El sábado estuve de visita en el Senator John Heinz History Center (Centro de Historia senador John Heinz). Además de albergar los decorados del Barrio del Señor Rogers, también se podía ver, hasta ayer, una exposición sobre la Guerra de Vietnam. Magníficamente comisariada por el director del Programa africanoamericano, Samuel W Black, la exposición comienza en 1945, con Truman y las tensiones que se estaban preparando con los países comunistas.
No faltaban objetos en los que fijarse, muchos de ellos han sido donaciones temporales procedentes de unos cincuenta veteranos de Pittsburgh y de las zonas colindantes. Llama la atención una colección de mecheros Zippo, los Zippo precisamente son de Pensilvania, en la que los combatientes mandaron grabar mensajes con sus comentarios sobre la guerra. También es curiosa la colección de muñecos soldados especialmente dedicados a los niños. Los GI Joes, vestidos con los diferentes uniformes de los distintos cuerpos. Instrumental quirúrgico, sala de operaciones, rifles, jeep y sí, también un helicóptero.
El de la foto entró a funcionar en 1967 y salió del campo de batalla en 1970. Este helicóptero se utilizaba para la evacuación de soldados, de ahí la cruz, aunque también servían de transporte y de ataque. El de la foto es un UH-1H "Huey" (se pronuncia júi) y tiene un ala de casi un metro y medio. Los helicópteros se utilizaron por primera vez en la Guerra de Corea y, desde entonces, han sido parte del repertorio militar estadounidense.
Y otra curiosidad: en 1980 Ronald Reagan dijo en su campaña presidencial que el país sufría del síndrome de Vietnam. Que el país estaba inmerso en una parálisis que le impedía ejercitar su poder militar. Cuatro años más tarde, pide hacer a América grande otra vez. Parece que este lema da bastante de sí.
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lunes, 23 de septiembre de 2019
martes, 13 de agosto de 2019
¿Qué les pasa también a los doctores?

Esta industria de altos vuelos es prácticamente un monopolio que está en manos de empresas que se dedican a la financiación de capital-riesgo. Los helicópteros proliferaron en el 2002, cuando el gobierno, con su Medicare, (el plan federal para los mayores de 65 y algunas personas con discapacidades), se hizo mejor pagador. Ahora los cielos están plagados de ambulancias aéreas. El año pasado más de novecientas, que, cuando reciben una llamada del 911, el servicio de emergencia aquí, caen como buitres sobre el desventurado para llevarse el cacho. Si el accidentado se encuentra consciente y tiene fuerzas para articular un esto ¿lo cubre el seguro? y le da tiempo a responder antes de desangrarse, quizás prefiera optar por el desplazamiento terrestre que también lleva víctimas en estado crítico por un precio más asequible. Si la víctima tiene seguro con póliza anual de unos cien dólares contratada con una empresa de ambulancia aérea, también puede esperar a que lo recoja un helicóptero de esa compañía, nunca de otra. Aunque la víctima, si es que puede, lo tendrá bastante difícil para convencer a los que se han presenciado de que no se lo rifen.
Las ambulancias aéreas, aunque se dediquen a la sanidad, están gestionadas por compañías privadas que se rigen por la industria aerocomercial y que, por tanto, pueden imponer los precios que consideren sobre el consumidor. La Asociación de Servicios Médicos Aéreos (Association of Air Medical Services) echó los cálculos y llegó a la conclusión de que se necesitaban casi tres millones de dólares anuales para mantener una base con trescientos traslados al año. Cada trayecto les sale a unos diez mil dólares de media, según la Asociación. Y aunque estas cifras sean altas, supongo que a estas compañías no les debe ir nada mal cuando proliferan y se mantienen en el aire.
El doctor ha tenido suerte. Sondeando la red, he dado con facturas que superan el medio millón de dólares.
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