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martes, 14 de marzo de 2023

Un lugar en el corazón.

No creo que el profesor E. D. Hirsch haya visto La verbena de la Paloma, pero seguramente coincidiría con don Sebastián en eso de que "Hoy las ciencias adelantan, que es una barbaridad". 

Algunos de estos adelantos hacen retemblar los pilares de la sociedad, y, a veces, su efecto es tan feroz, que resquebraja su estructura. Esos pilares pueden sobrevivir entre lo nuevo, no cabe duda, aunque, en muchas ocasiones, el tiempo se encarga de darles una manita de fosilización que los arrumba.

loc.gov
Hirsch, profesor de inglés y teórico de la educación, es consciente de la obsolescencia del conocimiento: a tiempos modernos, nuevos conocimientos. Los Galileos, Newtons o Shakespeares correrán la misma fortuna que corrió el huevo de starlite. Nadie se acordará de ellos. Tan solo un puñado de nostálgicos y aquellos con afán enciclopédico les reservarán un lugar en sus corazones. El resto de los mortales se limitará a ir sacándose de la cabeza el contenido que no le sea de utilidad para ir incorporando en su repertorio nuevas tendencias culturales. Eso sí, nos comenta el profesor, para evitar que algunos partan con ventaja, el conocimiento mínimo requerido tendrá que ser impartido en las escuelas. Pongamos por caso: la sociedad decide que es de suma importancia recordar que ChatGPT salió en noviembre del 2022. Ese dato, según Hirsch, deberá impartirse en las escuelas, y al estudiante no le quedará más remedio que memorizarlo. De no impartirse este conocimiento, el alumno saldrá con desventaja, lo que lo alejará del éxito, especialmente en lo profesional. 

Este conocimiento mínimo común es, según Hirsch, instransferible, esto es, cada país cuenta con el suyo, y es el pegamento que mantiene a un país unificado. En Francia, por ejemplo, no tendría mucho sentido guardar en la memoria quién era Jefferson, a menos que quisiéramos hablar de las idas y venidas del marqués Lafayette a Monticello, como tampoco tendría sentido en España, pongamos por caso, retener quién fue Madam C. J. Walker

En 1987 Hirsch publicó su libro Cultural Literacy: What Every American Needs to Know (Conocimientos culturales básicos: lo que todo americano necesita saber). Por aquel entonces, algunos ya expresaron que su propuesta, su lista con los imprescindibles, unos 5000 términos, algunos de ellos en latín, escondía una intención opresora, hegemónica y patriarcal, crítica que, en estos días del woke, parece haberse vuelto a reavivar. Hirsch siempre ha dejado claro que su modelo educativo solo pretende dar igualdad de condiciones al estudiante, independientemente de las condiciones de las que parta.  

Puede que en el Saber y Ganar del futuro ya no se nos pregunte cuál es la capital de las Islas Marshall, y que en su lugar se nos requiera el nombre del banco californiano que quebró el 10 de marzo de 2023 (respuesta: Silicon Valley). El conocimiento universal evoluciona. A estas alturas del juego, ¿quién no sabe quién es Ronald McDonald?  

miércoles, 23 de noviembre de 2022

¿Up Where We Belong y Codeína son de?

Noviembre es el Mes de la Herencia de los Nativos Americanos, unas "574 naciones tribales reconocidas por el gobierno federal que gobiernan unos 100 millones de acres de tierra indígena en todo Estados Unidos".  Para celebrarlo, una artista, cantante, compositora, activista social y artista visual, poco conocida fuera de Canadá y de Estados Unidos. Se trata de Buffy Sainte-Marie. 

Cortesía USDA ARS.
Nacida en 1941 en la reserva cree de Piapot, en Canadá, a los dos años el gobierno canadiense se la quita a sus padres para entregarla en adopción a una familia de Mssachusetts. Con este bagaje vital, no es de extrañar que las letras de Sainte-Marie a muchos les suenen respondonas y haya quedado un tanto aislada del circuito musical. 

En su música enseguida sentimos los latidos de los pueblos indígenas. Su voz es un constante temblor con el que intensifica la emotividad de sus magníficas piezas. Aquí dejo una de mis favoritas, Cod'ine, Codeína, que la mismísima Janis Joplin, entre otros, subió al escenario en 1965. Con esta otra, Up Where We Belong, de la película Oficial y caballero y por la que Sainte-Marie se llevó un óscar, conseguimos sacar a esta artesana un poco del anonimato. 

miércoles, 2 de noviembre de 2022

Un poquito más de civismo, por favor.

Y seguimos con la clase de civismo y con preguntas que, por cierto, pueden caer en el examen de ciudadanía. 

  • ¿Quién escribió la Declaración de Independencia?

Thomas Jefferson en 1776. 

  • ¿Cuáles fueron los 13 estados que se formaron primero?

En orden alfabético: Carolina del Norte, Carolina del Sur, Connecticut, Delaware, Georgia, Maryland, Massachusetts, Nueva Jersey, Nueva York, Nuevo Hampshire, Pensilvania, Rhode Island y Virginia. Los tres primeros en establecerse fueron Delaware, Pennsylvania y Nueva Jersey en 1787.   

  • ¿Cuándo se escribió la Constitución?

En 1787.

  • ¿Quiénes escribieron los Papeles Federalistas?

James Madison,  Alexander Hamilton y John Jay. Los tres adoptaron el pseudónimo colectivo de "Publius". 

Susan B. Anthony de loc.gov  

  • ¿Por qué se conoce a Susan B. Anthony?

Esta nativa de Massachusetts nació el 15 de febrero de 1820 y se la conoce por luchar por los derechos de las mujeres y por los derechos civiles. Gracias a su perseverancia, las mujeres estadounidenses consiguieron el voto en 1920.  Desgraciadamente Susan B. Anthony no llegó a votar. Eso sí, la Decimonovena Enmienda lleva su nombre. 

  • ¿Qué estados hacen frontera con México?

California, Arizona, Nuevo México y Texas.

  • ¿Cómo se llama el himno nacional de Estados Unidos?
The Star-Spangled Banner, La Bandera llena de estrellas. 

jueves, 13 de octubre de 2022

¿Cuál era la ciudad más importante del 800 d. C. al 1600 d. C. en Estados Unidos?

loc.gov

Y, como hoy es día de celebración, un par de curiosidades sobre la cultura de los nativos americanos. Esta información me vino hace muchos años de la mano de un museo del que guardo un muy grato recuerdo. Fue allí donde vi, por primera y única vez, una magnífica exposición de bellísimas acuarelas pertenecientes a una pintora poco conocida y reconocida, Zelda Fitzgerald. Con ese apellido enseguida caemos en la cuenta de que, en efecto, se trata de la esposa del afamado escritor. El Museo en cuestión está en Massillon, una localidad de Ohio en la que de niña, por cierto, veraneaba la actriz Lillian Gish. 

Pero a lo que vamos. Que los datos a los que me refería son estos.

  • Que los nativos americanos comenzaron a utilizar el arco y las flechas hará unos 1000 años 
  • y que en Cahokia, la ciudad más importante de la cultura misisipiana (del 800 d. C. al 1600 d. C.), ciudad que se piensa estaría en el estado de Illinois, llegaron a vivir unas 20000 personas. Para que nos hagamos una idea. No será hasta 1800 cuando Filadelfia sobrepase esa cifra. Para pasar el tiempo, los cahoquianos practicaban el chunkey, juego en el que se requerían dos objetos, una lanza y una piedra. Aquí dejo al experto con información sobre Cahokia. 

martes, 4 de mayo de 2021

¿Qué es el Mes AAPI?

Y en mayo de celebración con el Mes AAPI. ¿Y qué es el Mes AAPI (en inglés Asian American Pacific Islander)? Es el Mes en el que se honra la herencia asiática, la de las islas del Pacífico y la de las personas nativas de Hawái. 


Un 7 de mayo de 1843 llegaron a California, siguiendo la fiebre del oro, los primeros inmigrantes japoneses a Estados Unidos. También fue en mayo, pero de 1869, cuando se dio por terminado el famoso Ferrocarril del Pacífico, también conocido por primer ferrocarril transcontinental, y que unía California con Iowa. Como sabemos por las películas, la mayoría de los trabajadores que colocaron las vías eran inmigrantes procedentes de China.

Fue en 1977 cuando comenzó a celebrarse la contribución asiática la de las islas del Pacífico y la de las personas nativas de Hawái, aunque por aquel entonces solo se les tenía reservado diez días. Habría que esperar a 1992 para que el presidente George H.W. Bush adjudicara el mes completo. 

Y para los que estén interesados, aquí dejo el calendario con algunas de las actividades programadas. Para abrir boca, mañana miércoles, bailes de Samoa y panel sobre el futuro de la gastronomía asiática con el Smithsonian. Y el 6, una de superhéroes. 

martes, 6 de octubre de 2020

El joven Frankenstein.

Y, después de tanta intoxicación vírica, sobre todo presidencial, hoy, una ventana cultural con Frankenstein de Mary Shelley. Manual Cinema, de la mano de City Theatre, estos días, (la última representación será el 18 de octubre), lleva ofreciendo un espectáculo vistoso, creativo, entretenido y elegante del clásico. Duración, 65 minutos. La justa para que no se hiciera interminable y evitar la posibilidad de acabar en el barranco de la odiosa repetición, (entiendo que, a veces, pero solo a veces, la necesidad la reclama). 

El entorno, como si tuviera conciencia de que estábamos allí para que nos entrara miedo en el cuerpo, acompañó. Luna llena, viento, lluvia y claqueticlá de tren de fondo deslizándose con tranquilidad fantasmal en la cercanía nos clavó el espíritu victoriano de la obra. Y eso que manteníamos las ventanillas del coche bien subidas. No he mencionado que el espectáculo se proyectaba en un autocine, manera creativa para dar esquinazo a la Covid. Se nos facilitó una emisora de radio por la que salía la música en directo de una mini orquesta. 


Tras una pantalla gigante apoyada en los huesos de hierro de una antigua fábrica de acero, (el aire era tan fuerte que a veces conseguía doblarla, reforzando así el terror de la obra), actores de carne y hueso, creo recordar que todos eran mujeres, salpicaban su representación con la de marionetas iluminadas bajo los focos de un proyector que los actores acercaban o alejaban de este, dependiendo del efecto que buscaran. La puesta en escena del clásico me recordó al Bunraku japonés, pero, en este caso, tras la pantalla, aderezado también con fantásticas piezas musicales de cosecha propia, que, aquí y allí, me traían la locura del marilandés Frank Zappa. 

Aquí dejo el tráiler de Manual Cinema, la compañía que con tan buen tino ha captado la maternidad y el proceso creativo de la escritora Mary Shelly a través de su deslumbrante hijo, el joven Frankenstein.

martes, 15 de octubre de 2019

Sobre las olas

Acabo de ver en WQED, la televisión pública de Pittsburgh, Sobre las olas, un sensacional documental de la doctora Carolina Loyola García, profesora de Artes Audiovisuales en la Universidad Robert Morris, que intenta definir qué es el flamenco. La doctora también es una extraordinaria bailaora. Gracias a su pasión existe una comunidad flamenca bastante vital. Con ella podemos aprender este arte en su Centro Flamenco que tiene aquí en Pittsburgh.

Una de las personalidades del mundo de la música a la que entrevista la doctora Loyola es a Carmela Greco. Con ella estudió en una de sus estancias en España. Carmela Greco, que tiene su estudio en Antón Martín, es hija de José Greco, el famoso bailaor y coreógrafo de sangre italiana que bailaba con alma española. Greco era miembro de la compañía que la Argentinita tenía en Nueva York y en la que ingresó en 1942, tres años antes del fallecimiento de la sensacional artista. A José Greco le debemos que el flamenco se metiera con fuerza en Estados Unidos. Para que nos demos cuenta de su capacidad para atraer a las masas, decir que en 1953 Greco y su compañía lograron reunir 19000 personas en el estadio Lewisohn en Nueva York. Esta habilidad para atraer público, sin embargo, a veces no pudo contrarrestar que se le tachara de sucedáneo, una suerte de Gypsy Kings de la época.

Aquí dejo el tráiler del documental. Por cierto que, si se está por la zona, el 26 de este mes se les podrá ver en concierto en el Pittsburgh Center for the Arts.

martes, 3 de septiembre de 2019

¿Qué es casi tan americano como el helado?

Se acerca el otoño y con él la temporada de un clásico: el pastel de manzana. A principios del siglo XX, parece que algunos le hacían ascos. No por motivos económicos, que seguro que existirían, sino por cuestiones morales. "El pastel es verdaderamente un mal americano", además de ser "inmoral", puede ser "motivo de divorcio", y al que lo come también lo deja "sin lustre o con un brillo antinatural en los ojos" y, de paso,"dispépsico". Aunque también los había del bando contrario, de los que miraban a los pasteles de manzana como artículos de primera necesidad. Este bando era el de los tradicionales o más americanos.

Parece ser que el amor por este tipo de pastel (con masa por arriba y por abajo) salió de la cocina del señor presidente Adams. El suyo era de calabaza, pero por lo visto estaba para hacerle reverencias. De hecho, este tipo de tarta que en inglés se llama pie (se pronuncia pái) salió de Massachusetts y de allí se extendió a Nueva Inglaterra. Este gusto por los pasteles de manzana no le era desconocido a Rudyard Kipling. En una carta que escribiera un 7 de febrero de 1921 a su entrañable amigo Nelson Doubleday, llama a Nueva Inglaterra el "cinturón del pastel americano". Por supuesto, los antecedentes de estos pasteles dulces hay que buscarlos en Inglaterra, en esas empanadas redondas rellenas de judías y carne.


Con la llegada de más inmigrantes a Estados Unidos, los pastelitos comenzaron a identificarse con las clases bajas. Supongo que el deseo de cuadrar en la nueva sociedad y el costo asequible de los productos (sobre todo una vez que despegara la industria conservera) tendría algo que ver. Con la Primera Guerra Mundial el pastel de manzana sale de las cocinas obreras para convertirse en un símbolo de patriotismo y democracia. Solo un postre supera el patriotismo del pastel de manzana: el helado.

miércoles, 28 de diciembre de 2016

Ives 2

El segundo Ives de la trilogía es Charles Ives (1874-1954). Si, en literatura Mark Twain era considerado El americano, es en la música donde Ives disfruta del mismo título.

Su carácter representa el optimismo y el idealismo, atribuyéndosele la integración de lo americano con las formas de la música clásica europea. Su voz anticipa la de otro americano, quizás más conocido, Aaron Copland. 

Ives comenzó a componer a los trece, siendo el órgano su especialidad. De su padre recibió su primera instrucción, completando en Yale (Connecticut) sus estudios bajo la dirección del profesor Horatio Parker, probablemente el mejor profesor de composición de la época. Sus cuatro Sonatas para violín suponen la mejor contribución americana a este género.

A Ives se lo conoce por su pasión por experimentar y por su gusto por lo nuevo, de ahí que seguramente su popularidad solo ganara impulso años después de su fallecimiento. 

El rechazo de sus piezas y una mala salud probablemente avivaron ese monstruo que es la sequedad de la imaginación. Exhausto, aunque sin perder el sentido del humor que lo caracterizaba, dejó el mundo de los negocios (poseía junto a un socio una millonaria agencia aseguradora), al tiempo que también despedía a sus composiciones. 

martes, 27 de diciembre de 2016

El primer Ives

Una prueba de que se está al tanto del ambiente navideño es conocer la obra de Currier & Ives.

¿Y quiénes son Currier & Ives? Nathaniel Currier y James Merritt Ives fueron un tándem de éxito especializado en litografías. Sus estampas de invierno, esos trineos tirados por un caballo, han quedado en la memoria de muchos americanos, aunque hay que decir que estos impresores hacían todo tipo de escenas. Catastrofistas, sentimentales, deportivas, de caza, religiosas, políticas, con trenes, barcos, bomberos en el furor de las llamas, carreras de caballos, retratos... todo les valía. Más de un millón de impresiones entre 1835 y 1907. Con esta productividad, no es de extrañar que ellos mismos se calificaran Publishers of Cheap and Popular Pictures (Editores de dibujos baratos y populares).

Currier&Ives
Currier nació en Massachusetts en 1813. Bajo la tutela de un tal Dubois, oriundo de Francia, el cual trajo la litografía a los Estados Unidos, se ejercitó Ives. En 1833 y tras años de aprendizaje abrió su propio negocio en Filadelfia.

Probablemente sus piezas más famosas sean sus impresiones en lápidas, en las que representa el dolor inconsolable de las familias que han perdido un ser querido.

Nacido en Nueva York en 1824, Ives se le unió más tarde, en 1852. Aunque comenzó como contable, también tenía en su haber habilidades artísticas que puso a disposición de Currier, mejorando las ventas. En 1907 la compañía, incapaz de competir con los nuevos avances en el fotograbado, se vio obligada a cerrar.

Su nombre aún persiste a modo de fundación.

miércoles, 30 de noviembre de 2016

Profano y profundo

Si estuviera, hoy cumpliría 76 años.

Puede que muchos lo recuerden por la película No me chilles que no te veo en la que hace de ciego o por Superman III, en la que interpreta a Gus, el genio informático que los hermanos Webster utilizan para enriquecerse, pero Richard Pryor, además de ser buen actor, era mucho más que eso. Era el padre de todos los comediantes de nuestros días.


Entre los comediantes, parece que una infancia traumática, la suya marcada por un padre proxeneta, una madre prostituta y una abuela que lo crio en el prostíbulo que ella regentaba, se hace de primera necesidad para poder reírse de sí mismo y hacer que el público se ría con uno y de uno. Nadie como él trató sus adversidades en el escenario. Memorables son sus narraciones sobre el accidente que le quemó el cuerpo mientras purificaba cocaína con productos químicos inflamables.

A Pryor, como a casi todo artista, le costó encontrar la voz. Comenzó imitando los inocuos amaneramientos de Bill Cosby, pero pronto sintió que ese no era él. El sentimiento de impostor lo tomó subido al escenario en Las Vegas, frente a una audiencia en la que figuraban, entre otros, algunos miembros de la Rat Pack, Dean Martin y compañía. Allí los dejó plantados, en mitad del espectáculo. Pero Pryor ya sabía quién no era.

En el ajuste de su personalidad requirió de lo obsceno, la palabra mal sonante, la ordinariez, pero dicha con tanta naturalidad que parecía exenta de la agresividad y rabia desbordada con la que Lenny Bruce la trataba y que no logró tanto eco en unos Estados Unidos que aún no estaban lo suficientemente preparados para afrontar ese chorreón de libertad de expresión.

Y en cierta manera era lógico porque Pryor, al ser de color, tenía que andarse con pies de plomo si no quería alienar a la población blanca. El justo medio lo encontró en la palabra nigger (negro), un término ofensivo pero que su uso y abuso parecía deleitar tanto a negros como a blancos. Y es que Pryor hizo comprender a su audiencia que este término no atacaba a un individuo sino que reflejaba el carácter de una colectividad.

Por supuesto, el hacer comprender lleva su tiempo. En su caso cinco segundos. Ese era el lapso que Saturday Night Live decidió insertar con el fin de pillar y censurar las obscenidades que Pryor soltara en este late show, en directo.

Los cómicos, siempre tan necesarios, con sus verdades enteras y crudas, capaces de salvaguardarnos de la locura, sobretodo en épocas de autocracia.

Ahora, me pregunto, ¿volverían a aplicarle los cinco segundos?

lunes, 24 de octubre de 2016

Deportes nada recomendables: primera parte

No tengo cuerpo de deportista, lo reconozco, pero soy humana y disfruto con las proezas de otros. No desdeño ninguna actividad, aunque, como cualquiera, tengo mis preferidas. La resistencia de Haile Gebrselassie siempre me ha dejado con la boca abierta y la capacidad de atletas como Tamae Watanabe, que, a la friolera de setenta y tres años, ha sido capaz de subirse y bajarse el Everest, superando el récord del año anterior que ella misma estableció, me llenan de espanto y envidia.

También valoro la pericia que actividades como el golf requieren. Quién no se habrá quedado maravillado con el Tiger Woods de tres añitos pateando como si tuviera diez. Pero quizás sea la naturaleza conservadora de esta ocupación lo que más me aleje de una rápida acogida.

Mi reticencia probablemente se deba a los perjuicios medioambientales que suelen acompañar esta práctica, aunque reconozco que la imagen, seguramente estereotipada, del proctólogo preguntándole al gastroenterólogo dónde fue a caer la bola, tampoco es que ayude mucho. Déjenme aclarar que en Estados Unidos se tiene la idea de que los doctores se pasan las tardes de los miércoles en el club de golf con sus compañeros de gremio. No sé quién difundió esta fábula. Probablemente algún cliente poco satisfecho.

En esta trayectoria descendente la caza ocupa un lugar menos honroso, tal vez porque, durante años, la vista de cartelones escritos a mano, degradados por rayos cósmicos anunciando "Pierde tus armas y perderás tu libertad" me han ensañado. Tampoco es que los cañoneos de balas de temporada hayan contribuido a mejorar el concepto que profeso por dicha actividad, lógicamente por la víctima, el animal, y por las gentes que, como yo, vivimos acostumbrados, que no inmunizados, a las descargas.

En Estados Unidos la caza cuenta con gran cantidad de adeptos. Recuerdo que, cuando era profesora en Pensilvania, los chicos me pedían que cancelara las clases porque se había abierto la temporada, que, por cierto, nunca tenía fin. Conseguir una licencia de caza no es difícil y a los doce, siempre y cuando se esté acompañado de un adulto, ya se considera que se está listo para pasar unas cuantas horas detrás de un árbol.

Thoreau no hubiera estado más de acuerdo con la autoridad expedidora. Cuanto antes, mejor. Al joven hay que destetarlo de su instinto asesino, pensando que, solo así, podrá alcanzar la madurez emocional y moral. Admito que estas reflexiones me intranquilizan ligeramente porque, o bien los cazadores son menores acompañados en su proceso formativo, o simplemente son adultos que no superaron las pruebas y andan aún en la fase del destete.    

Estoy convencida de que algunos se apresurarán a extraer una lectura procomunista y antiamericana de esta confesión. Qué le voy a hacer. Seguramente no llevo muy bien que, como senderista, tenga que seguir las recomendaciones de algunos parques en los que se advierte que el uso del chaleco antirreflectante no está de más.

Quiero pensar que con este estímulo la posibilidad de que se nos tome por ciervo quedará totalmente erradicada. No sé si lo habrán probado, pero en invierno y en verano la puesta del chaleco es totalmente insufrible. En invierno porque ya lleva una suficientes capas encima como para añadir una nueva dimensión a esa masa difusa en la que ya se ha convertido y que, a duras penas, se abre paso en la nieve. Y no es por cuestión estética, no, pues a diez grados bajo cero andamos todos hechos unos cristos.

En verano el calor y la humedad simplemente hacen abominable esta prenda, convirtiendo al que la lleva en una insalubre rojez que solo beneficiaría a doctores, aquí salen otra vez, y a las aseguradoras médicas. Nadie escapa de las erupciones cutáneas, lo que requiere una visita al dermatólogo, segunda tras la forzosa parada y fonda en el médico de cabecera para que, efectivamente, atestigüe y cobre por la comezón.

En las estaciones restantes es más ponible pero aun así, ¿por qué debe uno estar sujeto a dicha incomodidad si solo pretende pasear, respirar tranquilidad, pensar, tal vez desfogarse, pasar desapercibido en lugar de berrear su presencia?

Dentro de poco, ¿un casco para repeler los tiros perdidos será parte del ajuar? Buena puntería, como siempre, para el mercado. Y no nos olvidemos de los doctores. Ni de las aseguradoras.

miércoles, 7 de septiembre de 2016

Los colores, ¿cosas de ricos?

El lunes que acabamos de dejar atrás fue Labor Day (Día del Trabajo). Con él se da oficialmente por concluido el verano. El martes fue la vuelta al colegio, y las playas, medio vacías, ya no son de pago. En Nuevo Jersey la mayoría de las playas requieren un pase en época estival. Se puede acceder a ellas gratuitamente a partir de las 4:30 de la tarde, cuando los turistas ya han gastado el sol.

Leyendo un artículo sobre el origen de esta fiesta, me he enterado de que era una celebración de la ostentación, un festival de apariencias, un anuncio para demostrar quién era el más potentado, un método para distinguir la pertenencia o no a esta hermandad de agraciados. El Día del Trabajo se estableció oficialmente a nivel federal en 1894, aunque el código de vestimenta que vino con él se remonta a fechas cercanas a la Guerra de Secesión.

El pánico y el asco saltó entre las damas emperifolladas al estilo de Lo que el viento se llevó. El dinero viejo, así lo llaman aquí, el dinero rancio, de tradición, con solera, vamos, dinero de terratenientes, estaba bajo amenaza. El dinero nuevo, término utilizado para definir a los nuevos ricos, era su nueva preocupación. A las esposas de los latifundistas no les quedaba más remedio que reforzarse contra la vulgaridad. Molly Brown, la activista y superviviente del Titanic es un gran ejemplo. Por si no han visto la película, esta mujer, de la noche a la mañana, se hizo rica con yacimientos de oro.


Para quitarse la chusma de encima, la élite diseñó una etiqueta, únicamente conocida entre el personal de rancio abolengo, por la que se consideraba que era una abominación que las mujeres fueran de blanco en otoño. Esta normativa no afectaba únicamente a los colores sino que minuciosamente recorría todos los aspectos de la vestimenta. Por ejemplo, una longitud de manga inapropiada, y la pobre era desollada. Hoy en día estas imposiciones se han templado, aunque, a veces, se oyen voces censurado el uso del blanco fuera de temporada.

Y ustedes, ¿creen que el blanco es para el verano o son cosas de los ricos?

miércoles, 31 de agosto de 2016

Libros de colorines, ¿para todos?

Nunca compro nada, de hecho tengo crédito con una librería de viejo en un pueblo cercano a mi residencia, pero de vez en cuando me gusta pasearme por Barnes & Nobles a ver qué novedades tienen. Para los que no lo sepan, Barnes & Nobles es la librería más grande de Estados Unidos. Aquí, además de libros y revistas, claro, se pueden encontrar artículos de regalo, sobre todo los relacionados con el mundo del libro y de la informática. También cuenta con una importante sección de juguetería y música, y si a uno le apetece tomarse un frappuccino mientras hojea un libro, puede hacerlo en el Starbucks, normalmente suele haber uno.  

Recorriendo los pasillos, hace tiempo que vengo notando el poder omnímodo de las secciones de autoayuda, religión, ejercicio y cocina. Lógicamente la misión de la librería es vender, y si los clásicos solo pueden salir adelante con el respaldo de las nuevas tendencias, supongo que habrá que conformarse. La cuestión es hasta cuándo. Cuánto puede aguantar la vara antes del chasquido.  

A las hordas de autoayuda, religión, ejercicio y cocina hay que añadir una nueva adquisición. Alguien la había colocado estratégicamente a ambos lados del vestíbulo. Imposible la escapatoria. Portadas muy llamativas, al principio me pareció que se trataba de libros de filosofía india. En una segunda exploración me di cuenta de que, aunque efectivamente había dado en el clavo con lo del tema "indio", de la India, se entiende, pues la conocida forma circular del mandala ahogaba la cubierta, había errado en lo de filosofía. Era un libro antiestrés. Y cómo funcionaba. Muy sencillo. Solo había que colorear las formas geométricas en el interior. Destinatarios. Niños grandes. El horror, obviamente, había traspasado el umbral, decorando estanterías en donde vivía de polizón. Sección de revistas, cómics, romance, incluso vi uno con motivos escandinavos que alguien dejó sobre una mesa en el Starbucks. Era evidente que la invasión de estos libritos de colorear para adultos, así reza en sus portadas, se había llevado a cabo sin rubor. 


La infantilización de la población no es un fenómeno de nuevo cuño. Resistirse a la ociosidad requiere una disciplina y una voluntad que, muchas veces, puede parecer lejana y desconocida, como si fuera impropia de este mundo. Pero sí, existieron. No hace tantos años que dejamos atrás a Stuart Mill, a los tres años ya sabía griego gracias a las enseñanzas de su padre, y más cerca aún, las hermanas Polgár, ases del ajedrez, cuyo padre, al igual que el de Stuart Mill, (¿tendrán los padres algo que ver con esto?), se encargó de su educación, dándonos el vívido ejemplo de que "los genios se hacen, no nacen".  

Revisando las noticias de hoy, he encontrado una en la que se resalta el éxito logrado por un estudiante. Su hazaña: contar con figuritas LEGO la dureza de la vida universitaria. Pero el estudiante ha preferido mantener el anonimato. Su decisión responde a necesidades laborales, nos confiesa. Se encuentra en el último año de carrera y en breve tendrá que iniciar la búsqueda de trabajo. El joven es consciente de que una sitcom a lo LEGO probablemente no lo beneficiaría, a menos que estuviese intentando hacerse un hueco en el mundo de la farándula o como decorador, pero me da en la nariz que, probablemente, esté estudiando Económicas, y no quiera ahuyentar posibles ofertas con su tufo infantil. A su favor, por lo menos, le queda el sentimiento de vergüenza. Ahora la cuestión es saber si, además de infantil, también está estresado y si, sobre todo, ya tiene un cuaderno de colorear para adultos.

Y a ustedes, ¿les parece que los libros de colorear para adultos son una mala idea? ¿Tal vez piensan lo contrario?

martes, 30 de agosto de 2016

Pioneer Days

Cuando vivía en Pensilvania todos los veranos acudía a un festival que duraba un par de días y que pretendía celebrar la herencia de los nativos americanos de la zona oeste de dicho estado. En el mismo también se reproducía cómo era la vida en los tiempos de los pioneros. En una explanada del parque de protección estatal, previo pago de un dólar, cantidad simbólica, se podían ver los distintos campamentos a los que se les habían asignado distintas funciones y contenidos.

En el asentamiento indio, por ejemplo, las mujeres preparaban un suculento guiso a base de pavo, arroz, maíz, judías, calabaza y patatas. También se veían tipis o tiendas indias, completamente deshabitadas por el calor sofocante y la agresión de mosquitos. Algunos actores llevaban collares de garras de oso, tenían la cara pintada de negro y vestían taparrabos, en clara alusión a las tradiciones indias, y, por lo que supe después, de raigambre hurona.

En los otros campamentos también se cocían demostraciones con destrezas del ayer: elaboración de mantequilla, confección manual de helados, fabricación de velas, hilado o talla de madera. En la misma pradera había una sección con sillas plegables. Era para acomodar a los asistentes de la subasta a sobre cerrado o lo que aquí llaman subasta silenciosa. En un papel los participantes escriben la cantidad que ofrecen por el objeto subastado, evitando así la lucha con una contraoferta. Normalmente estas subastas son de carácter benéfico. El tradicional concurso de a ver quién se embucha más pasteles, previo pago de una cuota de inscripción, por supuesto, no faltaba. Como tampoco faltaba el campamento de la Guerra de Secesión que aquí se denomina Guerra Civil.

Hombres uniformados de azul limpiando sus armas, haciendo prácticas de tiro o enseñando a los asistentes cómo disparar un rifle. La función de las damas también tenía su espacio en el campamento bien al pie de una cocción o paseándose del brazo de un militar. Pero, lo que más tirón tenía sin duda, eran las recreaciones de tres personajes históricos: Abraham Lincoln, Ben Franklin y Daniel Boone, ¿sería porque estos dos últimos eran oriundos de Pensilvania?

Me he enterado de que, este año, tras veintidós ediciones, el festival se ha cancelado. Supongo que por motivos de índole económica. Una lástima que las oportunidades de ocio y conocimiento, independientemente de los estereotipos, se vayan arrumbando. Así perdemos todos, ¿no les parece?

lunes, 29 de agosto de 2016

¿Bailaban los políticos?

A ritmo de hip hop, rap, salsa y otros compases Lin Manuel Miranda ha metido en Broadway su musical Hamilton, y está pegando fuerte. Este fenómeno, que ya comenzó el año pasado, saldrá en septiembre de sus dominios, Nueva York, para compartir las vicisitudes del histórico personaje. Chicago ha sido la ciudad afortunada (aunque la representación se hará con una compañía local) hasta marzo del 2017, cuando el espectáculo, esta vez sí, con la compañía original, se llevará a San Francisco. Los que quieran ver el musical en el Viejo continente tendrán que esperar hasta octubre del año que viene a que desembarque en Londres.

La idea de fraguar un espectáculo alrededor de Alexander Hamilton, uno de los Padres fundadores de Estados Unidos, le llegó a Miranda años antes, mientras esperaba en un aeropuerto. En uno de esos quioscos que ofrecen libros y revistas dio con Alexander Hamilton, una biografía del mismo, escrita por Ron Chernow. Y el resto es historia. Porque es precisamente eso lo que Miranda intenta recuperar. Historia. Porque Hamilton, para empezar, no era de aquí, sino que nació en el Caribe, en la Isla Nieves. Era, efectivamente, un inmigrante. Para añadir a su condición de desarraigado, su padre abandonó a la familia, y su madre también dejó pronto a Hamilton al morir a los treinta y ocho, obligándolo a que se buscara la vida siendo aún niño.

A los once ya lo vemos trabajando de contable en una tienda de comestibles. Con ayuda monetaria de sus tías, Hamilton logró entrar en Kings College, la actual Universidad de Columbia en Nueva York. Unos años más tarde, en concreto 1776, se instala en el terreno militar como Capitán de la Compañía Provincial de la artillería de Nueva York, posición que, probablemente, le catapultara a convertirse en la mano derecha del general George Washington.

No se sabe si por su condición de inmigrante, por su baja extracción social de la que muchos de la luminarias del momento, Adams, Jefferson, Madison y su propio ejecutor, Aaron Burr, (Hamilton murió en un duelo), se burlaban, o, tal vez por desidia, que la importancia de Hamilton se ha desdeñado. Este hombre cuya genialidad rayaba con lo increíble, era un magnífico escritor, sus Papeles Federalistas dan buena fe de ello, pensador, economista, estadista, ducho en varias lenguas, en fin, un perfecto humanista, se las vio y deseó para hacer que su visión se tomara en cuenta. Y no era de extrañar con los pesos pesados con los que tuvo que vérselas, especialmente Jefferson, extraordinario estadista, terrateniente, propietario de esclavos, y defensor de limitar el poder central para otorgárselo a los gobiernos locales y estatales.

Para retratar la azarosa vida de Hamilton, Miranda se ha valido de un elenco de actores de color. Desde el propio Hamilton, pasando por su ejecutor, Burr, George Washington, Thomas Jefferson, Angelica Schuyler Church, cuñada de Hamilton, James Madison y el Marqués De La Fayette. Con esta subversión no cabe duda de que Miranda se ha propuesto no solo dar un bocinazo contra los horrores de la intransigencia, sino también dar alas, aunque solo sea de manera ficticia, a inmigrantes y minorías. Hamilton a todas luces es una obra de emergencia para los tiempos que corren. Por cierto que Dick Cheney, Obama y los Clinton ya han visto la obra. Y Trump, ¿tendrá pensado pasarse? Quizás su anuncio del miércoles lo dictamine.

Y a ustedes, ¿qué les parece que los Padres fundadores muevan el esqueleto? ¿Y que, con la elección de actores afroamericanos y latinos, se haya dado alas a las minorías? ¿Les parece que esta decisión es racista?

viernes, 26 de agosto de 2016

Kit de inglés 5: How sick are you?

Siguiendo la estela a los surfistas y los skaters hoy traigo otra palabra que comenzó en estas comunidades y cuyo uso parece remontarse a la década de los 80. La palabra en cuestión es sick (sik).

Literalmente significa enfermo pero en el inglés americano coloquial es una mezcla que combina la sorpresa con lo magnífico, sensacional o increíble. Si visitáis el kit de inglés 4, ahí veréis que lo que se mezcla, no es ni más ni menos que algo impactante con awesome, tras presenciar algo cool (ver el kit de inglés 3). Si bien cool y sick parecen sinónimos, existe una pequeña diferencia. Sick se usa para describir acciones que tienen resultados más extremos e impactantes. Por ejemplo, tirarse sin paracaídas al vacío es sick, no cool.

Aquí van unos ejemplos. 

That is sick (literalmente eso es enfermizo).
You're sick  (literalmente estás enfermo).
Mary is sick (literalmente Mary está enferma, aunque seguramente quiera decir un poco loca).

How sick are you? 

miércoles, 24 de agosto de 2016

De La Habana viene un barco cargado de...

Seguramente, a los españoles que tienen la suerte de veranear en las costas, la idea de trabajar durante su periodo vacacional no se les pase por la imaginación, a menos que una insolación u otro tipo de exceso les haya tocado la consciencia.

Pero ese no es el caso para el diligente americano que cualquier ocasión, el verano no iba a ser menos, le basta para sacarse unas perrillas. Eso sí, toda ganancia implica una inversión inicial que, nuestros personajes, no tienen reparos en abordar. No sé si en su bolsa de viaje habrán metido toalla, protector solar y bañador, pero lo que sí sé es que muchos vienen equipados con extras: me estoy refiriendo a detectores de metales.

A estos modernos buscadores de tesoros normalmente se les puede ver escaneando la arena de la playa, bien antes de que despunte el sol o al atardecer, recorriendo con su vara de zahorí largos trechos. Además del detector de metales, si son verdaderos profesionales de la materia, se cubrirán los oídos con auriculares, un amplificador de la señal, al tiempo que reductor de molestias acústicas y de mirones y curiosos. También, en la mano que les quede libre, si se toman la detección en serio, llevarán una especie de pala colador, a poder ser de acero inoxidable, que les permitirá recoger el botín.

Es cierto que los jubilados son los que tienen más tiempo y dinero en sus manos para subvencionar esta afición, aunque también se ven expertos más jóvenes peinando las costas y adentrándose en las aguas. Según parece, los tesoros más preciados se encuentran ahí, entre el tobillo y el pecho. La culpa, por lo visto, de que haya proliferado tanto cazatesoros y de que los mayores tengan que aventurarse al agua es del oro. El precio del metal los ha zambullido.

A veces este interés da resultados, aunque se requiere mucha paciencia y tiempo, pues las latas de cerveza suelen ser los habitantes más comunes de la arena. En Florida, por ejemplo, estos peinadores han encontrado tesoros procedentes de naufragios y, en menor escala, los típicos crucifijos de oro tampoco son inusuales en las costas americanas. Por si acaso deciden hacer de este entretenimiento su segundo o tercer o quizás cuarto trabajo, una advertencia. Las exploraciones en los parques estatales están prohibidas, pero ¿quién dice que no puedan encontrar un tesoro?

Y a ustedes, ¿qué les parece? ¿En época de crisis se lanzarían al agua?

viernes, 19 de agosto de 2016

Kit de inglés 4: That's awesome, man.

Esta semana continuamos con las palabras o expresiones coloquiales del inglés americano que tienen buenas vibraciones. Hoy le toca el turno a la palabra awesome, un equivalente a nuestro estupendo o genial. Para los que no sabéis nada de inglés, siempre intento daros una pronunciación aproximada de la palabra o expresión de la semana. Aquí os la dejo: ósom. Para los que tenéis nociones, siempre podéis encontrar la transcripción fonética en línea. Por ejemplo, en esta página podéis consultar, además de oír, cómo se pronuncia en inglés americano. 

Aunque el uso coloquial de esta palabra comenzó a extenderse a finales de la década de los 70, el best seller Official Preppy Handbook consolidaría su uso en 1980, su origen se remonta a 1598, cuando se registró por primera vez en el Oxford English Dictionary. Por aquel entonces awesome tenía un aspecto religioso basado en el sobrecogimiento y el temor a Dios. Así que, si alguien del siglo diecinueve hubiera utilizado esta palabra, probablemente lo que quería decir es que la contemplación de cierto objeto u idea le producía pavor.

Los tiempos han cambiado, también para los británicos, que están aparcando su brilliant por el awesome americano para indicar que algo es magnífico, sensacional o increíble.  Pizza is awesome, the weather is awesome, the movie is awesome, you're awesome, man.

Como vemos, el optimismo de los americanos es inagotable. Y también awesome, claro está. Por cierto, que si pensamos que awesome nos queda pelín corto, podemos poner la guinda con un super awesome, y listos.

Awesome, ¿no os parece?

miércoles, 17 de agosto de 2016

Brfxxccxxmnpcccclllmmnprxvclmnckssqlbb11116 igual a Albin

Lo admito: tal vez me falte imaginación o quizás sea demasiado conservadora a la hora de elegir nombre para un bebé, pero, si tuviera que elegir uno, Lechuga, Vagina o Correos no serían parte de mi repertorio. Los motivos creo que son fáciles de imaginar.

La decisión del director general de los Registros y del Notariado de Fuenlabrada (Madrid) de aceptar Lobo como nombre para un recién nacido me ha hecho sonreír, primeramente, por cercanía, hace años que mi esposo cambió el nombre, y segundo, porque creo que han predominado la lógica y el buen tino.

En Estados Unidos la negativa a conceder a los padres la prerrogativa de llamar a sus hijos como gusten, es prácticamente inaudita. De hecho, en 2009, un matrimonio del estado de Nuevo Jersey, saltó a los periódicos gracias a una tarta de cumpleaños. Cuando a la petición de qué nombre le ponemos (a la tarta, claro), la respuesta fue un Adolf Hitler Campbell, los ojos del pastelero hicieron chiribitas.

De nada valieron los esfuerzos del panadero ni los de otros sorprendidos para despojar al infante del ofensivo apelativo y sacudirse el asco y estupor de encima. Siempre y cuando el nombre no fuera obsceno o contuviera numerales o símbolos no existía ilegalidad, determinaron las autoridades. Así que tanto el pequeño Adolf Hitler Campbell como sus hermanitas JoyceLynne Aryan Nation Campbell y Honszlynn Jeannie Campbell, que se sepa hasta la fecha, retuvieron su identidad.

Acogiéndose a la cláusula del "debido proceso" de la Quinta Enmienda por la que "el gobierno no puede iniciar acciones penales contra una persona por una conducta que afecta ciertos derechos fundamentales", siendo la libertad de expresión, uno de ellos, papá Campbell consiguió que su derecho prevaleciera. Es cierto que, un año más tarde, la familia perdió la custodia de los hijos por causas desconocidas.

Más cerca aún, el 2013, en el estado de Tennessee, Lu Ann Ballew desestimó la petición de que un bebé fuera llamado "Messiah" (Mesías) ordenando que el nombre se cambiara a Martin. La razón de la magistrada: solo había una persona que se hubiera ganado ese título. Jesucristo. La orden le costó el puesto.

En Estados Unidos, la libertad de llamar a la persona lo que los padres decidan no es nueva. Ya en los censos del siglo dieciocho y diecinueve se recogen nombres tales como King's Judgement, (Juicio del rey), Noble Fall (Noble caída) o Cholera Plague (Epidemia de cólera). La capacidad para dirimir lo que es adecuado y lo que no como siempre recae en cada estado. Pero lo que es común a todos ellos es su afán por no tropezar con el derecho fundamental de la libertad de expresión. Sus regulaciones normalmente son de corte tipográfico, decisión que me parece, está basada en razones económicas, ya que la actualización de un software adecuado supondría un enorme desembolso. Así, por ejemplo, en California, el umlaut y las tildes no están permitidos. En Texas los números romanos se permiten como sufijos, por ejemplo Pijo III sería correcto, no así Pijo 3, mientras que New Hampshire prohíbe todos los signos de puntuación con la excepción de apóstrofos y guiones. Vermont parece despuntar con su liberalidad aceptando marcas registradas, por ejemplo Apple, enfermedades como ántrax, y todo tipo de obscenidades, aunque desaconseja esta última opción.

En un país donde conviven tantas culturas y donde prima la exaltación de la individualidad, a veces, como se ve, a golpe de excentricidades, no es de extrañar que los padres quieran resaltar la personalidad y la unicidad de sus vástagos. Y los estados han recogido esta voluntad a la perfección, pues, al fin y al cabo, su voz, es la suya.

Pero, los hijos, ¿deben pagar por el narcisismo de los padres? ¿Están condenados a soportar las burlas? ¿Y el acoso escolar? Los americanos son fervientes seguidores de la creencia nietzscheana de que si no te mata, te hace más fuerte, perpetuando así este entrenamiento en las generaciones futuras. Y parece que las investigaciones no los desmienten. Por lo visto, solo en contadas ocasiones, cuando al nombre se le puede poner cara y, por tanto, personalidad, existen más posibilidades de que se vuelva contra el portador y contra su azote, la sociedad.

Con la nomenclatura, a mi entender, se da a las sociedades una oportunidad para demostrar su entereza, tolerancia y capacidad para aguantar las trastadas de los donantes, su inconsciencia e incluso su rabia, una rabia que, en caso de tapiarse, tal vez pudiera encontrar alojamiento en violencia. El caso americano puede parecer extremo, pero, quizás ese extremismo, ese a mí qué, es lo que ha favorecido que les siga el éxito. Quizás no vendría mal importar una dosis, sana y siempre bien entendida, claro está, de ese a mí qué, ¿no les parece?