Semanas de tregua habemus. Pelosi, de momento, ha sido capaz de contener el muro trumpiano. El respiro expira el 15 de febrero. Un viernes que coincide con el inicio de las vacaciones de invierno escolares, por lo menos aquí en Massachusetts, con lo que, entre el trasiego del personal y la decisión de Trump, me parece que va a pintar bastante mal en el aeropuerto de Logan.
Para aquellos empleados federales que están desesperados y han tenido que ver cómo sus nóminas se han achicado que no sufran más. Para empezar los bancos no los deja tirados. Préstamos a un cero por ciento de interés para que puedan costearse el insidioso pago de la hipoteca, permitirse una operación de cadera o cargar de combustible las inoportunas jambres de los pequeños de la casa.
La Oficina de Administración de Personal también ha aportado su granito de arena. Ha sugerido a los afectados el envío de cartas a las personas a las que se debe dinero explicándoles la situación y pidiéndoles una moratoria de los pagos. Para que el acreedor sepa que el funcionario en casa va con buenas intenciones, qué mejor que ofrecerse para hacer chapucillas en el hogar, labores de jardinería o de carpintería, por ejemplo. Aunque nada comparado con la inestimable ayuda del tirador de ideas. Las de un guardacostas que es la mar de creativo. Entre sus ideas estrella destacan vender lo que se tenga, hacer de paseador de perros o quitar caquitas de peques a domicilio.
Medidas ingeniosas, no cabe duda. Las más simples, tales como donar parte de su salario u ofrecer su empleo temporalmente a otro colega no le cruzaron la imaginación. Por no hablar de la incomparable ¿por qué no te callas? Demasiado prosaicas.