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jueves, 22 de agosto de 2024

Kit de inglés 399: up your alley

Esta semana nos vamos a la calle con up your alley, literalmente "arriba tu callejuela", y que podríamos traducir por venir como anillo al dedovenir de perilla y expresiones similares.

Pronunciación encajonada: "ap yor áli". Y la buena aquí, con el profe Kevin. 

Se desconoce cuál es el origen de esta expresión. Parece que este uso metafórico lo registra, por primera vez de manera escrita, Mildred Evans Gilman en 1931 con su obra Sob Sister y que, por cierto, cuenta con película, romántica, del mismo año. Existe una forma equivalente en inglés británico pero que, en lugar de utilizar la palabra callejuela o pasaje, alley, tira por street, simplemente calle. La forma británica es anterior. Se registra en 1929.

Algunos defienden que esta expresión nace de las partidas de bolos, donde existen calles en las que, al final, se colocan los bolos a derribar. 

Frase: Cooking is right up your alley.

Estás en tu elemento (la cocina) y, encima, se te da muy bien. 

jueves, 30 de mayo de 2024

El Batallón de las Lincoln en Fuenlabrada.

Nueva oportunidad para saber más sobre El Batallón de las Lincoln, las voluntarias estadounidenses que participaron en la guerra civil y recorrieron toda la geografía española, esta vez en Fuenlabrada.



El viernes, 7 de junio, a las 18:30, estaré en la biblioteca pública que lleva el nombre del que fuera, entre otras cosas, embajador en los Estados Unidos, Fernando de los Ríos

Calle Andorra 3, Fuenlabrada, muy cerca del instituto Dionisio Aguado. 

Cordialmente

sábado, 9 de diciembre de 2023

Kit de inglés 371: Keep up with the Joneses.

Y esta semana, aprovechando la presión de las redes sociales y las compras navideñas, una de invidias con la expresión Keep up with the Joneses, literalmente "seguir el ritmo de los Jones", y que podríamos traducir por sacar dinero de donde se pueda para gastarlo a la misma velocidad con la que lo hacen los que lo tienen o aparentan tenerlo.

Pronunciación a dos velas: "kípap güiz de yóunses". Y la buena aquí, con la historia de los Jones. 

Esta expresión se afianza a principios del siglo XX con una tira cómica del mismo nombre. Arthur R. "Pop" Momand fue el creador y dibujante de la tira que apareció publicada en el New York World.

Sin embargo, aunque parece probable que el uso de esta frase se difundiera con la tira, mencionar que, a mediados del siglo XVIII, antes de la llegada de los Astor y de los Vanderbuilt, en Nueva York ya teníamos a cuatro familias destacadas: a los Livingston, supongo, a los Schermerhorn, a los Mason y a los, efectivamente, Jones. Los Jones no andaban mal de pecunio y eran copropietarios, junto con los Mason, del Chemical Bank, en español Banco Químico. Dicho banco fue, hasta 1995, el tercer banco más grande de Estados Unidos.


Parece que debemos a Elizabeth Schermornhorn Jones, casada con un Jones y, por cierto, tía de la afamada escritora Edith Wharton, que nos haya llegado la expresión. Por lo visto Elizabeth Schermornhorn Jones no reparaba en gastos a la hora de vestir o de decorar su mansión, de ahí que todo el mundo quisiera emular a la señora Jones.     

jueves, 12 de enero de 2023

La nave de los locos o sabemos lo que queremos.

Zora Neale Hurston/ loc.gov

Un empujoncito para aquellos, en especial para mis compañeros escritores, que luchan por lo que quieren y que apenas ven recompensa. Katherine Anne Porter, indiscutible maestra del relato, nos confiesa que el éxito no le llegó hasta alcanzar los 72 años. Ese reconocimiento tuvo que llegarle con una novela, Ship of FoolsLa nave de los locos, en 1962.   

domingo, 21 de agosto de 2022

¿Dónde nos quedamos sin ojos azules?


loc.gov

Pues si en febrero teníamos a Maus de Art Spiegelman prohibido en Tennessee, ahora, con la cercanía de la vuelta al cole, más libros al cajón. El distrito escolar independiente de Keller, en el estado de Texas, se plantea retirar cuarenta y un libros de las aulas y bibliotecas escolares. Entre los libros afortunados se encuentran la Biblia, Ojos azules, la primera novela de la escritora afroamericana Toni Morrison, y una adaptación gráfica de El diario de una niña de Ana Frank. Por supuesto, libros de la comunidad LGBTQ o transgénero también van en el lote. 

Y digo yo. El material eliminado, ¿lo repondrán con lecturas de manuales sobre montaje y desmontaje de armas? 

domingo, 26 de junio de 2022

Educación en casa.

Ahora que la mano trumpera ha sentenciado que ya era hora de que las mujeres al delantal y la pata quebrada en casa, aprovechemos la ocasión para sacar papel y boli y apuntar gastos domésticos en el libro de contabilidad. No seguiremos el método Kakebo de la periodista japonesa Hani Motoko, de 1904, sino que utilizaremos uno anterior. El de la escritora y educadora, Catharine Beecher, recogido en A Treatise on Domestic Economy, (Tratado de economía doméstica), de 1841. Y sí, Harriet Beecher Stowe, autora de La cabaña del tío Tom, y Catharine, estaban emparentadas. Catharine era su hermana mayor.   

Catharine creía fervientemente en las ideas diéteticas del ministro presbiteriano Sylvester Graham, aunque luego Beecher se relajara y aumentara las opciones gastronómicas. En la bebida, abstinencia absoluta. Y el puchero, ligero. Tan ligero, que a Graham se le tiene por el padre del vegetarianismo en Estados Unidos.

Catharine, magnífica educadora, consideraba que la asignatura de economía doméstica debía incluirse, desde la infancia, en la instrucción de la alumna. Economía familiar, productos químicos en el hogar, urbanismo y vivienda, almacenamiento en la despensa y cuidado de la ropa y el mobiliario formaban parte del currículum educativo propuesto por Beecher en sus clases avanzadas. También les enseñaba a no despilfarrar comida ni a derrochar las fuentes energéticas. Clases de fontanería iban incluidas. Como no existía libro de texto que llevarse a la boca, la profesora escribió el Tratado. Trescientas noventa y seis páginas para hacerle la vida más fácil a la mujer. Al año siguiente salió su libro de cocina, también considerado el primer libro de texto para sus clases de química alimenticia.  

No sé, no sé. Tal vez a algunos el manual en cuestión les parezca demasiado avanzado. Al fin y al cabo, las lectoras acaban saliendo con una preparación, harto preocupante, aunque solo sea en un arte, el arte de la casa y sus habitaciones. Si la decisión estuviera en mis manos, lo de la fontanería, fuera. Y las clases de química con ella. Nada bueno puede salir de la fémina mano que juega a la combinatoria. Un rebozo sulfoglicérico, una sopa cáustica, un pollo en salsa cianhídrica. Sí, ya lo creo que las quitaría. 

viernes, 22 de abril de 2022

Kit de inglés 290: Test the water.

Cortesía de USDA ARS.

Y como abrimos con la Tierra y hoy es su Día, una de naturaleza con test the water, literalmente "comprobar las aguas" y que podríamos traducir por "tantear el terreno". Pronunciación desde la orilla: "test deguá ter". Y la buena aquí, con la ayuda del profe. 

El sentido figurado de esta expresión aparece en el siglo XX. Parece ser que fue la escritora de misterio, Diana Ramsay, la primera que lo registra en su obra A Little Murder Music, Música de un pequeño asesinato, de 1972. 

Esta era la frase que aparecía en el libro:

“ ‘I'm just testing the water, Meredith said. 

"Estoy tanteando el terreno"dijo Meredith”. 

jueves, 11 de febrero de 2021

¿Y la primera novela detectivesca afroamericana fue...?

 Muchos hemos oído hablar de Chester Himes, al que precisamente perdimos en España, pero seguro que nos cuesta más reconocer el nombre de Pauline Hopkins, la primera persona afroamericana que publicó una novela detectivesca: Hagar’s Daughter: A Story of Southern Caste Prejudice (1901-02). La Hija de Hagar: una historia sobre el prejuicio de casta sureño. La obra fue publicada por entregas en la revista bostoniana The Colored American Magazine (Revista para las personas de color) de la que Hopkins era editora. Hopkins, aunque nació en Portland, Maine, en 1859, se crió en Boston. Procedía de una familia de intelectuales. Además de ser escritora y editora, también fue periodista, dramaturga e historiadora, y siempre estuvo involucrada en el activismo social. 

La hija de Hagar es una novela en la que, una joven sirvienta africanoamericana llamada Venus Johnson, colabora con Henson, detective africano que llega a Estados Unidos para trabajar en una agencia de detectives multirracial. Entre los dos, resolverán el misterio de la desaparición de la bella hija de Hagar. 

La lectura de la obra no es fácil. La gran abundancia de personajes, las tramas paralelas y el constante desdoblamiento de los personajes (curiosamente la propia escritora a veces escribía bajo el pseudónimo de Sarah A. Allen, que eran el nombre y apellido de su madre) hacen difícil seguirla. Por ejemplo, la propia Venus, a veces tiene que disfrazarse de hombre, mientras que Henson se hace llamar así para cubrir su verdadera identidad, que no desvelaré porque si lo hago desmonto toda la obra. Lo que sí puedo decir es que en esta obra tenemos los ingredientes propios de la novela de misterio: un juicio por asesinato o un intento de rapto, por citar algunos.

Por supuesto, también contamos con contenido propio de la novela sentimental. La autora explora las relaciones amorosas valiéndose de distintos tipos de uniones. Así tenemos al matrimonio compuesto por Marthy e Isaac, dos antiguos esclavos. Marthy representa a la abnegada esposa, mientras que el esposo es el hombre abyecto, que aún mantiene su fidelidad por el que fuera su dueño. Tenemos la relación de la propia detective, Venus, con John. Pero es al triángulo amoroso entre Jewel Bowen, Cuthbert Sumner y Aurelia Walker Madison, al que Hopkins dedica más tiempo. Aurelia representa a la mujer ambiciosa, que pretende casarse con el hombre político, (que está prometido a Jewel), para saciar su voraz apetito de poder y dinero. Solo hay un problema. Aurelia es mulata. En cuanto Sumner lo descubre, la repudia, y toma a la fiel Jewel como esposa.   

A través de estas relaciones, la autora advierte que, si la sociedad americana quiere progresar, se debe terminar con la esclavitud y los prejuicios raciales, al tiempo que nos permite ver la duplicidad moral de los Estados Unidos de la época y nos deja claro que, la decencia, no tiene color.

Aquí dejo el enlace con la obra para aquellos que sepan inglés. Y creo que aún no hay película.      

lunes, 8 de febrero de 2021

Soñar sakuras en ...

Como ya se huele, aunque se está haciendo de rogar, por lo menos aquí en Pittsburgh, la primavera, hoy una entrega sobre los cerezos en flor (sakura) de Washington. Todo se debe al empeño de la viajera, fotógrafa, escritora (suya es la primera guía de viajes a Alaska) y periodista Eliza Scidmore, que, con un hermano trabajando en el consulado estadounidense en Japón, se lía la manta a la cabeza, y, en 1885, con 28 años, decide ir a visitarlo. Inmediatamente, queda cautivada por la sublime belleza del espectáculo. En cuanto llega a América, se pone a remover Roma con Santiago para que, el Parque Potomac, se cubra de cerezos. No será hasta el 27 de marzo de 1912 cuando, por fin, la primera dama, la esposa del presidente Taft, gran amante y conocedora de la cultura y tradiciones asiáticas, (había pasado bastante tiempo en Filipinas ya que su esposo estuvo destinado allí), plante en el parque, junto a la esposa del embajador japonés, la señora Iwa Chinda, los dos primeros cerezos junto a la Cuenca Tidal. 

Fue gracias al editor Gilbert H. Grosvenor y a David Fairchild, botánico del Departamento de Agricultura y yerno de Alexander Graham Bell, cofundador de la National Geographic Society, (Eliza trabajó como reportera para la National Geographic. Charles McCarry, su editor, decía de ella que fue la mejor periodista que tuvo la revista), cuando la idea finalmente cuajó. A Japón llegaron las intenciones de los americanos y, en un gesto de amistad, el alcalde de Tokyo donó 3000 cerezos. De los originales, aún quedan unos cuantos. 

Aquí unas fotografías fantásticas para soñar sakuras.

lunes, 8 de junio de 2020

¡Escribe, no pienses!

Thurston the great magician
Hace poco que ha caído en mis manos un libro de Madeleine L'Engle, la autora del magnífico libro El pliegue en el tiempo que Disney se encargó de destrozar.

El libro, que lleva por título The Moment of Tenderness, El momento de ternuraes una selección de diociocho relatos escritos entre los años 40 y 50 que, su nieta, ha rescatado para deleite del lector. Y digo deleite porque las historias de L'Engle son de notable calidad. L'Engle es especialmente habilidosa con el humor, sus descripciones son vivísimas y maneja los diálogos con brío y elegancia. Y aunque el humor templa las páginas del libro, todo él parece estar difuminado con una pátina de nostalgia y soledad que corteja la barrera de lo sensiblero pero sin caer en la noñería. A veces, se echa en falta que la historia no esté más desarrollada y que casi se quede en estampa, pero esa percepción pronto se olvida gracias a la calidad de su escritura. En cuanto a los personajes, estos tampoco se resisten a su pluma, ya sea hombre o mujer, niño o adulto, aunque hay que decir que son los de clase media alta los que más le ocupan.

Los relatos de esta colección pertenecen a la época en la que L’Engle quería ser dramaturga y son en su mayoría de corte autobiográfico. Por ejemplo, en uno de ellos, el titulado "The Foreigners", "Los extranjeros", la narradora también se llama Madeleine.

Los temas que recogen los relatos son variados: maternidad, cuidado de padres mayores, ambición, rivalidad, el fracaso de la amistad o las apariencias engañosas. De hecho, este es el tema de "The Fact of the Matter", "Lo cierto es que", sería la traducción, un relato que combina la fantasía con el realismo mágico. En "Poor Little Saturday", L’Engle mezcla fantasía con magia, al estilo de las Crónicas de Narnia. 

Por cierto, mencionar que la autora tuvo muchísimos problemas para publicar su El pliegue en el tiempo. Los conservadores evangélicos, que la veían con malos ojos por creer en la salvación universal y seguramente también por dejar ver las ideas de Einstein en su obra, aprovecharon la ocasión para acusar a la autora de fomentar la brujería, y pidieron que el libro y las partes que lo siguieron fueran retirados de bibliotecas y librerías.

L’Engle, como se hace patente en esta colección, también practicó la ciencia ficción con bastante atino. En “A Sign for a Sparrow,” "Una señal para un gorrión", la escritora nos presenta un mundo postapocalíptico. El planeta Tierra, plagado de guerras y otras pestes, se ha vuelto inhabitable. Es con este relato con el que se cierra la colección.

Aquí una charla, en inglés, de la escritora, con su recomendación para ser un buen escritor: ¡Escribe, no pienses!