La semana pasada nos íbamos a echar una partidita a los bolos con up your alley y seguimos en la bolera para anotar unos cuantos puntos sobre su historia.
Lógicamente, los bolos no son de ahora. Según el arqueólogo-egiptólogo Sir Flinders Petrie, esta actividad comienza a moverse en Egipto hacia el 3200 antes de Cristo. En la tumba de un niño encontró, allá por los años 30 del siglo pasado, una colección de objetos, entre los cuales Sir Flinders Petrie determinó que, algunos de ellos, parecían ser útiles para la práctica de dicho juego.
El Bowling Museum & Hall of Fame, Museo de los Bolos, en Tejas, también nos cuenta que un historiador alemán, William Pehle, reclamó los orígenes de dicho juego para Alemania, dando al año 300 después de Cristo el punto de partida, aunque no hay constancia de ello. Pero en 1366, en Inglaterra, ya sí que sabemos de su presencia. Parece ser que el rey Eduardo III prohibió este juego para mantener a sus tropas concentradas en la práctica del tiro con arco. Y con el rey Enrique VIII, ya existían distintas modalidades del juego.
A América, los colonos ingleses, holandeses y alemanes se trajeron sus distintas modalidades y estilos. Por cierto que, la primera mención literaria de los bolos en el país, nos la trae su excelencia, el embajador Washington Irving, en su relato de 1818, Rip Van Winkle. Es el ruido que hacen los bolos al chocar lo que despierta al dormilón.
Y es en Nueva York donde tenemos las primeras boleras americanas, cerradas y con distintas pistas. A finales de 1830 ya contamos con la primera. Y aparece en el hotel Knickerbocker. Tres pistas tenía. La superficie de la pista no estaba hecha de madera, sino de arcilla. En menos de veinte años, la ciudad de Nueva York ya cuenta con más de cuatrocientas boleras, de ahí que se haya ganado el apelativo de "capital norteamericana de los bolos".
Y volvemos un momentito a Alemania, sí, para rescatar ni más ni menos que a Martín Lutero, el impulsor de la Reforma protestante, el cual era gran apasionado del juego. Tanto era así que, en 1511, colaboró en la formalización de sus reglas, imponiendo, definitivamente, nueve bolos en el reglamento. Quizás este número tuviera algún significado sagrado para Lutero.
Al igual que en Alemania y en otros países de Europa, Estados Unidos siguió esta práctica de jugar con nueve bolos. Pero solo hasta los años 30 del siglo XIX, momento en el cual el número de bolos pasa de nueve a diez y con diez se ha quedado. En la actualidad solo las pistas de Texas alternan los nueve con los diez bolos. ¿A qué se debió el cambio? Por lo visto al absentismo laboral y al gusto de los devotos por dejarse los dineros en apuestas.
Para animar al público a que apartara de sí esos vicios y se remangara, algunos estados prohibieron la actividad. El estado de Connecticut fue, mediante legislación de 1841, el primero en prohibirlo. Por cierto, para los amantes de los deportes. Recordemos que Connecticut es uno de los tres estados, los otros dos son Florida y Texas, en los que todavía se puede practicar jai alai. Otros estados también prohibieron el juego de bolos, pero como en su normativa solo se hacía referencia a la modalidad con nueve bolos, enseguida se la dio esquinazo añadiendo un pino más al juego.
En Estados Unidos, el reglamento vendría siglos después, en 1895, con el American Bowling Congress, Congreso Americano de Bolos. Como sospechamos, el congreso versión femenina, el Women's International Bowling Congress, Congreso Internacional de Bolos Femenino, es más tardío. Este tuvo lugar en 1917 en la ciudad de San Luis.
Es a principios de los años 50, con la incorporación de maquinaria de la American Machine and Foundry Company, y gracias al efecto televisión, cuando la popularidad del deporte se dispara. Y una nota sobre la bola. La bola para derribar los bolos también ha sufrido cambios importantes a lo largo de su historia y ya no es el pedrusco del Neolítico. En un principio solía estar hecha de palo santo, una madera muy dura. En 1906, la Brunswick Corporation saca la bola de goma Mineralite. La goma se fue abandonando en los años 60 del siglo pasado y en la actualidad parece que es el poliéster, material con menor fricción, el que se ha adueñado de la pista.
Noventa y cinco millones de jugadores en más de noventa países, aunque, en Estados Unidos, este pasatiempo-deporte está perdiendo tirón.