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jueves, 5 de mayo de 2022

La sombra de Trump es alargada...

Con el topo que nos ha traído este pelotazo del Tribunal Supremo, varias cosas nos han quedado claras. La primera es que la seguridad del Tribunal deja mucho que desear, y la segunda es que la mano de Trump, más envalentonada con la victoria de su delfín, J.D. Vance en las primarias republicanas de Ohio, sigue revolviendo en busca de un nuevo mandato. 

loc.gov Fotografía Dorothea Lange 



La pócima que Trump nos hiciera beber bajo su dominio con la elección de tres señorías supremas está surtiendo el efecto deseado. Para proceder al desencanto pocas soluciones hay. Se me ocurre la posibilidad de engordar al Tribunal con menos señorías radicales, porque, meter en la Constitución, de una vez, el derecho al aborto, con todas sus letras, requiere dos terceras partes del Congreso y el Senado, y eso es harto improbable. 

También ha quedado claro que al Supremo le importa un pimiento el derecho a la privacidad de la Decimocuarta Enmienda, aunque ya sabemos que si uno tiene pudientes y es de buena raza, a poder ser blanquito, cristiano, y rizando el rizo, evangélico, pues que se valga de la Decimocuarta y de lo que quiera para arreglar a su heredera. "Está de vacaciones" o "en cura de reposo". Y tira millas. Hipocresía. 

A su señoría Kavanaugh tampoco le falta desparpajo, digno del mejor Trump, cuando, en una reunión privada le anunció a la senadora republicana, Susan Collins, que consideraba el asunto Roe "una ley zanjada". Olvidó mencionar la fecha, supongo. Cuajo parecido tuvo el honorable Gorsuch, cuando le confió al senador republicano Lindsey Graham, "que antes se hubiera marchado que dejar que Trump le pidiera derogar Roe". 

De la visceralidad que produce este asunto, no cabe duda de que Trump y los suyos están sacando buena tajada de su grey, que, enervada con el pegamento de que las mujeres que quieren o necesitan abortar son todas unas criminales, aflojan la pasta para pararles los pies y, de paso, adjudicarles una vida no deseada de la que, tal vez, nunca puedan escapar. Es preferible, para que la conciencia republicana se quede a gusto, decidir que estas mujeres queden esclavizadas a una criatura que, seguramente, no se criará en un barrio fetén y no tendrá institutriz en casa para que lo instruya en los deberes y derechos del buen ciudadano. 

Por desgracia, esa criatura como ninguna otra corre el peligro de quedar atrapada en las filas de la pobreza, la marginalidad o la delincuencia. Por supuesto, la sociedad se hará cargo de su sustento, hasta que la máxima instancia judicial, avalada por los esfuerzos republicanos, haga otro borrador con sus interpretaciones, dispuesto a cargarse de un plumazo la asistencia social. 

Parejas del mismo sexo que no sean de rancio abolengo, ¿en los siguientes borradores del Supremo? 

jueves, 23 de enero de 2020

Ese niño es mío

Y aprovechando que el pin parental está on por las Españas y que en la Carnegie Library, la biblioteca pública de Pittsburgh, también tenemos meneíto con la Drag Queen Story Hour (Hora del cuentacuentos infantil de la mano de una artista Drag Queen), marchando una de aniversario del Caso Roe contra Wade, o lo que es lo mismo, el derecho a decidir si se quiere seguir adelante con un embarazo o no. Cuarenta y siete años hace, un 22 de enero de 1973, que entró en vigor este derecho en Estados Unidos y sigue amenazado.

Group of mothers and babies on Hilo, Hawaii, who come regularly to the A.R.C. baby welfare conferences. Left to right: Japanese, Chinese

Un problemita que, según la profesora de la Universidad de Illinois, Urbana-Champaign, Leslie J. Reagan, autora del que es, probablemente hasta la fecha, el mejor libro sobre la historia del aborto en Estados Unidos, When Abortion Was a Crime (Cuando abortar era un delito), comenzó en 1880, ya que antes, abortar era una práctica bastante común que no se consideraba delito, siempre y cuando la mujer abortara antes de cruzar la barrera de los cuatro meses, momento en el que el feto ya da sus pataditas. Pero fue, una vez más, gracias a la inestimable ayuda de los doctores, la que impuso mayores restricciones a la capacidad de decisión de la mujer. En esta ocasión no fue la religión, no, la que tiraría de ese carro, aunque a nadie le amarga un dulce. 

Fue la American Medical Association (Asociación médica americana) la que comenzó a menear la cola en 1857, pero el que más latigazos daba sin duda fue el doctor Horatio Storer, ginecólogo y obstetra licenciado en Harvard y fallecido en 1922. A él le debemos el éxito de su dominadora cruzada en este país. Una vez más, el negocio. Y las ganas de fastidiar, claro. A las mujeres, se entiende. Primero, porque el doctor veía como las matronas y los homeópatas le estaban quitando clientela y había que asegurar el filón fuese como fuese. Además, los hospitales estaban en sus comienzos y la abortona traía a toda la parentela, esposo, hijos, suegros, primos, amigos y conocidos, y no era plan de estar tirando el dinero por la ventana. (Estas mujeres solían ser de clase media alta). Y digo lo de ganas de fastidiar porque, por aquellos años, las mujeres ya estaban pidiendo que les dejaran entrar en las aulas de Harvard para estudiar ginecología y obstetricia y no querían permitir semejante descaro. 

Storer por lo visto era un buen patriota: había que incentivar que las blancas tuvieran más hijos. Si no lo hacía, el país caería en manos de los negros, los católicos, los mejicanos, los chinos o los indios. Pero aunque esta práctica se hizo ilegal, muchas mujeres se vieron obligadas a llevarla a cabo. Durante la Depresión, por temor a perder el empleo, (a las mujeres que trabajaban no se les permitía estar casadas y mucho menos tener hijos), el número de fallecimientos por abortos clandestinos subió considerablemente. En las dos décadas siguientes se calcula que el número de abortos osciló entre los 200000 y el 1, 2 millones anuales. Y en los 60 nos plantamos con el movimiento hippy y las burguesas liberadas que buscan apropiarse de sus derechos reproductores.

El entusiasmo del doctor Storer nos ha traído, a uno de septiembre de 2019, veintinueve estados que rechazan el Caso Roe contra Wade, catorce estados que lo apoyan y siete que no lo miran con muy buenos ojos y que, en cuanto puedan, le meten mano. La siguiente arremetida puede que llegue en marzo de este año, cuando el Tribunal Supremo tendrá que pronunciarse sobre una ley de Louisiana que afecta a los doctores que ofrecen aborto quirúrgico en clínicas particulares. La intención de la ley es, básicamente, eliminar clínicas. Y así, de cuña en cuña.