Uno de los asuntos en el que los estadounidenses no logran ponerse de acuerdo es en decidir si John Brown fue un terrorista, el primero que dio esta tierra. Hasta la fecha, y eso que han pasado desde que lo ajusticiaron en 1859 en Charles Town, en la actual Virginia Occidental, unos cuantos añitos, seguimos con las mismas. Y parece que va para largo.
Son muchos los calificativos que a este abolicionista nacido en 1800 en Torrington, Connecticut, se le tienen reservados: demente, mesiánico, mártir, terrorista, por nombrar unos cuantos. ¿Y qué hizo para granjearse tanta visceralidad?
Reclamar, por medio de la violencia, la abolición de la esclavitud. No le importaba arriesgar su vida y la de sus hijos si con ello alcanzaba dicho propósito. En 1859 dirigió un ataque en Harpers Ferry contra el arsenal federal para incitar la insurrección de los esclavos, aunque en Kansas, ya tuvo ocasión de dirigir ataques y coordinar asesinatos de algunos terratenientes esclavistas.
Decir que John Brown era blanco y celoso calvinista. Seguramente a muchos blancos, además de parecerles incomprensible que apoyara una causa que ni le iba ni le venía, la violencia contra los suyos para legitimar los derechos de unos esclavos tampoco es que les hiciera mucha gracia.
Brown no consiguió su objetivo, incluso se llevó por delante la vida de un trabajador negro. Eso sí. Muchos coinciden en señalar a Brown como la mecha que hizo prender la Guerra de Secesión y no la elección de Lincoln. Por cierto que, entre los asistentes a su ejecución pública, se encontraba John Wilkes Booth, tristemente recordado por asesinar al presidente.