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lunes, 15 de julio de 2024

Biden dice no. ¿El elefante y el burro en la sala?

Y hablemos del elefante, burro, en este caso, en la sala: la negativa de Biden a marcharse. Del 19 al 22 de agosto tendremos en Chicago la Convención Nacional Demócrata, bastión demócrata. Allí, supuestamente, los delegados del partido volverán a nominar a Biden y a su vicepresidenta. En caso de que el motín para sacar a Biden prospere, la carta de los posibles nominados a la presidencia no parece muy amplia. Sin duda, dos son los favoritos: Gretchen Withmer, gobernadora de Michigan, y Gavin Newsom, gobernador de California.


Por detrás tenemos a J.B. Pritzker, gobernador de Illinois, a Andy Beshear, gobernador de Kentucky, a Wes Moore, gobernador de Maryland, de origen africano, tal vez pelín joven para el puesto, tiene 45 años, a Josh Shapiro, gobernador de Pensilvania, que, de ganar, se convertiría en el primer presidente de origen judío, al secretario de Transportes, Pete Buttigieg, o a la propia vicepresidenta, Kamala Harris.

Newsom ha jurado y perjurado que, aunque Biden decida retirarse de la carrera presidencial, no se presentará a la nominación. Pero si el Partido, tal y como se ve, se lo pidiera, seguramente cambiaría de parecer. Sin embargo, creo que su elección no sería estratégica, y es que el gobernador no tiene mucha tracción con la clase obrera. Recordemos que es un hombre de negocios, ni más ni menos que hijo de San Francisco. 

La que sí que tiene tracción, y mucha, es la gobernadora de Michigan. Esta mujer es un todoterreno, y el azote de los republicanos. Y le ha pasado de todo. En octubre de 2020, miembros del grupo extremista Wolverine Watchmen, relacionado con el movimiento boogaloo, fueron arrestados por planear su secuestro. Añadir que hace años, en su época de universitaria, también fue agredida sexualmente, con lo que conoce de primera mano lo que son estos horrores. Es afable, de personalidad abierta, se expresa muy bien, y tiene inmensa capacidad para sacrificarse por el Partido. Dicen los rumores que era uno de los candidatos vicepresidenciales pero que se retiró, no sin antes recomendar la elección de Harris, conveniente por su mestizaje. 

Pero Harris no termina de cuajar. Ni siquera entre los propios demócratas. Parece ser que sus asesores no le aguantan largas temporadas. Y los posibles votantes la ven demasiado rígida. Harris acude a los problemas raciales a los que, sin duda, tuvo que enfrentarse, para sacarse esa elusiva aprobación, pero eso no puede borrar que pertenezca a la clase alta, y encima con tufo intelectual. Sus padres eran profesores universitarios. Como Newsom, también es californiana, lo que termina distanciándola un tanto del público. Quizás un doble ticket, como lo llaman aquí, con Withmer al frente y Harris en la vicepresidencia, pudiera ser más atractivo, y, sin duda, histórico, con dos mujeres en la Casa Blanca.

De momento, tenemos a una sección demócrata intentando convencer a Jill Biden para que apee a su esposo, nuestro presidente, del burro. No creo que suceda.                

lunes, 15 de agosto de 2016

Los políticos, ¿tienen mascotas?


De los insultos muchas veces aflora el ingenio. Eso es lo que sucedió gracias a las elecciones presidenciales de 1828. Los opositores del candidato demócrata, Andrew Jackson, asqueados con su eslógan Let the People Rule (Dejemos que gobierne el pueblo), aprovecharon la ocasión para tildarlo de imbécil, distinción que, en su traducción originaria, (jackass), se escoge al burro como encarnación de la estupidez. Jackson adoptó la imagen del animal en lo que le restaba de campaña.

La identificación de la testarudez del partido demócrata con este animal aparece gráficamente en una tira cómica de 1837, donde se ve a Jackson tirando de un burro que se niega a moverse, en alusión a la negativa del cuerpo democrático a seguir las directrices de Jackson. Décadas más tarde, en concreto 1864, aparecía su complemento republicano: un elefante. Pero fue el ilustrador político Thomas Nast, el que, años más tarde, consolidaría la pareja política.

Nacido en Alemania, a Nast se le consideraba el látigo de los demócratas, aunque también fue extremadamente crítico con las posiciones republicanas. De hecho, a su pluma se debe que Grover Cleveland, el candidato demócrata, saliera elegido en 1884, después de casi treinta años de mandato republicano.

La tira que inauguró esta relación asno-elefante salió en 1874 en la revista Harper's Weekly. La escena, titulada Third Term Panic (Pánico del tercer trimestre), es pretendidamente bucólica. El burro va disfrazado con una piel de león, asustando a los animales del bosque, que, a su paso, huyen despavoridos. También el elefante está desorientado, a punto de caer en un hoyo etiquetado como inflación y caos. Para que el lector sepa quién es quién en todo momento, Nast marca la piel del burro con un Caesarism (Cesarismo) y la del elefante con un Republican Vote (Voto republicano).


Ni que decir tiene que la visión que tiene Nast del burro es inferior a la del elefante, al que casi ve como una víctima del atolondramiento y estulticia del asno. Si al burro lo ve torpe y obstinado hasta la perdición, al elefante lo ve íntegro y cabal. Si, con el burro intenta llamar la atención sobre sus humildes orígenes, con el elefante busca evocar realeza y elegancia. Si, con la aparente delgadez del burro pretendía rememorar periodos de escasez apenas olvidados, la sombra de la Guerra de Secesión aún no se había desvanecido, con el elefante clama fortaleza y poder, siempre aptos para el combate.

No es raro que, con esta saca de virtudes, los republicanos se dieran prisa en hacerlas suyas, adoptando al paquidermo como su símbolo, mientras que los demócratas no quieran ver ni en pintura al équido que les ha tocado en gracia.

Curiosidad: la mascota de los libertarios es un roedor: el puercoespín.

Y ustedes, ¿con qué se quedarían? ¿Tal vez con ninguno? ¿Creen que los grupos políticos deberían tener mascotas?