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Hace unos días, con la Operation Fly Formula, nos llegaba a Mineápolis desde Europa, en aviones militares, la primera entrega de un cargamento de leches infantiles. Es cierto que, la escasez de leche durante la pandemia puso difícil la producción. Pero nada comparable al monopolio que se come este mercado. Tres multinacionales manejan el cotarro en Estados Unidos. Una de ellas, la de mayor producción, Abbott, curiosamente lleva el mismo apellido que el gobernador de Texas, ha tenido que cerrar por no cumplir con los requisitos higiénicos de sus instalaciones. La Cronobacter sazakii, causante de varias muertes infantiles, campeaba en su fábrica de Míchigan.
Las otras dos potentadas son Mead Johnson y Nestlé. Solo un 2% viene de distinto proveedor. Abbot es el proveedor número uno en 34 estados, siete organizaciones tribales, cuatro territorios y también en Washington, D.C. A todo esto hay que añadir, que, el Departamento de Agricultura, es el que acapara la producción de estas empresas autorizadas. Cada estado puede elegir el proveedor que quiera. Al quedarse con solo uno, se supone que ese estado se quedará con la leche de mejor precio ya que la calidad es comparable, es cuando llegan los problemas.
La administración Trump lo puso más complicado al firmar un acuerdo comercial que desincentivaba a sus vecinos canadienses a que les metieran sus leches. Biden, por su parte, quiere estimular la producción nacional, aunque, a veces, como se ha visto, pueda ser de peor calidad que la que venga de fuera. La fuerte presión de las multinacionales por meter el biberón (operación que arrancara a finales de los años 70 del siglo pasado) dio resultado.
Las multinacionales son expertas en presionar. Aunque, para presiones, las de la Asociación Nacional del Rifle, que, este viernes, contará en su reunión anual y en un marco incomparable, Houston, Texas, entre otras estrellas con el senador de Texas, Ted Cruz, el expresidente Donald Trump y el gobernador de Texas, Greg Abbott.
La Asociación, desde luego, no debe caber en sí de gozo al saber que, en el 2011, cuando demandó al estado de Texas para que redujera de 21 a 18 años la edad para comprar armas, ha tenido a su primer usuario de 18 precisamente aquí.
En el 2020, en época de campaña, la presión de la Asociación, unos 616.000 dólares, se metió en los bolsillos de algunos políticos, casi todos republicanos, según OpenSecrets, una organización sin ánimo de lucro, para que no se olvidaran de presionar por la defensa de la Segunda Enmienda.
El negocio está dando sus dineritos. Hasta que no queden compradores responsables para disfrutar del arte del coleccionismo. Sobre todo, en bastiones tan queridos como Texas. Aunque, como dice el vicegobernador de Texas, Dan Patrick, estas matanzas tienen arreglo: cerrar las entradas de acceso a los colegios, si acaso dejar una, y listos.