Treinta. Para hacer honor a la verdad veintinueve. Veintinueve cartelones con propaganda electoral republicana son los que, de momento, me ha dejado el cartero. Los tenemos para todos los gustos. En uno de ellos, Trump no aparece. La que sí que aparece es Harris, enmarcada de blanco en el margen inferior derecho.
En la foto está sentada en lo que parece ser un sillón ejecutivo. Es de piel gris y le sobresale por encima de la nuca, dándole una especie de malvada aureola que corroboran el dedo índice de su mano izquierda, sobre la sien, y el pérfido anillo que lleva en el dedo corazón. Toda esta perversión viene acompañada de un traje chaqueta de solapas desbocadas sobre las que, tímidamente, buscan acomodo las puntas blancas de una blusa descocada. Nada más ni nada menos que tres botones lleva sin abrochar la candidata. El pelo liso, largo, la mirada fija y perdida, y una media sonrisa que le dan un aire entre bruja y Mata Hari.
Otros, en cambio, borran la parte de Mata Hari y únicamente se quedan con la de bruja, exacerbando su monstruosidad en la grisura de unas manos descomunales y huesudas que le dan una apariencia terrorífica. Mi favorito es uno que, me parece, tiene gran talento narrativo y que evoca al longevo Expediente X. Se trata de una escena nocturna en un callejón que nos recuerda mucho a esas calles inglesas victorianas en las que, en cualquier momento, nos puede salir un asesino de novela Arthur Conan Doyle. Las casas, de ladrillo, brillan con suciedad de hollín. ¿Una vieja Pittsburgh, tal vez? Apenas hay luz, tan solo un par de farolas de luz amarillenta. El cielo está enrojecido con unas llamas, también amarillentas, que, a la candidata, le salen de detrás de la cabeza y que le dan un toque infernal. Tras un poste ensombrecido, la candidata. De nuevo, lleva traje chaqueta. Esta vez va de oscuro. Y la camisa también es negra. Un collar de perlas le puntea la garganta. Una loba de cacería en la nocturnidad.
La mayoría de los cartelones combinan la imagen de los dos candidatos. Lógicamente Trump es el que mejor parado sale. Las fotografías nos lo muestran con cara de buena persona, sonríe, y a veces levanta el puño o el pulgar. Y va bien vestido, alterna la corbata azul con la roja. La otra cara es otra historia. La de mala Kamala o la pérfida Harris. A veces tiene micrófono en mano, la yugular hinchada de rabia. En otras ocasiones sus manos desfiguradas agarran un megáfono. Cuando la candidata se toma un respiro vocea o ríe despiadadamente.
Un diez al equipo de publicidad que se ha encargado de estas maravillas narrativas. El partido republicano siempre me ha parecido mucho más ingenioso y creativo que la aburrida sobriedad que atenaza al demócrata. No he hablado de los titulares que tampoco desmerecen el conjunto y son la mar de divertidos. Algunas joyas: soy radical, peligrosamente liberal o su variante no es solo peligrosa, también es liberal.
Desgraciadamente no puedo decir nada de la publicidad demócrata porque no me ha llegado ni un solo cartel. No sé a qué pueda deberse. No creo que sea por dinero porque los demócratas son los que más caja han hecho.
Y tres por ciertos:
el primer por cierto es que las papeletas para votar por correo aún no han llegado. Parece ser que las primeras salieron el viernes 13.
El segundo que el cartelón publicitario que hace el número treinta es de Robert F. Kennedy Jr.
Y el último por cierto y que ya se sabrá en España es que Trump y su equipo han estudiado Historia. A raíz de los disparos en el vecindario de Trump, el equipo de prensa republicano ha tenido ocasión de anunciar su versión del comunicado que Churchill diera a sus compatriotas un 4 de junio de 1940 para subirles la moral. Churchill apelaba a los suyos incluyendo we shall never surrender!, ¡nunca nos rendiremos! y Trump y su equipo escriben un nunca me rendiré, I will NEVER SURRENDER. En mayúsculas. Nos alegramos mucho de que el expresidente esté bien. Vamos a ver si terminamos con buen pie estas elecciones.