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viernes, 26 de mayo de 2023

Kit de inglés 346: BORGs

Como abrimos la semana con tecnología, una de BORGs. Aunque estos no son alienígenas de Star Trek, la serie de televisión, sino que son líquidos de producción estudiantil que habitan los campus universitarios.

BORG es un acrónimo de blackout rage gallons, literalmente "galones de ira para apagón", y que podríamos traducir por consumo de alcohol controlado. Suele ser un compuesto de agua, vodka y cafeína.

Pronunciación etílica: "blác áut réich gálons", y la buena aquí.

Keith Weller.  Cortesía USDA ARS

Este concepto de "aguar" las bebidas alcohólicas, especialmente con el vodka, parece que salta del TikToca-miento. Para evitar que algún degenerado meta algo en la bebida del convidado, el estudiante se ha convertido en su propio alquimista y va con su garrafón, casi cuatro litros de fabricación propia, a fiesta que se tercie. Las cantidades de alcohol, lógicamente, varían de estudiante a estudiante. Lo normal es meter entre 450 y 750 mililitros de alcohol al mejunje. A tener en cuenta que, esos 750 mililitros, es toda la botella de vodka.   

En la Universidad de Amherst, en Massachusetts, algunos alumnos ya han probado los horrores de esta combinación. La elección se presenta difícil. Sucumbir a la presión de los coleguitas, ¿por qué no te lo acabas?, o decidir que se es diferente y optar por ir con el garrafón sin graduación.

miércoles, 9 de febrero de 2022

¿Ministerio de la Soledad?

www.loc.gov/pictures

Me preguntaba si el Ministerio de la Soledad del Reino Unido aún seguía abierto y veo que no, aunque parece que no han echado en saco roto los primeros pasos que diera en este terreno Jo Cox, parlamentaria extremadamente comprometida con las mejoras sociales y que fuera asesinada en el 2016.

En España tampoco tenemos un organismo que se encargue de la soledad, aunque existen iniciativas, como el Proyecto Radars, en Barcelona, que llevan actuando un tiempo. Como nos imaginamos, el coste de la soledad es grandísimo. En Estados Unidos uno de cada tres americanos mayores de 45 años, repito, 45 años, está enfermo de soledad. Uno de cada ocho sufre problemas de alcoholismo, con 88000 vidas que se van al año por el uso del alcohol. Y ojito con la juventud. Los suicidios entre los jóvenes con edades comprendidas entre 15 y 24 años se han triplicado desde los años 50 del siglo pasado. Muchas redes pero nos estamos quedando solos.

Comunidad, comunidad, y más comunidad. Y Ministerio, si hace falta. 

jueves, 19 de agosto de 2021

Frío flotante.

Con los calores del verano, una combinación muy americana. Los helados flotantes. Para proceder al experimento, uno se puede valer de cualquier refresco con burbujas, aunque me parece que los tipo "ginger ale" o los 7UP, más ácidos y con cierto toque a lima o limón, se evitan. Cuando se ha elegido el preciado líquido, se echan dentro dos bolas de helado, casi siempre de vainilla y, tachán, burbujeo asegurado. Una de las mezclas favoritas es helado de vainilla nadando en zarzaparrilla, y a la coca-cola tampoco se le hace ascos. Si se quiere añadir más calorías, se puede rociar la mezcla con sirope. El de chocolate es un clásico. 

Unas 22 libras de helado, eso es lo que consume el americano "promedio" al año, consumo que, en parte, se debe a la Decimoctava Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos que, el 16 de enero de 1920, obligaba al país a reformar hábitos con su prohibición del "licor embriagador". 

Durante los trece años que la Ley estuvo en vigor, el consumo de alcohol bajó. Para mantenerse a flote, a algunas destilerías, como a la cervezera Yuengling, se les ocurrió vadear el temporal dedicándose a la producción heladera. Como el negocio heladero iba viento en popa, en esos años aparecieron también nuevas sensaciones. Como los polos, esos bloques de hielo atravesados por un palito y que hicieron su presentación en 1923. 

Cuando, en 1933 se puso fin a la Sequedad, el consumo de helado obviamente notó la llegada del alcohol, y, aunque sus devotos volvieron a los bares en su busca, nunca olvidarían al mantecoso y refrescante heladito. Para asegurarse de que esta tradición y negocio no decrecía, durante la Segunda Guerra Mundial los miembros de los cuerpos combatientes recibieron su postre helado, hábito que, seguramente, se sigue manteniendo.  

Y, por supuesto, el helado tiene sus museos. El central, en Nueva York, con sucursales en Austin, Tejas, y, un poquito más lejos, en Singapur.

martes, 19 de enero de 2021

Cinco minutos.

Mal momento para dejar atrás lo que nos hace la vida más llevadera, pero si nos hemos propuesto no volver a catar las bebidas espirituosas, enero es el mes seco. 

Con el espanto de la covid, el 2020 también nos ha traído un subidón en la ingesta de bebidas alcohólicas. Según Michael Pollard, sociólogo de la Corporación RAND, un 14% más, aquí, en Estados Unidos, con respecto al año anterior. Es entre las mujeres donde más se ha producido ese ascenso. Del 2019 al 2020,  las que consumían cuatro o más bebidas alcohólicas en un periodo inferior a dos horas subió un 41%. Una barbaridad. Y donde más duro ha pegado: en la población rural. Aún queda mes, así que ha ponerse las zapatillas. Y si el frío o la familia lo impiden cinco minutos de yoga. Cinco minutos. 

miércoles, 28 de agosto de 2019

Más whisky

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Y otra de historia. Parece que la Rebelión del whisky iniciada por los colonos de las zonas rurales colindantes a Pittsburgh le dio bastante trabajo al tándem presidente Washington y secretario del Tesoro, señor Hamilton. Tanto, que el mismísimo presidente decidió acercarse por estos lares para apagar la insurrección popular que demandaba la eliminación de un impuesto sobre su whisky, impuesto que ya existía en otras bebidas.

Pero el federalista Hamilton era implacable. Lo acusaban de ayudar a las grandes destilerías con tarifas planas, que, sin duda, perjudicaban a los pequeños negocios. El secretario tal vez consideraba que, en la defensa de las grandes empresas, el trabajador se beneficiaría. El caso es que Hamilton no se achantó y consiguió que Washington desplegara 13000 hombres a las zonas subordinadas. El famoso impuesto entró en vigor en marzo de 1791 y es en octubre de 1794 cuando los hombres de Washington sofocan la rebelión, una rebelión que prácticamente fue inexistente, ya que la población, sorprendida con la respuesta del gobierno, acató las órdenes de inmediato. Solo se castigó a unos pocos.

Lo bueno de la visita es que dejó sus dineros, porque unos cuantos desplegados decidieron asentarse en la zona. No sé si para dedicarse a la elaboración de whisky. Las carreteras también mejoraron sustancialmente, el miedo a otra insurrección requería un acceso rapidito a la zona. El comercio se revitalizó. Restaurantes, hoteles... todo gracias al whisky. Cuando vino Jefferson, némesis de Hamilton, fuera impuesto.

En la actualidad el estado de Pensilvania lleva el negocio alcohólico. Por cierto, que las leyes de la Commonwealth de Pensilvania en esta materia son para caerse de espalda. Se necesita una guía para no perderse. Una de sus rarezas. Las bebidas espirituosas no se mezclan con la cerveza. Para comprar cerveza hay que irse a otro tipo de establecimiento. Y esta locura gracias al que fuera gobernador de Pensilvania de 1923 a 1935, Gifford Pinchot, un abstemio con un odio feroz por el alcohol. Parte de su plan era desanimar y agotar al posible comprador antes de que echara mano a la botella. No sé si lo conseguiría. Pero a datos del 2017, Pensilvania está empatada con Tejas en el consumo de alcohol per cápita. Curiosamente los estados menos bebedores fueron Utah, donde sobra el dinero pero las convicciones religiosas derrotan los placeres terrenales, y Virginia Occidental, donde no sobra el dinero para permitirse el lujo de comprar una botella con asiduidad. El estado más beodo, Nuevo Hampshire, la tierra del vive libre o morirás. Lo mismo de cirrosis. O en la carretera.

miércoles, 14 de marzo de 2018

La Locura ya está aquí

Con la March Madness en marcha, las intoxicaciones etílicas entre los estudiantes universitarios se dispara. Y parece ser que la percepción que tienen de sus compañeros de universidad es lo que les lleva a aumentar la ingesta de alcohol durante la temporada baloncestista o durante cualquier otro evento deportivo. Los de raza blanca son los más susceptibles a abusar del alcohol, mientras que en las mujeres no se percibe ningún cambio en su consumo habitual. También se detecta un gusto por conducir ebrio o de montarse en coche con un conductor que lo esté.




Soluciones: compartir con los estudiantes la estadística. Por lo visto saber lo que beben otros estudiantes limita la compulsión de cada estudiante a beber; intervenir con planes de prevención, hacerles saber las consecuencias de sus actos, y/o limitar la venta de alcohol. Esta última opción como que no la veo. Mejor los arrestos y un poquito de violencia salpimentada con alguna que otra desgracia. Sensacionalismo y engorde de algunos bolsillos.