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lunes, 3 de abril de 2023

Una vez al año hace daño.

loc.gov/

Se acerca la hora de pagar al Tío Sam. El 18 de abril es el último día para entregar las declaraciones. Aunque, por lo visto, un 69 % de los estadounidenses desconoce la fecha. Y no me extraña nada que no se enteren o no quieran enterarse, porque este proceso, insondable, pone a prueba al más pintado. Según WalletHub, una persona tarda unas 13 horas en quitarse de en medio este horror anual. El asunto produce tal tedio y espanto, que uno de cada 20 estadounidenses se entregaría a la virginidad con tal de que se le perdonara el tener que hacer la declaración el resto de su vida. Un 37% preferiría marcharse del país, mientras que otros le dirían al país ahí te quedas, entregando su nacionalidad (papeleo que, por cierto, ronda los 2400 dólares). 

Suerte.

martes, 26 de abril de 2022

¿Qué le saca la cabeza al alcohol?

Cortesía de USDA ARS.

Leo que, casi todos los estados donde el uso recreativo de la marihuana es legal, están sacando más impuestos indirectos con la planta que con el despacho de alcohol. Según el Institute on Taxation and Economic Policy, Instituto de Tributación y Política Económica, en el 2021, once estados se llevaron casi tres mil millones de dólares en cannabis, frente a los cerca de dos mil quinientos que produjo el alcohol. Al tabaco, de momento, no hay quien lo tosa, con casi seis mil. California es el estado que más dinero recaudó con la hierba. Algunos piensan que, tal y como andan los precios del tabaco, entre los seis con once dólares de Misuri y los casi doce de Nueva York, por cajetilla, lo mismo nos espera un trasvase de humos. Aunque los 0, 66 gramos de marihuana extra que suele llevarse un porro tampoco es que sean muy económicos. Los más baratos en Oregón, a 4, 91 dólares. Los más caros en Distrito Columbia, con casi catorce. 

El precio, supongo, es el que dictará el cambiazo. Eso, y el tufo que el consumidor prefiera imprimirle a su ropa y, más de cerca, a su aliento.    

miércoles, 2 de febrero de 2022

De momento, nos queda papel.

Y mientras no sabemos a lo qué atenernos con las predicciones de las marmotas, por un lado Phil nos asegura que vamos a tener seis semanas más de fríos pero su homólogo en Nueva York, Staten Island Chuck, lo contradice augurando el buen tiempo, con la Agencia Tributaria no nos queda duda: los que hagan la declaración de la renta en línea, van a tener que adjuntar a la versión electrónica, fecha aún por determinar, fotito. 

www.flickr.com
El gobierno tiene contratados los servicios de ID.me, una compañía que se dedica a autenticar la identidad de las personas mediante reconocimiento facial. Con esta decisión, lógicamente, el gobierno quiere prevenir el robo de identidades y otros posibles fraudes. 

Aunque la implantación de dicha medida no está exenta de problemitas, en especial para nuestros mayores que, con la tecnología, supongo que se manejarán peor para subir la foto requerida. Hay que hacerse un selfie y cargar una aplicación en el móvil. Puede que algunos, no muchos, no tengan teléfono y se vean obligados a comprarse uno para pagar al Fisco. La posibilidad de venta o filtración de información a terceros, sobre todo en lo concerniente a las páginas en las que aterrizamos para que así puedan apedrearnos mejor con publicidad a nuestra medida, tampoco debemos ignorarla. Aunque el riesgo de jaqueo y de que nuestros datos anden por la nube o de que acaben en manos de otros es, seguramente, de los factores que he enumerado hasta ahora, el albatros que más pese.  

Y los sistemas, cuando no funcionan bien, porque nunca funcionan a la perfección, en alguna ocasión nos obligarán a estar colgados al teléfono, seguramente en el momento más inoportuno, esperando a que, con un poco de suerte, nos atienda un agente, tal vez inexperto, o a que nos cuelguen y nos devuelvan a la casilla de salida sin haber resuelto nuestro problema. Quizás el sistema nos confunda con otro, somos tan parecidos. O a lo mejor no le guste mi nuevo look, el pelo largo me queda mejor y lo haya vuelto loco. O quizás sea el grano que me ha salido en la cara, imperdonable, chupa de píxeles y se niega a reconocer dicha protuberancia. 

Esperemos que el gobierno se ande con ojo. Y si no, al método tradicional. De momento, nos queda papel.

miércoles, 22 de mayo de 2019

Busca y captura del Pulitzer

Trump se sigue negando a enseñar sus declaraciones de la renta y los demócratas metiendo cizaña para que las desempolve. De momento, han conseguido que un juez federal de Nueva York, Edgardo Ramos, autorice a Deutsche Bank y a Capital One la entrega del estado de sus cuentas a los demócratas de la Cámara de los Representantes.

Desde tiempos de Nixon, es costumbre que los presidentes revelen lo que han pagado al fisco. Los Clinton tuvieron que devolver a Hacienda un dinerito por el asunto Whitewater, y a Nixon le cascaron 400000 dólares en impuestos que no había declarado, o había declarado mal, de 1970 y 1971. Por cierto, que Jack White, el periodista que publicó las devoluciones de Nixon en 1974 se llevó el Pulitzer. White, que falleció en el 2005, nunca traicionó a su fuente, aunque parece ser que alguien en una oficina de Hacienda de Virginia Occidental fue el que compartió la información.

El Secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, ya se ha puesto manos a la obra para dar caza y captura al siguiente Pulitzer, el abogado que redactó el memorándum en el que se señala que el presidente está obligado a hacer públicas sus cuentas siempre y cuando no se adhiera a su derecho de veto.

¿Lo encontrará? Tal vez en la siguiente entrega.
 
[African American men handling large bags of paper]

lunes, 15 de abril de 2019

A piñón fijo en la maratón

Los corredores de la maratón estuvieron de suerte este 15 de abril, Día del Patriota. Una hora antes de que se diera el pistoletazo de salida, a eso de las 9, los participantes se libraron del agua, que no de la humedad bostoniana. Los ganadores en la categoría de silla de ruedas fueron Daniel Romanchuck, estadounidense, y Manuela Schar, suiza. En la categoría masculina de élite el keniata Lawrence Cherono se hizo con el primer puesto. La etíope Workhesh Defega se llevó la misma plaza en la competición femenina.

Otros, como es mi caso, aunque estemos de vacaciones escolares y hoy precisamente conmemoremos las hazañas de los patriotas americanos que lucharon en las batallas de Lexington y Concord allá por 1775, también nos sentimos como corredores de maratón, y es que, el miércoles, es el último día para presentar la declaración de la renta y, a estas alturas, seguimos haciendo números. Seguro que el teléfono de la Agencia Tributaria será una llamarada. Y eso que la Administración Trump parece haber dado un respiro a los contribuyentes, especialmente a los matrimonios. Los que de seguro no van a estar de suerte este año con las devoluciones, ya sean casados, solteros, divorciados o viudos, y tendrán que rascarse el bolsillo, son los camioneros de largas distancias. Me refiero a los que trabajan para las empresas y no tienen camión propio, porque a las grandes compañías, como sabemos, a esas, los impuestos apenas las tocan.

[Truck load of beef being delivered to Central Market, Washington, D.C.; black driver]

A los camioneros que venían haciéndose deducciones diarias por dietas, es de comprender ya que se pasan entre 250 y 300 días en la carretera, prácticamente les han quitado los 63 dólares diarios a los que les permitían acogerse. Hasta el año pasado, podían descontarse un 80% de esa cantidad. Ahora a muchos no les ha quedado más remedio que empezar a tirar de congelados al tupperware. 

Y esos son muchos millones de tupperwares. Cerca de tres millones. Dos millones setecientos mil, para ser exactos. Esa es la cantidad de camioneros no propietarios, en su mayoría hombres y votantes republicanos, que este año, por primera vez, tendrán que sacar de debajo de las piedras unos cuantos miles de dólares para pagar al Tío Sam.

En veintinueve estados la ocupación que da más trabajo es la de camionero. En las elecciones del 2016, Donald Trump se llevó los votos de veintiséis. Pero este hecho seguramente dará igual, porque a estos camioneros, como a muchos otros que no lo son, con tal de que les prometan que se levantarán muros contra el socialismo, el tema gay, el aborto, los inmigrantes y otros males y no les toquen sus queridas armas ni su libertad, pues a piñón fijo en su maratón.

lunes, 24 de diciembre de 2018

Semillas filantrópicas

Menudo sorpresón. Algunas corporaciones se están valiendo de fundaciones caritativas para ejercer presión política del sesgo que se apoye. El profesor de Economía de la Universidad de Boston, Raymond Fisman, así lo confirma en su estudio Tax-Exempt Lobbying: Corporate Philanthropy as a Tool for Political Influence (Presión política exenta de impuestos: la filantropía como herramienta para ejercer influencia política). Y uno de los ejemplitos que nos ofrece procede del santo Monsanto, la multinacional amiga de la tierra.

[Men with bags: American Tree Seed, Douglas Fir [...] presented to Great Britain by Charles Lathrop Pack, President, American Tree Association, Washington, D.C.]

Eso si qué no me lo esperaba, la verdad. Aunque lo que desde luego me ha pillado con la guardia por los suelos es el fastuoso donativo que Monsanto entrega a las buenas causas. Nada más ni nada menos que la incomparable suma de 1350 dólares del ala que se ha llevado una organización sin ánimo de lucro de la Universidad de Iowa del Norte para que disfruten de ese dineral. 

El senador republicano Charles Grassley, resulta que es uno de los fiduciarios de dicha organización sin ánimo de lucro. Francamente, si yo fuera Grassley me hubiera enfadado muchísimo. Los 1350 dólares se agradecen, pero las semillas dan para mucho y seguro que, escarbando un poquito en el bolsillo, algo más que patentes y polvillo de semillita hubieran salido. Monsanto habrá pensado que, como la organización se ahorra el pago de los impuestos que, lógicamente, pagamos el resto, le basta y sobra. Además, desde el puesto, también se le ha brindado la ocasión de hacer de vocero de las bondades del semillero republicano. ¡Qué más se puede pedir! Si acaso unas semillitas para el jardín.

jueves, 7 de diciembre de 2017

Ir a por más

Ya se cuenta la jugada republicana. En cuanto se apruebe bajada de impuestos, lo primero de todo metida de mano al medicaid y al medicare, medida que afectará especialmente a los estados de Nueva York, Nuevo Jersey, Massachuetts y California. Vamos, los estados más respondones. Dirán que no hay dineros y llevarán razón. Así cualquier seguridad social se queda pelada.

Y los que tienen préstamos de estudios, esos que no se condonan ni con el paso a mejor vida, que se preparen. Eso sí. Como hay que sacar cuartos de debajo de las piedras, de hielo en este caso, al Ártico a taladrar. Y tampoco hay que olvidarse de las iglesias. Las que apoyen a un candidado político que digo que tendrá que ser republicano han visto la luz. Y premio para las mujeres que piensen en tener hijos, mientras que los alienígenas que sí que los tienen, perderán sus deducciones fiscales. Para que luego digan que tomarse las cosas con calma no da beneficios.

miércoles, 3 de agosto de 2016

¿Cuesta ser pobre?

Recuerdo un sketch de Louis C.K. en el que, en clave de humor, repasaba lo que es ser pobre.


Ahí contaba que tenía una cuenta bancaria con veinte dólares, era todo su capital, y que, pasado un tiempo, la cuenta, en lugar de devengarle intereses, pasó a tener "menos diez dólares y ahora no es que no tuviera dinero, sino que le quedaba menos que nada", con lo cual no tenía más remedio que buscar diez dólares si quería saldar la deuda contraída y volver al estado de bancarrota primigenio.

Esta circunstancia no es única al ámbito bancario. Su onda expansiva también repercute en las demás áreas del día a día, y, por supuesto, se ceba con los que menos recursos económicos tienen. En inglés existe una palabra para designar esta situación: ghetto tax. Literalmente "el impuesto del gueto". No se trata realmente de un impuesto, aunque las limitaciones a las que están sometidas las personas que las sufren, lo convierten en uno. En sociología hay un fenómeno ligado al ghetto tax que se conoce como "el efecto Mateo" o "ventaja acumulada". Básicamente resume el concepto de que, al que más tiene, más se le da, mientras que al pobre, se le quita.

Este impuesto imaginario tiene una estrecha relación con la falta o presencia de coche. Su posesión garantiza una acción libertadora que permite al consumidor salir en busca de los mejores precios, en lugar de subyugarlo al monopolio de la zona en la que está confinado. Sin coche, el ciudadano está castigado a comprar el pan, la leche, los huevos a unos precios exorbitantes, lo cual le resta recursos para hacer frente a otras necesidades que, igualmente, están por las nubes, haciendo prácticamente imposible que pueda salir de este círculo vicioso.

La vivienda es otra de esas necesidades donde encontramos el ghetto tax. Sobra decir que los inquilinos de los inmuebles no pueden tener un piso o una casa en propiedad con lo que viven de alquiler. Puesto que, como su movilidad está restringida pues carecen de coche y están condenados a vivir en el radio de acción que les permitan sus pies, el transporte público normalmente es abominable en estas áreas, no tienen más remedio que resignarse y agarrarse a lo que puedan. Y los caseros lo saben. Por que no hay competencia pueden poner los precios que consideren oportunos. "El cielo es el límite", dicen los americanos.

Estos caseros son traficantes de desesperación. Es una de las cosas que he descubierto con la lectura de Evicted:Poverty and Profit in the American City (Desahuciado: pobreza y beneficios en la ciudad americana), el último libro de Matthew Desmond. El autor es un profesor de Sociología en Harvard, jovencísimo, no creo que llegue a los cuarenta, ganador de la prestigiosa beca de la MacArthur Foundation.

Con ojo de etnógrafo, el tercero en discordia que trata de pasar desapercibido, aunque a veces, según él, no lo consiguiera, Desmond desmiga el día a día de distintos personajes, casi todos inquilinos, en su mayoría mujeres de color, dolorosamente jóvenes algunas de ellas, cargadas de hijos y de la responsabilidad de la supervivencia. Otra cosa que he aprendido con la lectura de esta obra es que los caseros se especializan en distintos grupos. Así, tenemos a los tres grandes: los inmigrantes, casi todos hispanos, los afroamericanos y los blancos sin recursos. Normalmente estas clases no se tocan y viven separadas unas de otras.

Desmond sabe mucho de desahucios, porque sus padres también perdieron la casa en la que se crio. Huelga decir que muchas emociones lo inundaron, entre otras la rabia, la impotencia y la vergüenza. Quizás es por eso, que se decidió a estudiar sociología y a pasar el 2008 y el 2009 en un camping con casas rodantes, casas que se pueden desplazar siempre y cuando se tengan los medios para alquilar la pieza que hace las veces de grúa y costearse la gasolina de tan terrible peso, siempre bajo el supuesto de que, en primer lugar, se tenga un coche con la fuerza necesaria para el arrastre.

Allí, Desmond descubrió a Scott, un enfermero caído en desgracia por su homosexualidad y adicción a las drogas o a Tobin y Lenny, o a los gerentes encargados de la vigilancia y el mantenimiento del camping de Milwaukee en Wisconsin, también con problemas de drogadicción. A través de ellos, Desmond contactó con Sherrena, la propietaria de múltiples apartamentos que dejó de ser profesora de escuela para dedicarse al lucrativo negocio del alquiler de casas y apartamentos, y con su esposo, el encargado de manejar las finanzas. También con Arleen y sus hijos o con Crystal. Por razones de privacidad el autor ocultó la identidad de los participantes bajo nombres ficticios. Incluso él, en su esfuerzo por pasar desapercibido, evita el uso de la primera persona.

Dicen que la neutralidad es imposible, pero Desmond se las apaña bastante bien. Sí, Sherrena, la casera, es una oportunista, pero también lleva comida a sus inquilinos. Sí, Scott robaba medicamentos de los pacientes para mantener su adicción, pero a él también le quitan sus pertenencias en el camping. Nadie escapa a su ojo de etnógrafo. Todo para gritar que esta situación, además de ser inmoral, es innecesaria.

El ghetto tax está vivito y coleando, ¿no les parece?

miércoles, 27 de julio de 2016

Los misterios de Hacienda

Este año el plazo para la presentación de las declaraciones de Hacienda finalizó el día 18 de abril, fecha que suele variar entre el 14 y el 18, dependiendo del día en que caiga el 15 de abril. Y digo declaraciones, porque, en Estados Unidos, hacemos la federal, la estatal y, a veces hasta la regional, también llamada “la del distrito escolar”. No quiero dar ideas, pero, al paso que va la burra, lo mismo en poco nos plantan la de la “vecindad”.

Huelga decir lo tedioso que resulta responder a las numerosas preguntas, enrevesadísimas todas; cada año presentan nuevas variantes diseñadas para despistar al contribuyente. Y no exagero la complejidad de esta maquinaria pesada. Para hacernos una idea: mi esposo es doctor en neurociencia, y digo yo que si dice que comprender la naturaleza del cerebro es infinitamente más fácil, debe ser por algo. Es cierto que podría evitarse los quebraderos de cabeza llevando las declaraciones a un contable, porque aquí, los funcionarios de la agencia tributaria no te las hacen. Acabarían agotados. Aquí hay que soltar la mosca. Es cierto que en algunos sitios, normalmente bibliotecas, cuentan con voluntarios a los que no les importa echar una mano, pero su conocimiento es limitado. También se puede conseguir ayuda a través de las entidades estatales, pero sus funcionarios solo responderán las dudas del contribuyente. La tercera vía, aunque también cuesta, es comprarse el programa informático correspondiente, que, por supuesto, varía en precios y depende de la complejidad de la declaración.

Pero soltar la mosca tampoco es garantía. En un estudio reciente se ha comprobado que los contables solo atinaban en un 33 % de los casos. Es decir, 2 de cada 3 declaraciones que los contables hicieron, estaban mal. Y no es nada barato. De hecho, las grandes compañías que se dedican a elaborar declaraciones y los dueños de los establecimientos de coches usados, cuentan con una reputación atroz en este país. Conclusión: mejor que las haga uno, si puede y si sabe.

No sé si existen cursillos sobre cómo entrarles a las declaraciones, seguro que si lo googleo me salen a punta de pala, el espíritu americano nunca deja pasar la ocasión de ganar dinero. El proceso de su elaboración lo asemejo a los videojuegos, con distintos niveles de complejidad.

Os pongo mi caso. Recientemente nos mudamos a otro estado. Locura. No solo hemos tenido que hacer las de rigor, sino que también hemos tenido que añadir al combinado la declaración del estado al que nos hemos mudado. Y las preguntas… Tienen particular obcecación con los pescadores y los ferroviarios. Cada dos por tres saltaba una en la que se los tenía como protagonistas. ¿Los considerarán trabajadores de alto riesgo y, a su entender, merecedores de una bonificación? O, tal vez, ¿pertenezcan al grupo de los que hay que castigar? Misterios sin resolver…