíbulas de los cachalotes inertes que luego, en tierra, vendían.
Por cierto, que la tal Fanny Campbell alcanzó tales dimensiones, que la gente pensaba que se trataba de un personaje de carne y hueso. ¿Tendrá su scrimshaw?