Con este nombre uno bien pudiera pensar que se trata de un personaje literario. Casi. Harriet Carter es parte del sueño americano.
Poco se sabe de esta mujer. Con ayuda de sus hijos, y desde la cocina, levantó un negocio de pedido por catálogo en 1958 que todavía perdura, y, de momento, no parece dar muestras de agotamiento. Esta tranquilidad probablemente proceda de la variopinta naturaleza de los productos ofertados. Revisando el catálogo, no, no soy subscriptora, he visto artilugios que van desde una hamaca para gatos a una barra para dar de sí la cinturilla de los vaqueros. Pero, las que más me han llamado la atención, han sido las de corte higiénico. El inodoro que se ilumina cuando alguien anda cerca y, sobre todo, el “refrescador personal”, que, además, se puede llevar a cualquier parte, una especie de escobilla de “plástico suave”, se advierte, para, sí, lo han adivinado, esas partes…
A estas alturas, aún seguimos con el choque cultural. Al bidé, y eso que es francés, tampoco lo quieren.