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martes, 3 de septiembre de 2019

Adivina adivinanza. Este deporte te puede dejar en dos piezas....

b&w film copy neg.
Como pegar tiros en los bares, de momento, no es legal, algunos establecimientos se las han ingeniado para encontrar salidas alternativas. ¿Y qué mejor que un hacha para sustituir el calentón que da tener una culata entre las manos?

Este deporte que comenzara en Toronto en el 2011 hace poco que ha arribado a las costas estadounidenses. Ahora, junto al calor que dan unas buenas cervezas y quizás, un compañero hachero, podemos lanzar el hacha a una diana de madera. El problema digo yo que puede surgir si uno de los competidores tiene mal perder y le da por dar mandobles a diestro y siniestro o si se le suben las copitas de más o si no lleva un dólar en el bolsillo para pagar la consumición o si la novia/o lo acaba de dejar o si ...

Los nombrecitos que gastan, por supuesto, pura originalidad. Tomahawk o más elaborados como El Arte de lanzar hachas. El público que tiene dos cabezas reniega de este tipo de establecimientos, ya que ven en ellos a oportunistas que han venido para no quedarse. Por que así es como operan las tendencias: quizás mañana toque la estaca.

miércoles, 28 de marzo de 2018

¿Fitspiqué?

Los americanos siguen siendo más infelices que nunca y sin embargo siguen dándole a actividades que odian. La fitspiration es una de ellas. ¿Y qué es esto de la fitspiration? Básicamente estar más chupado que un regaliz y tener unos glúteos de hierro que todo el mundo pueda admirar en nuestro medio social favorito. Esta inspiración a estar en forma parece que tiene un efecto nocivo en las mujeres, ya que la evidente eliminación de toxinas combinada con una extrema delgadez de la que comparte deprime a la observadora, sobre todo cuando la que observa tiene unos kilos de más. Pero la que se ha llevado la sudadera parece que también reniega del trabajo que implica mantener el abdomen planchado en un junco, ya que le toca comer menos y modelar en el gimnasio unas cuantas horitas. Así que, al final, solo algunos contentos.

miércoles, 26 de octubre de 2016

Deportes nada recomendables: segunda parte

Pero el rechazo que siento hacia la cacería me temo que no alcanza al deporte más radical de mi lista: no se trata del rebozo por el lodo mientras se intenta dar de puñetazos al contrincante. Tampoco es lanzarse al vacío vestido de Batman. No.

Para practicar esta actividad no se requiere ninguna habilidad mental, pero sí un importante desembolso. Unos 500 dólares para comenzar. Hay que trucar el motor de la camioneta para que estrangule el tiro de las dos chimeneas, una a cada lado, que esta práctica suele requerir. Pero esa inversión se queda corta si la comparamos con la cantidad de diésel que el animal reclama cada vez que llena sus horas muertas. Y es que para estos deportistas no hay nada como humear al que dé muestras de ser progre.

Este deporte se juega por parejas, aunque uno de sus miembros está a la fuerza. También se requiere que el dueño del furgón, para eso pone el material, disfrute como un enano a costa del otro. Estos atletas también dan prioridad a los adversarios que tengan un utilitario híbrido o eléctrico, sintiendo especial debilidad por el Toyota Prius. Si la conductora es mujer, preferentemente mayor, a bordo de un Toyota, entonces habrá hecho las delicias de estos campeones. Un último requisito. El conductor debe ser republicano y el reacio compañero de equipo, como mínimo, demócrata.

Aunque esta práctica conocida como rolling coal, rodar carbón, no es de ahora, ha cobrado un nuevo impulso bajo la era Obama, y es en las zonas rurales donde he notado que existe una mayor afición por la fumigación, aunque su sucia estela se está propagando alarmantemente.

Para respaldar la pasión que sienten por este deporte, los hinchas disponen de múltiples abalorios para colgar o pegar, siendo las partes más visibles del vehículo, lógicamente, las seleccionadas. Mis preferidas son las pegatinas Prius Repellent (Repelente para Prius) y una suerte de testículos de plástico colgados del parachoques trasero.

Deporte de alta competición, no cabe duda.

lunes, 24 de octubre de 2016

Deportes nada recomendables: primera parte

No tengo cuerpo de deportista, lo reconozco, pero soy humana y disfruto con las proezas de otros. No desdeño ninguna actividad, aunque, como cualquiera, tengo mis preferidas. La resistencia de Haile Gebrselassie siempre me ha dejado con la boca abierta y la capacidad de atletas como Tamae Watanabe, que, a la friolera de setenta y tres años, ha sido capaz de subirse y bajarse el Everest, superando el récord del año anterior que ella misma estableció, me llenan de espanto y envidia.

También valoro la pericia que actividades como el golf requieren. Quién no se habrá quedado maravillado con el Tiger Woods de tres añitos pateando como si tuviera diez. Pero quizás sea la naturaleza conservadora de esta ocupación lo que más me aleje de una rápida acogida.

Mi reticencia probablemente se deba a los perjuicios medioambientales que suelen acompañar esta práctica, aunque reconozco que la imagen, seguramente estereotipada, del proctólogo preguntándole al gastroenterólogo dónde fue a caer la bola, tampoco es que ayude mucho. Déjenme aclarar que en Estados Unidos se tiene la idea de que los doctores se pasan las tardes de los miércoles en el club de golf con sus compañeros de gremio. No sé quién difundió esta fábula. Probablemente algún cliente poco satisfecho.

En esta trayectoria descendente la caza ocupa un lugar menos honroso, tal vez porque, durante años, la vista de cartelones escritos a mano, degradados por rayos cósmicos anunciando "Pierde tus armas y perderás tu libertad" me han ensañado. Tampoco es que los cañoneos de balas de temporada hayan contribuido a mejorar el concepto que profeso por dicha actividad, lógicamente por la víctima, el animal, y por las gentes que, como yo, vivimos acostumbrados, que no inmunizados, a las descargas.

En Estados Unidos la caza cuenta con gran cantidad de adeptos. Recuerdo que, cuando era profesora en Pensilvania, los chicos me pedían que cancelara las clases porque se había abierto la temporada, que, por cierto, nunca tenía fin. Conseguir una licencia de caza no es difícil y a los doce, siempre y cuando se esté acompañado de un adulto, ya se considera que se está listo para pasar unas cuantas horas detrás de un árbol.

Thoreau no hubiera estado más de acuerdo con la autoridad expedidora. Cuanto antes, mejor. Al joven hay que destetarlo de su instinto asesino, pensando que, solo así, podrá alcanzar la madurez emocional y moral. Admito que estas reflexiones me intranquilizan ligeramente porque, o bien los cazadores son menores acompañados en su proceso formativo, o simplemente son adultos que no superaron las pruebas y andan aún en la fase del destete.    

Estoy convencida de que algunos se apresurarán a extraer una lectura procomunista y antiamericana de esta confesión. Qué le voy a hacer. Seguramente no llevo muy bien que, como senderista, tenga que seguir las recomendaciones de algunos parques en los que se advierte que el uso del chaleco antirreflectante no está de más.

Quiero pensar que con este estímulo la posibilidad de que se nos tome por ciervo quedará totalmente erradicada. No sé si lo habrán probado, pero en invierno y en verano la puesta del chaleco es totalmente insufrible. En invierno porque ya lleva una suficientes capas encima como para añadir una nueva dimensión a esa masa difusa en la que ya se ha convertido y que, a duras penas, se abre paso en la nieve. Y no es por cuestión estética, no, pues a diez grados bajo cero andamos todos hechos unos cristos.

En verano el calor y la humedad simplemente hacen abominable esta prenda, convirtiendo al que la lleva en una insalubre rojez que solo beneficiaría a doctores, aquí salen otra vez, y a las aseguradoras médicas. Nadie escapa de las erupciones cutáneas, lo que requiere una visita al dermatólogo, segunda tras la forzosa parada y fonda en el médico de cabecera para que, efectivamente, atestigüe y cobre por la comezón.

En las estaciones restantes es más ponible pero aun así, ¿por qué debe uno estar sujeto a dicha incomodidad si solo pretende pasear, respirar tranquilidad, pensar, tal vez desfogarse, pasar desapercibido en lugar de berrear su presencia?

Dentro de poco, ¿un casco para repeler los tiros perdidos será parte del ajuar? Buena puntería, como siempre, para el mercado. Y no nos olvidemos de los doctores. Ni de las aseguradoras.