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miércoles, 9 de noviembre de 2016

América no para de reír


Mucho antes que David Foster Wallace y su pantagruélica Broma infinita estuvo Henry Louis Mencken.

Puede que el cínico baltimoriano H. L. Mencken supiera de matemáticas un cero pelotero y que su pasión por lo alemán, se le consideraba un experto en Nietzsche, casi le despeñara por las tripas del fascismo, pero de comedia sabía largo y tendido. En On Being an American (En ser americano) nos dejó esto.
Sostengo que esta elevación de la política al plano de la auténtica comedia es particularmente americana, y que en ningún otro sitio este baile de dudosa reputación, el arte de la batalla ficticia, se ha desarrollado con tanta pureza.  
También en On Being an American llama a América "Edén de payasos" y "ciudadela de la democracia en la que se venera una dinastía de payasos''.

Pero la culpa no es de los políticos, según el crítico, sino de las masas ignorantes que los obligan a subirse al escenario a hacer su numerito de la cabra, convirtiéndolos, de este modo, en un atajo de insufribles demagogos. Y todo porque las masas son unas envidiosas de cuidado.

Pues sí. Según Mencken el vulgo mira con una mezcla ensalivada de odio y recelo a los ricachones que se presentan al asiento político. Al hacerles cumplir con esta exigencia, la perenne condena a estar sobre las tablas, sacia su corazón vengativo. La risa, trofeo para la eternidad, está asegurada con la bisoñez de los actores.

Pero el libertario Mencken excusa la mezquindad y estupidez de la turba. La culpa no es suya, sino que todo viene por el mismo mal: la religión. Su blanco, lo que mejor conoce, el cristianismo, hace de la felicidad, según él, una alucinación en el desierto de la que el ignorante hijo de la democracia no se puede liberar, tan arraigada está, que únicamente le permite concentrarse en cómo le va a quitar al prójimo lo que tiene.

No sé si Tocqueville hubiera estado de acuerdo con la América vista por un americano, pero reírse, no cabe duda de que se hubiera desternillado, como los espectadores de hoy, con esta retransmisión en vivo atenta al gazapo.

Una cita de Shakespeare para terminar, aunque Mark Twain, el otro gran cínico americano, era su escritor favorito. 

"El mundo entero es un teatro, y todos los hombres y mujeres simplemente comediantes". 


Mencken hubiera añadido: y de los malos.