Como seguramente el
Lolita Express se lleve documental y libro, contaremos otra historia. La de los hombres de Ackerman. Durante muchos años, treinta y ocho,
Ackerman McQueen fue la fiel espalda de la NRA (La Asociación Nacional del Rifle, ANR en español). Pero en mayo partieron peras.
A la agencia publicitaria radicada en la Ciudad de Oklahoma y que se encargara de enardecer y moldear la conciencia de los devotos de la libertad a llevar armas (la culpa de los asesinatos en masa la tienen los videojuegos, la locura de los asesinos y la ausencia de armas en los colegios son sus ocurrencias más memorables) su
ex le ha plantado una querella que, Ackerman, le ha devuelto con otra. La ANR acusó a su exquerida agencia de no enseñarle las facturas y de conspirar para cargarse la imagen de su máximo ejecutivo, Wayne LaPierre. Por su parte, la Agencia le pide a la Asociación cien millones de dólares por el dinero que ha perdido y por el que le va a hacer perder.
Ya se sabe que en cuanto nos toquetean los bolsillos, nos ponemos muy nerviosos, especialmente cuando no tenemos que darle cuentas al Fisco porque somos una asociación sin ánimo de lucro 501(c)(4) que tiene por objetivo velar
por el bien común. Pero si los lazos de sangre están de por medio, entonces la batalla puede adquirir otros tintes.
La Asociación no ha podido resistirse y le ha sido infiel con Brewer Attorneys&Counselors, un despacho de abogados que lleva William A. Brewer III (Tercero), y que da en ser el yerno de Angus McQueen, el que fuera director general de la agencia publicitaria Ackerman McQueen, y que falleciera el pasado 16 de julio.
Rebobinemos: un año antes, el señor LaPierre le pide a su amada Asociación seis milloncetes de dólares para escapar a posibles ataques de
desalmados, perturbados incapaces de sobreponerse a los horrores de Parkland. Los casi dos que ganó en el 2017 aparentemente no le llegaban. Aunque la Asociación le ofreció pisito en torre de apartamentos en Dallas, su esposa Susan, (cofundadora del NRA Women's Leadership Forum, un brazo filántropo femenino de la Asociación que apoya la Segunda Enmienda con fervor), y él ya le habían echado el ojo a una mansión estilo francés en una urbanización privada con su laguito y club de campo (Vaquero se llama el club) para
patear al golf. El señor LaPierre finalmente pasó por el aro y accedió a bajar sus tarifas. Con 70000 dólares depositados en una entidad corporativa creada (a petición del señor LaPierre) por un despacho de abogados que trabajaba para Ackerman McQueen, según el
Washington Post, el ejecutivo y su esposa se las apañaron para encontrar casa.
Con la noticia del intento de compra en los medios, LaPierre quiso quitarse el muerto de encima acusando a Ackerman McQueen de haberle sugerido dicha compra. Ackerman, como era de esperar, lo niega, aunque, a 21 de mayo de 2018, queda constancia escrita de que uno de los empleados de la agencia le envió a la señora LaPierre una lista por correo electrónico con las reparaciones y obras que quería en la casa y que ella previamente le había comunicado por otro canal al escriba. Lo que menos le gustaba, por lo visto, era el vestidor en el dormitorio de su esposo. Había que agrandarlo.
En julio, con el miedo a verse salpicados, los hombre de Ackerman volvieron al ataque, aduciendo que era la Agencia, y no la Asociación, la que corría con los
viciogastos de setenta y seis altos ejecutivos, entre ellos los del señor LaPierre. 542000 dólares en jets privados y ropita de marca con viaje a las Bahamas para los LaPierre tras el horror de Sandy Hook, todos justificados como gastos en concepto de representación.
Ackerman McQueen en un principio se hizo cargo de ellos, pero luego presentó factura. De ahí el enfado de LaPierre y la ruptura de la pareja. El asunto ya está en manos de la Fiscalía de Nueva York. Y, aunque el señor LaPierre últimamente deba tener la cabeza como un tambor y tanta preocupación lo deba estar matando, el martes hizo un hueco en su agenda para reunirse con el presidente y, de paso recordarle que, si se decide imponer un psicofísico al posible comprador de armas, va a perder votos. Con esta advertencia LaPierre fulmina una de las creaciones Ackerman: "la locura de los asesinos es el problema, no las armas" pero, se me olvidaba que de los Ackerman, ni la pólvora.