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jueves, 20 de agosto de 2020

Librobuzón, ya.

Foto de Peggy Greb. Cortesía de USDA ARS.
Hace tiempo que quería colgar una entrada en el blog para hablar de los contenedores que se utilizan en Estados Unidos para devolver libros y, el coronavirus y una noticia en el Diario de Ibizame lo han recordado.

Años atrás le pregunté a una de las bibliotecarias de Fuenlabrada si existían contenedores para devolver el material prestado. La respuesta fue negativa. Ahora, el coronavirus parece que está llevando a España a adoptar este método.

En Estados Unidos, no sé cómo funcionará en otros países, este tipo de devolución es muy común. Y tiene su lógica. Si uno no puede presenciarse durante el horario de apertura al público, siempre puede devolver el material en mitad de la madrugada.

En estos buzones que se ven por Estados Unidos, a veces se pueden ver dos lengüetas, una para libros y otra para material audiovisual, de este modo le ahorramos al bibliotecario tiempo en la clasificación. Aquí dejo una muestra de un contenedor con dos departamentos. También los hay simples, es decir, buzón único sin separador. Y también tenemos la lengüeta incrustada en un ladrillo del edificio. Una pequeña rampa por la que brevemente se desliza el material prestado termina en una cesta en la que esperará hasta su clasificación o, en estos meses, al centrifugado y clasificación.

De momento, no he podido dar con el inventor de este tipo de contenedor, pero el de la basura, ese que tiene ruedas, fue patentado en los años 30 por el político demócrata y empresario George Dempster, natural de Tennessee, aunque por lo visto los contenedores ya existían en tiempos prehistóricos, aunque áun no eran de plástico, claro.

jueves, 10 de octubre de 2019

¿No quiere preguntar? No hay problema

Y hoy de nuevo nos vamos a la biblioteca. Esta vez con una buena noticia para los introvertidos. La Carnegie Library (La red de bibliotecas Carnegie) ha puesto en circulación los marcadores de libros para los usuarios que no quieran mantener una conversación con los bibliotecarios o para aquellos que prefieran no airear el tema en el que están interesados. El marca páginas es fácilmente reconocible por unas enormes letras moradas de un Don't want to ask? ¿No quiere preguntar? En la tarjetita el usuario podrá encontrar la clasificación bibliográfica (se utiliza la de la Biblioteca del Congreso) con el listado de los temas.

[Librarians and patrons in the circular main reading room of the Library of Congress, Washington, D.C.]

martes, 11 de septiembre de 2018

Con el carné a todos sitios

Debo mencionar que la visita al Fuller Craft Museum estuvo patrocinada por los amigos de la biblioteca de Quincy, lo que me permitió el acceso de manera gratuita. Gracias al mecenazgo de estos filántropos, las bibliotecas de Massachusetts ofrecen pases diarios, a veces gratuitos, como sucedió en este caso. En otras ocasiones hay que pagar una módica cantidad, pero es un programa que, no cabe duda, permite al acceso a la cultura. Aquí dejo una muestra. Se trata de la lista con los descuentos que ofrece la biblioteca de Boston. Lógicamente los pases tienen bastante trasiego. Algunos hay que devolverlos a la biblioteca y otros se los queda el museo que se va a visitar. Mencionar también que el programa solo está disponible para aquellos que disponen del carné de la biblioteca pertinente.           

martes, 26 de septiembre de 2017

El mes de septiembre es el mes para...

Septiembre, además de ser el mes que encumbra los desayunos solo americanos, la seguridad en las mochilas, (esta dedicatoria no la entiendo muy bien, la verdad sea dicha), el mes del burbon, el mes de a comer pollo sea dicho, la pizza baja en calorías o el mes en el que se anima a fomentar la felicidad de los gatos, también es el mes en el que se nos invita a sacarnos el carné de la biblioteca. 


La verdad es que casi todas las bibliotecas públicas americanas en las que he estado, ya sean de pueblo o de ciudad, suelen contar con bastantes recursos. Gentileza del señor Benjamin Franklin y del pueblo de Massachusetts que lleva su nombre, ya que fue este pueblo el que, con buen ojo, adoptó el nombre de tan insigne ciudadano. Franklin no pudo resistirse a tan grato acontecimiento, y donó 116 libros a la ciudad que los habitantes del pueblo depositaron en nuestra primera biblioteca para que estuvieran a disposición de sus habitantes sin ningún costo. Aunque parece que no fue el pueblo de Franklin ni el mismísimo Franklin los que primero pusieron la idea en práctica, sino el reverendo John Checkley, que se atrevió con la primera biblioteca en La Vieja Casa de Estado en Boston. Parece que la inauguró entre 1711 y 1725. Desgraciadamente el fuego se comió años después la colección.

Las bibliotecas acaban de recibir otro espaldarazo con fecha de 30 de agosto por parte de Pew Research Center, un grupo de investigación de estadística y análisis de datos, que nos dice que un 78% de los americanos, sobre todos los millenials, se van a la biblioteca cuando quieren encontrar información con todas sus letras y en mayúsculas, no la que salta en la red a la primera de cambio. El que quiera saber ya sabe: a la biblioteca.